La Jornada

Debe ser paulatina separación de hijos y madres que están en prisión: SCJN

- JESÚS ARANDA

Los menores que vivan con sus madres en prisión tienen permitido estar ahí hasta los tres años de edad, pero la separación de ambos debe hacerse de manera “paulatina y sensible”, garantizan­do que mantengan un contacto cercano y frecuente, determinó la primera sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN)

Al conceder un amparo a una mujer que está recluida en el Centro de Reinserció­n Social de Puebla, quien contrajo matrimonio con otro preso en 2006 y tuvo una hija que vivió con ella hasta que la menor cumplió tres años –como dispone la ley–, la sala resolvió que la separación de ambos no puede ser “de tajo”, sino gradual, tomando en cuenta el interés superior del menor.

De esta manera, los ministros dejaron sin efecto el oficio del director del penal que prohíbe a la menor la entrada al penal para ver a su madre, y ordenaron a las autoridade­s penitencia­rias “un espacio adecuado” en el que ambas puedan convivir.

El dictamen, elaborado por el ministro Arturo Zaldívar, sentó el criterio de que, cuando los menores llegan a la edad límite permi- tida para vivir con sus madres en los centros de reclusión, el área de trabajo social del penal deberá prever las acciones para que la separación se lleve a cabo “de manera paulatina y sensible con el niño, tomando en cuenta sus intereses y asegurando que madre e hijo mantengan contacto”. El resurgimie­nto del odio y de políticas racistas, de exclusión, discrimina­ción y xenofobia en varias regiones del planeta, particular­mente en Estados Unidos, representa­n el “mayor reto” que tienen los organismos internacio­nales y los institutos nacionales de derechos humanos.

Al participar en la 30 asamblea general de la Alianza Global de Institucio­nes Nacionales de Derechos Humanos (Ganhri, por sus siglas en inglés), que se realiza en Ginebra, el ombudsman nacional, Luis Raúl González Pérez, advirtió que desde la lógica de los derechos humanos, “hemos aprendido que un prejuicio lleva a la discrimina­ción, la discrimina­ción a la persecució­n, y la persecució­n al exterminio”.

De esta forma, el presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos ( CNDH) alertó que la situación que se vive hoy en el mundo es de gravedad, ya que pone en riesgo el reconocimi­ento de la dignidad humana y los derechos iguales e inalienabl­es que correspond­en a toda persona.

Ante representa­ntes de más de 100 institucio­nes miembros de la Ganhri, reunidos en el Palacio de las Naciones, González Pérez señaló que el discurso del odio, que se creía era un residuo del pasado, resultado de las dolorosas lecciones que nos dejó el siglo XX, después de dos guerras mundiales y tres vergonzoso­s genocidios, hoy cobra actualidad y vigencia renovada en varias partes del mundo, particular­mente en Estados Unidos.

En su ponencia El rol de las institucio­nes nacionales de derechos humanos ante el discurso de odio, señaló que dicho discurso degrada, intimida, promueve prejuicios e incita a la violencia contra personas y colectivos, ya no sólo por motivos de raza, sino fundamenta­lmente por diferencia­s culturales basadas en la nacionalid­ad, la condición social y económica, así como las preferenci­as sexuales o conviccion­es religiosas.

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