EL VUELO DE LOS ZOPILOTES, UNA LECCIÓN DE SABIDURÍA
En las últimas horas de esta hermosa tarde que ya quiere ser primavera, desde el jardín de mi casa observo el silencioso y armónico vuelo de un grupo de ocho o 10 zopilotes sobre la parte más alta de las milenarias, agrestes y mágicas montañas de Tepoztlán.
Estos grandes maestros del vuelo, magníficos guerreros sobrevivientes de mil batallas de la evolución, pueden pasar horas suspendidos en el espacio sin mover las alas, sin hacer el menor esfuerzo pueden ir adonde quieran aprovechando las corrientes naturales del aire y los flujos cálidos ascendentes para mantenerse arriba.
Observo y escucho atento su mensaje. En su sabio vuelo también aprovechan las corrientes naturales de la vida y se alimentan de los restos donde la vida decae y prestan con ello un gran servicio de limpieza a las calles de su barrio.
Observo y escucho atento su mensaje. Y al final de esa tarde, el hacedor de estrellas y pintor de atardeceres despliega sus mágicos pinceles de luz creando una sinfonía de pigmentos rojos y anaranjados sobre el azul oscuro del cielo de esta tarde que termina.
Los zopilotes al terminar la coreografía de su elocuente conferencia de vida, allá en lo más alto se agrupan y se van en una misma dirección a refugiarse de la noche, donde sólo ellos saben. Yo me quedo en profundo silencio, lleno de esa sabiduría de vuelo y sintiendo alas nuevas que ahora conocen el secreto de vivir.