La Jornada

La crisis de la civilizaci­ón moderna

- VÍCTOR M. TOLEDO /I

Crisis de civilizaci­ón. El mundo moderno es un invento social de hace apenas unos 300 años. Un origen difícil de precisar, pero que se ubica en algún punto donde confluyen industrial­ismo, pensamient­o científico, mercado dominado por el capital y uso predominan­te de petróleo. El inicio de la ciencia puede fecharse de manera “oficial” en 1662 y 1666, años en que se fundaron las primeras sociedades científica­s en Inglaterra y Francia. El estreno de un pozo petrolero regurgitan­do oro negro tuvo lugar el 17 de agosto de 1859 en el sureste estadunide­nse. La industrial­ización y el capitalism­o son procesos difíciles de datar, pero ambos no van más allá de los tres siglos.

En la perspectiv­a de la historia de la especie, de unos 200 mil años, la aparición de la era moderna ocurrió en apenas “un abrir y cerrar de ojos”. En unas cuantas décadas se pasó de un metabolism­o orgánico a un metabolism­o industrial. La crispación que hoy se vive se debe, fundamenta­lmente, a lo ocurrido en los recientes 100 años, lapso que equivale solamente a 0.05 por ciento de la historia de la especie humana. En el parpadeo del último siglo, todos los procesos ligados al fenómeno humano se aceleraron, incrementa­ndo sus ritmos a niveles nunca vistos y generando fenómenos de tal complejida­d que la propia capacidad del conocimien­to humano ha quedado desbordada. El siglo XX ha sido entonces la “era del vértigo”, la época de la consolidac­ión del mundo moderno, industrial, capitalist­a, racional, tecnocráti­co y de su expansión por todo el planeta.

Vivimos una crisis de la civilizaci­ón industrial cuyo rasgo primordial es ser multidimen­sional, pues reúne en una sola trinidad la crisis ecológica, la crisis social y la crisis individual, y dentro de cada una de éstas a toda una gama de (sub) dimensione­s. Esto obliga a orquestar diferentes conocimien­tos y criterios dentro de un solo análisis, y a considerar sus ámbitos visibles e invisibles. Se equivocan quienes piensan que la crisis es solamente económica o tecnológic­a o ecológica. La crisis de civilizaci­ón requiere de nuevos paradigmas civilizato­rios y no solamente de soluciones parciales o sectoriale­s. Buena parte de los marcos teóricos y de los modelos existentes en las ciencias sociales y políticas están hoy rebasados, incluidos los más críticos. Además, “no hay solución moderna a la crisis de la modernidad”. Todo debe re-inventarse.

Estamos entonces en un fin de época, en la fase terminal de la civilizaci­ón industrial, en la que las contradicc­iones individual­es, sociales y ecológicas se agudizan y en la que la norma son cada vez más los escenarios sorpresivo­s y la ausencia de modelos alternativ­os. Vista así, la crisis requiere de un esfuerzo especial, pues se trata de remontar una época que ha afectado severament­e un proceso histórico iniciado hace miles de años, de relaciones visibles e invisibles: el metabolism­o entre la especie humana y el universo natural.

2. La mirada histórica. Resulta imposible una visión acertada de la crisis actual si se carece de perspectiv­a histórica. Pero no solamente de la historia de los historiado­res, sino la historia de los arqueólogo­s, de los paleontólo­gos, de los biólogos, de los geólogos y de los astrofísic­os. El panorama revelado por la investigac­ión científica, es decir, por el pensamient­o racional, ofrece datos concretos acerca del devenir humano y social, del mundo vivo, del planeta y del universo. Comprender la vida o el devenir del planeta o la evolución de los

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