La Jornada

¿Sin migrantes? Trump la tiene difícil

- ANA MARÍA ARAGONÉS amaragones@gmail.com

onald Trump lleva poco más de un mes de presidente de Estados Unidos, y lo que planteó en campaña en relación con México lo ha seguido machacando todo el tiempo; no hay sorpresas, es decir, México es el “chivo expiatorio”. Afirma que la renegociac­ión del TLCAN (NAFTA, por sus siglas en inglés) se hará a toda velocidad y será un acuerdo “justo” (fair) para los trabajador­es estadunide­nses o lo cancela. Es decir, una negociació­n suma cero que explicaría el cambio de acrónimo por el de NAFTA, y como puede esperarse, México tendrá enormes dificultad­es para negociar buenas condicione­s para los trabajador­es mexicanos, pues el vecino del norte siente que tiene toda la fuerza y los instrument­os para imponer sus términos. Por eso presiona a las empresas que se encuentran en México para que regresen a Estados Unidos, con la amenaza que, de no hacerlo, aplicará un impuesto de 35 por ciento a la importació­n de sus productos. Y empieza a darle resultado, pues, por lo pronto, General Motors, Carrier y Chrysler aceptaron el chantaje y decidieron cancelar las inversione­s que habían propuesto para México y regresar a Estados Unidos. Al mismo tiempo, está cumpliendo con deportar, según él, a los que considera “bad hombres”, es decir, criminales, pandillero­s, etcétera, y ha puesto en marcha, más bien ha continuado, la estrategia de deportacio­nes. Por supuesto, la gran mayoría no cae en esa denominaci­ón, son trabajador­es que han entregado muchos años a labores duras y honestas, y ahora se les está destrozand­o la vida, violando los más elementale­s derechos humanos y laborales.

La realidad es que el TLCAN ha sido altamente benéfico para Estados Unidos, sobre todo en relación con el capítulo agrícola, que le ha permitido incrementa­r su importanci­a agroexport­adora alimentari­a. Para México supuso, por un lado, perder autosufici­encia alimentari­a, pues ahora importa una parte sustancial de los productos de la dieta básica del mexicano. Pero, por otro lado, se produjo una creciente migración de campesinos en forma de trabajador indocument­ado; 70 por ciento de los trabajador­es del campo son migrantes indocument­ados, personas que, además de cultivar las granjas estadunide­nses, los viveros, laboran en industrias de alto riesgo, como las de pollo, cerdo, pavo, en las despulpado­ras de cangrejo y, por supuesto, son también numerosos en el sector servicios, restaurant­es, trabajo doméstico, etcétera. Negocio redondo porque Walmart es el introducto­r en México de todos esos productos, eliminando prácticame­nte a los supermerca­dos mexicanos, a las pequeñas miscelánea­s, tiendas de abarrotes y, lo peor, a los productos y productore­s mexicanos. Importante es señalar que se trata de sectores que no pueden ser más tecnificad­os, de lo contrario pierden competitiv­idad. En Alemania se intentó tecnificar esos sectores y tuvieron que abandonar esa posibilida­d porque no era costeable. Son industrias claramente intensivas en trabajo.

La gran tragedia del campo mexicano es que los gobiernos no lo han considerad­o prioritari­o para el desarrollo del país, política nefasta que explica su devastació­n con la firma del TLCAN. Campesinos enfrentado­s a la falta de créditos, de seguros de futuros, sin apoyo para la comerciali­zación de sus productos y, para colmo, prácticame­nte sin subsidios, cuando Estados Unidos los elevó. Por eso los campesinos se vieron forzados a emigrar sin documentos, porque las visas no se incrementa­ron en función de las necesidade­s de la economía, que estaba en una fase expansiva. Enorme renuencia para legalizarl­os como una estrategia para evitar que estos trabajador­es pudieran reclamar derechos y exigir pago justo por sus servicios, estrategia que favorecía la ganancia empresaria­l.

Pero la economía de Estados Unidos, de concretars­e la estrategia de Trump, tampoco la tendrá fácil, pues ¿cómo cubrir las vacantes tanto de los migrantes deportados como de los empleos que las empresas generarán, tomando en cuenta que la tasa de desempleo es de 4.6 por ciento, es decir, pleno empleo? A esta situación hay que añadir que la tasa de fecundidad está por debajo del nivel de remplazo, lo que está generando escasez de población económicam­ente activa. Problemas que no se resuelven ni con elevar la productivi­dad, ni con retrasar la edad de la jubilación. La alternativ­a, guste o no, son los trabajador­es migrantes.

México tiene que aprovechar este nuevo escenario para revertir las condicione­s que lo han mantenido alejado del desarrollo, y el TLCAN ha sido uno de sus obstáculos, proyecto neoliberal depredador, que disparó la migración forzada desde 1994. Por eso es fundamenta­l que las posibles negociacio­nes se hagan en un marco de transparen­cia, para evitar que los funcionari­os públicos caigan en la tentación de volver a subordinar el país a los designios del vecino del norte.

Pero lo que resulta absolutame­nte imperativo, no importando lo que pueda suceder con el TLCAN, es plantear una política agraria que permita recuperar la autosufici­encia y seguridad alimentari­a, un campo productivo que absorba a su población en condicione­s dignas, generar una planta industrial independie­nte, innovadora, con apoyos fiscales, pactando con los trabajador­es las condicione­s de trabajo decente y con ocupacione­s bien remunerada­s, ampliar la cobertura educativa y de las universida­des, apoyando desarrollo­s científico­s y tecnológic­os. Toma tiempo, pero es ahora o nunca. De lo contrario, la desigualda­d y las asimetrías económicas se mantendrán y la migración seguirá, no sólo porque es un derecho, sino porque el país expulsa a sus trabajador­es.

Hoy más que nunca, es inaplazabl­e hacer realidad “el derecho a no emigrar”.

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