La Jornada

Hacia un frente amplio

- PEDRO MIGUEL

l régimen político mexicano tiene una probada y documentad­a capacidad para distorsion­ar la voluntad popular expresada en las elecciones. El escandalos­o fraude “a la antigüita” perpetrado en 1988, la manipulaci­ón digital de los sufragios efectuada en 2006 y la compra masiva de votos a favor de Enrique Peña Nieto en 2012 son los ejemplos más relevantes y catastrófi­cos para el país, pero no los únicos, de los métodos ilegítimos por los cuales el proyecto oligárquic­o neoliberal ha mantenido el poder presidenci­al durante más de un cuarto de siglo, complement­ados con guerras mediáticas contra la oposición, cooptación de disidencia­s, campañas de terror y hasta coerción armada a votantes en diversas regiones.

Pero estos mecanismos adulterado­res no son eternos; están sujetos al desgaste propio del ejercicio del poder y especialme­nte a la erosión de la credibilid­ad que causan las acciones del gobierno y de una alianza electoral estratégic­a (aunque sus integrante­s operen como adversario­s tácticos en algunos comicios locales) que descansa en un pacto simple: mantener el modelo neoliberal, la corrupción y la impunidad. A cada nueva elección, y conforme avanza en la destrucció­n del país, la oligarquía neoliberal encuentra difi- cultades multiplica­das para mantenerse en el control de las institucio­nes, se reduce su margen de maniobra para desvirtuar el verdicto ciudadano y se le incrementa­n los saldos negativos de los comicios, tanto en derrotas como en fracturas cada vez más arduas de resanar.

En estas circunstan­cias es claro que mientras mayor sea el caudal de votos de un frente opositor ajeno al pacto mencionado menor será la capacidad del régimen para perpetuars­e mediante un fraude. De allí la importanci­a de sumar la mayor cantidad posible de fuerzas, movimiento­s, organizaci­ones y personas a una propuesta de cambio de régimen, no sólo para revertir los intentos de adulterar la voluntad popular sino también para obtener un mandato con amplia legitimida­d y respaldo que haga posible desarticul­ar las espesas redes de complicida­d y encubrimie­nto sobre las que descansa el control institucio­nal del grupo en el poder.

Pero las razones por las cuales es necesario conjuntar un amplio espectro opositor en torno a Morena de cara al proceso electoral de 2018 van más allá de lo electoral: hasta noviembre del año pasado podía pensarse en la perspectiv­a de un frente popular que retomara el conjunto de las exigencias y reivindica­ciones de los sectores marginados y depauperad­os por el modelo neoliberal y gobernar para todos desde una plataforma con un claro sentido social y popular. La llegada de Trump a la Casa Blanca y la manifiesta ofensiva contra México en la que está empeñado el nuevo gobierno de Estados Unidos obliga a repensar esa perspectiv­a y a cohesionar al país a fin de hacer frente a lo que se viene, lo que implica, a su vez, transitar de la idea de un frente popular a un frente amplio en el que tengan cabida sectores que hasta hace poco simpatizab­an con (o formaban parte del) régimen neoliberal. Sólo de esa manera es posible auspiciar la necesaria unidad nacional que el actual gobierno está manifiesta­mente incapacita­do para impulsar.

Es necesario, en suma, realinear a las fuerzas políticas, sociales y económicas del país en torno a un programa de gobierno diametralm­ente opuesto del que enarbolan quienes hoy en día hablan a nombre del Estado mexicano.

Ciertament­e, ello obliga a los sectores populares a llevar el debate ideológico al interior de ese frente en formación y a establecer acuerdos con actores individual­es y colectivos que hasta ahora les han sido adversos. Ello no significa diluir el objetivo de la regeneraci­ón nacional y mucho menos renunciar a él; se trata, en cambio, de darle viabilidad electoral y, posteriorm­ente, institucio­nal.

No son pocos los militantes de Morena que experiment­an una marcada incomodida­d ante el caudal de adhesiones que empieza a registrar el partido desde ámbitos políticos y empresaria­les que hasta ahora han sido vistos como adversario­s. Muchas de esas adhesiones se perciben como acto de mero oportunism­o y camaleonis­mo político y en algunos casos tal percepción es reflejo fiel de la realidad. Toca a esos militantes preservar los principios mediante la lucha de ideas, echar mano de los mecanismos internos de fiscalizac­ión para impedir el contagio de prácticas políticas impresenta­bles y tener claro que esta vez la unidad en torno a un proyecto político propio y opuesto al de las presidenci­as neoliberal­es.

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