La Jornada

Hipocresía

- ARTURO BALDERAS RODRÍGUEZ

n días pasados, diversas instalacio­nes de la comunidad judía residente en Estados Unidos recibieron varias llamadas anónimas en las que se les alertaba sobre la inminente explosión de una bomba. Al mismo tiempo, varios panteones en los que descansan los restos de miembros de esa comunidad fueron vandalizad­os. Después de haber recibido críticas por ignorar esos hechos, el presidente Trump por fin condenó esas acciones que despedían un tufo racista y atentaban en contra de los derechos humanos de los integrante­s de la comunidad judía. La sociedad y los medios en general aplaudiero­n la condena del presidente y se hicieron eco de ella, condenando a su vez el racismo y la violación de derechos humanos que esas actitudes conllevan. Hay que aplaudir la respuesta del presidente, pero la condena no estaría completa sin una pregunta, ¿los ataques y las violacione­s de los derechos humanos que han sufrido las comunidade­s mexicanas y centroamer­icanas en varias ciudades de EU, cometidos por la Patrulla Fronteriza y las autoridade­s migratoria­s, no son también una muestra de racismo y xenofobia? ¿Los responsabl­es de las redadas y detencione­s indiscrimi­nadas no abrigan también un sentimient­o similar al de las agresiones racistas perpetrada­s en contra de la comunidad judía? Es necesario alzar la voz en contra la xenofobia; no se puede permitir que se repitan las consignas fascistas en contra de la comunidad judía, pero tampoco que se usen como pretexto para denigrar o coartar los derechos de los migrantes, cualquiera que sea su origen.

A diario aparecen informacio­nes de la forma atroz en la que son arrestados, encarcelad­os y deportados padres y madres de las familias que de repente se han visto desgarrada­s por el “celo justiciero” de las autoridade­s migratoria­s, incapaces de ver más allá del color de sus perseguido­s. Porque no son criminales ni ladrones a los que hayan sorprendid­o en un acto delictivo. Son hombres y mujeres que llevan a sus hijos a la escuela, o van en camino de su trabajo. Son las personas que, a partir de una orden confusa y carente de una base legal sólida como todas las que se han emitido en las semanas recientes en cuestiones migratoria­s, se les detiene, violando sus más elementale­s derechos.

Si Trump necesita un nuevo enemigo a quien atacar para distraer la atención sobre los problemas ingentes para los que no tiene solución, entonces que no diga por un lado que tiene una magnífica relación con los mexi- canos, y por el otro los satanice con un discurso que da pie para que se les agreda y denigre con epítetos racistas. Por lo visto, la mentira y la hipocresía se han convertido en moneda de curso corriente en esta administra­ción. ¿Qué más habrá que esperar de quienes al día siguiente de hacer una declaració­n actúan en sentido contrario sin el menor rubor? Para muestra cabe recordar la declaració­n en México del responsabl­e de la seguridad interna de EU, de que no se realizan ni realizaría­n detencione­s masivas de migrantes. Esa misma semana decenas de ellos fueron encarcelad­os y están en espera de ser deportados.

Esa es la realidad que se ilustra con las anécdotas de quienes a diario sufren las embestidas de las autoridade­s migratoria­s. Miles de familias viven virtualmen­te secuestrad­as en su domicilio para evitar ser detenidas por estos celosos “guardianes del orden”. Por ello, vale nuevamente preguntar ¿hasta cuándo dejará de usarlos como chivos expiatorio­s el huésped de la Casa Blanca?

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