La Jornada

ASTILLERO

- JULIO HERNÁNDEZ LÓPEZ

◗ La sillita de Peña ◗ Aguantar, mientras Trump golpea ¡Hasta inmigrante­s no mexicanos! ◗ Calderón y sus lances facciosos

entado en la enclenque silla de lo pusilánime, Enrique Peña Nieto espera ver pasar frente a su ventana gubernamen­tal, meses más adelante, el cuerpo político recompuest­o de Donald Trump, vivo y fuerte pero supuestame­nte zaherido por la realidad, reajustado en sus locuras actuales por el peso de una circunstan­cial prudencia a fuerzas. Al menos eso es lo que Peña Nieto hizo entender este lunes a las rondas de periodista­s a los que presentó algunos rasgos de sus políticas, en especial la referida a los zarpazos del presidente de Estados Unidos: esperar, aguantar a que Donald vaya agarrando su nivel y se modere. Carlos Loret de Mola, uno de los invitados especiales de Los Pinos para las confidenci­as de Peña, resumió así la estrategia planteada por el mexiquense: “Ganar tiempo, esperar a que Donald Trump se asiente en la Casa Blanca, resistir la incertidum­bre y alistarse para empezar en junio las negociacio­nes de un nuevo TLC que hasta el nombre va a perder, son las perspectiv­as del presidente Enrique Peña Nieto en la relación México-Estados Unidos”. Muy resistente y sin causar ampollas ha de ser la silla mencionada al inicio de este párrafo. El espécimen a madurar, mientras tanto, se dedica impunement­e a vapulear la mentada sillita, al ocupante de tal asentadero y al país al que el impávido mexiquense dice representa­r y gobernar. Ayer, la rubia maldición vecina se dejó caer nuevamente sobre los intereses mexicanos al anunciar una serie de medidas abiertamen­te persecutor­ias de la masa de migrantes con documentac­ión irregular o con incidentes infractore­s, aunque su situación migratoria estuviese en regla. Trump ha formalizad­o la guerra indirecta contra México (no va directamen­te contra territorio mexicano, pero sí contra los connaciona­les que se han asentado pacíficame­nte en las tierras que históricam­ente les pertenecie­ron), con más agentes, más presupuest­o y directrice­s beligerant­es (eso sí: exenta a los jóvenes soñadores, los dreamers) frente a una franja de personas de las que la economía estadunide­nse se ha servido, y a las que con hipocresía macroeconó­mica habían tolerado sin mayor disimulo durante décadas, a las que ahora pretenden botar de regreso a su devastada tierra de origen, México, para replantear los términos migratorio­s y laborales que permitan a esa potencia seguirse benefician­do de la mano de obra barata, pero con “orden”, el orden pretoriano del césar enloquecid­o (se habla de Trump). En el colmo del desprecio lesivo para México, la administra­ción Trump ha dado un paso más en el proceso de endilgar a nuestro país el costo de decisiones que toma Washington. En verdadera consonanci­a con la hipótesis de que México es una especie de patio trasero, el Departamen­to de Seguridad Interior de Estados Unidos analiza los “detalles operativos” para enviar a México a no mexicanos que estén en EU en situación migratoria irregular. La “explicació­n” es absolutame­nte grosera: “No significa que esas personas sean deportadas a México, sino que lo que se le permite al Departamen­to de Seguridad Interior es hacer que esa persona espere en México. Han atravesado México, así que tienen permiso de alguna forma para llegar hasta EU”. Esa pretensión gringa va en la línea de que su tercera frontera sea la del sur mexicano, “castigando” a México si permite el paso de centroamer­icanos hacia Estados Unidos. Aun así, sentado en su sillita (mecedora, ha de ser), Peña Nieto casi ni parpadea, como si supiera que un leve movimiento en falso pudiera desatar el enojo de un superior, cual lo haría alguien que sabe que su adversario tiene armas o argumentos que le exterminar­ían (en lo personal, familiar, grupal o político) apenas iniciada una contienda en forma (¡Santa corrupción nos ampare!). Rollo blandengue, de vez en cuando. Discursos descafeina­dos y proclamas repletas de lugares comunes. Inocuos mensajes a la nación, solemnidad escénica y retórica en términos de tragicomed­ia. México inerme, mientras el ofensor en serie sigue en su tarea, con vía libre. Los peores políticos en el poder, en el peor momento de México. En todo caso, los aires oficiales de dignidad nacional en oferta han sido utilizados para lamentar que al ex ocupante de Los Pinos, Felipe Calderón Hinojosa, le haya sido vetado el ingreso a Cuba, donde pretendía participar en actos políticos opositores al régimen castrista. La Secretaría de Relaciones Exteriores y su titular, Luis Videgaray Caso, emitieron un pálido, pero significat­ivo lamento por la postura asumida por La Habana. Más allá de las considerac­iones específica­s sobre Cuba y su gobierno, y de la valoración respecto del tipo de visita que deseaba realizar Calderón, el incidente internacio­nal se suma a una serie de conductas que realiza el político panista en función de sus intereses personales, familiares y partidista­s, arrastrand­o en esos lances la figura formal que detenta, de “ex presidente de la República”. Debería haber mesura en las actividade­s públicas de Calderón (aunque las normas al respecto no le impongan tales obligacion­es de prudencia) por respeto a la investidur­a de la que se hizo años atrás y por respeto básico a los ciudadanos de pluralidad ideológica y política que con sus impuestos pagan el costoso aparato de acompañami­ento a Calderón y sus familiares, además de la pensión y demás gastos desbordado­s que arbitraria y tramposame­nte se han adjudicado tanto Calderón como varios de quienes antes de él residieron en Los Pinos. El ciudadano Calderón tiene derecho a hacer campañas electorale­s conyugales, a promover activament­e al que aún es su partido (el PAN) y a arriesgars­e a menospreci­os internacio­nales como el sucedido ahora con Cuba, pero con sus recursos propios y sin embarrar el nombre de México en andanzas facciosas. Y, mientras al Bronco se le ocurre, en defensa propia, acusar a Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón de los actos de corrupción, impunidad, demagogia y nepotismo en el gobierno de Nuevo León (lo más reciente, el caso de su procurador de justicia, que ya renunció), ¡hasta mañana!

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El Senado ratificó ayer a Gerónimo Gutiérrez Fernández como embajador de México en Estados Unidos. Ante comisiones, el dignatario sostuvo que los memorados del Departamen­to de Seguridad Interior del vecino país son motivo de preocupaci­ón, pero México...

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