México, un necesario gran cambio social democrático
muy difundida: salvar las conversaciones y los contactos, antes que las cuestiones de sustancia.
Una de las conclusiones que se derivan de lo anterior es el hecho de que los mexicanos no sólo quieren ser farol del exterior y oscuridad de su casa, pensando con razón que son las instituciones y la solidez de las prácticas internas los que le otorgarán mayor solidez y respetabilidad en el exterior, y que de ninguna manera es posible seguir con el desprestigio universal ganado por nuestras costumbres políticas y morales internas, y al mismo tiempo enderezar nuestro prestigio internacional. Convincente o no, tal es el razonamiento y sentimiento de una mayoría de mexicanos. Trabajar y salvarnos en los dos planos.
Hemos dicho en escritos anteriores, en coincidencia con otros comentaristas, que tal vez el punto fundamental del cambio en nuestra política exterior es el de llevar a cabo, pero en serio, la diversificación, que nos otorgaría flexibilidad y posibilidad de iniciativas nuevas en lo que hemos estado muy limitados, justamente por nuestro vínculo unilateral y hasta unidimensional con una sola potencia, que nos hace sufrir una dependencia excesiva. Sí, se me dirá que tenemos ya variedad de acuerdos con países de muchas regiones del mundo, pero el hecho es que no hemos efectuado en la práctica esa diversificación, sino en grado muy menor. Me supongo que, en efecto, es mucho más sencillo desarrollar relaciones comerciales con el gigante a nuestro lado, con todas las dificultades y efectos negativos que tarde o temprano surgen. Pero precisamente por tales dificul-