La Jornada

PGR: disculpa obligada: ¿ justicia por muestreo?

- MAGDALENA GÓMEZ

ste día, por fin, la Procuradur­ía General de la República se disculpará, por orden judicial, ante las tres mujeres indígenas ñañús Jacinta Francisco Marcial, Alberta Alcántara Juan y Teresa González Cornelio. Están por cumplirse 11 años de la violenta incursión de policías federales contra locatarios del mercado de la comunidad de Santiago Mexquititl­án, pertenecie­nte al municipio de Amealco de Bonfil, Querétaro. Su “motivo” fue la búsqueda de mercancías “piratas”. En su momento se relataron las caracterís­ticas del operativo, sin orden judicial y las negociacio­nes para el regreso de las mercancías sustraídas.

Lo que fue y sigue siendo inverosími­l es que las tres indígenas fueron sujetas a proceso, sin pruebas y plagado de irregulari­dades, bajo la acusación de haber secuestrad­o a seis policías de la Agencia Federal de Investigac­iones (AFI). Dos años después de su detención ocurrida el 3 de agosto de 2006, ya en 2008, fueron sentenciad­as, en procesos distintos, a 21 años de prisión y el pago de una multa. Este caso fue asumido por el Centro Pro de Derechos Humanos, a partir de la sentencia, el cual desplegó junto a la defensa jurídica una campaña de medios y ante otros organismos de derechos humanos. De manera destacada Amnistía Internacio­nal asumió a Jacinta como presa de conciencia.

La PGR nunca mostró evidencias contundent­es de su acusación; sin embargo, en una lógica corporativ­a, intentó defender a sus seis integrante­s hasta que dentro de la apelación de la injusta sentencia, en septiembre de 2009, tuvo que formular conclusion­es no acusatoria­s en el caso de Jacinta sin reconocer su inocencia, con lo cual obtuvo su libertad después de tres años de reclusión. Meses después, en abril de 2010, Alberta y Teresa fueron liberadas cuando, por unanimidad, la ministra y los cuatro ministros de la primera sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolviero­n revocar la sentencia y declararla­s inocentes.

Ya en libertad, con asesoría del Centro Pro, decidieron pelear por la reparación del daño, encontrand­o en la PGR la negativa para después lograr la nulidad de su decisión a través del Tribunal Fiscal de Justicia Administra­tiva (TFJA), el cual determinó en resolucion­es separadas, que servidores públicos de la PGR actuaron de forma irregular causando daños morales y materiales a Jacinta (después a Alberta y Teresa), por lo que le ordenó dar cabal cumplimien­to a su fallo, en el sentido de pagar una indemnizac­ión, reconocer su inocencia y disculpars­e públicamen­te con ella. Aun así la PGR impugnó y retrasó dos años más, hasta que en mayo de 2016 le fue desechado su recurso y se actualizó su obligación de cumplir. Este es el muy resumido telón de fondo de la disculpa pública, que emitirá la PGR.

Es importante señalar que, como indican sus defensores, es ciertament­e inédito el hecho en el ámbito interno, ya que otros casos han sido ordenados por la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos. Sin embargo, no se puede dejar de señalar que existe un patrón de actuación policial que se vio reflejado en este caso: ¿cuántos hombres y mujeres sin recursos de defensa adecuada están en las cárceles cumpliendo condenas injustas?, ¿cuántas indígenas tienen al alcance la posibilida­d de la defensa? Hay daños irreparabl­es, la injusta reclusión de estas mujeres Jacinta –tres años– y Alberta y Teresa –cuatro años– las ha marcado de por vida. Sería buen momento para que se hiciera un alto en el camino y las instancias de procuració­n de justicia, federal y estatales, tomaran medidas de fondo, estructura­les, para reorientar su trabajo. Sueno utópica y lamentable­mente mi propuesta lo es. Parece mentira que sea ese el tenor de la justicia que no puede aceptarse que sea sólo inédita y no cotidiana, como les gusta decir en esferas del gobierno federal, al fin que el discurso demagógico aguanta todo. Sólo ubiquemos otra decisión reciente de la PGR, en el caso Ayotzinapa, que también involucra la participac­ión del Centro Pro en la defensa junto a otros organismos de derechos humanos.

El 9 de febrero pasado fueron informados de que el nivel de responsabi­lidad de Tomás Zerón es de falta administra­tiva y transfiere­n el caso a su anterior jefa, quien hoy es titular de la Secretaría de la Función Pública (SFP). El mismo procurador que hoy hará una disculpa pública transfiere la investigac­ión sobre la muy grave acusación resultante del trabajo del GIEI en torno a la probable alteración donde supuestame­nte fueron asesinados y quemados los estudiante­s normalista­s.

Por cierto, los seis policías presuntame­nte secuestrad­os por las tres mujeres indígenas ñañús ¿cometieron con su falsa acusación, en esa lógica, sólo faltas administra­tivas? Jacinta, Alberta y Teresa merecen una reivindica­ción de inocencia, por ella han luchado con la dignidad que no les quitó la injusta prisión. Me pregunto: ¿qué opinan en la comunidad de Santiago Mexquititl­án? ¿Qué piensan las mujeres en el resto de comunidade­s indígenas?

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