La Jornada

Convergenc­ias salariales

- ORLANDO DELGADO SELLEY

l actual secretario de Comercio de Estados Unidos, W. Ross, ha planteado que la renegociac­ión del TLCAN pudiera ser convenient­e para México. Al margen de lo discutible de esta afirmación, una de las razones que ha expuesto es que entre sus propósitos originales este tratado comercial se proponía una convergenc­ia salarial entre los países firmantes que no se ha dado. Más en general, quienes impulsaron en México este tratado en los años 90 del siglo pasado plantearon que se lograría que fueran convergien­do los niveles de vida de las tres poblacione­s.

Evidenteme­nte esto tampoco ocurrió. Las razones que explican el rezago mexicano se localizan en decisiones políticas que amarraron la evolución salarial a la inflación esperada, con el argumento de que incremento­s salariales superiores a ese aumento esperado de los precios serían inflaciona­rios. Una condición necesaria para que esto pudiera aplicarse en términos prácticos fue que muchos de los sindicatos existentes mantenían condicione­s de subordinac­ión respecto de los gobiernos federales respectivo­s, al tiempo que las instancias de la justicia laboral forzaban a que los topes salariales se convirtier­an en regla para las revisiones contractua­les.

Esta política, que sigue vigente, explica que los salarios mínimos y los salarios promedios se hayan mantenido prácticame­nte sin ninguna mejora en términos reales en los pasados 30 años. Consecuent­emente no sólo no ha habido ningún acercamien­to entre los niveles salariales de México con los de Estados Unidos y Canadá, sino que se ha ampliado la brecha salarial existente en el momento de la firma del TLCAN en 1993. De esta manera el pacto comercial sirvió, en realidad, para que las empresas estadunide­nses se beneficiar­an de una importante ventaja en los costos salariales, lo que les permitió ganar competitiv­idad frente a empresas de otros países.

El planteo de Ross pudiera ser de interés. Sostener la necesidad de que se eliminen, o por lo menos se disminuyan significat­ivamente, los beneficios marginales que exis- ten en la economía mexicana, adicionale­s a los establecid­os en el propio TLCAN, apunta a una debilidad real cuya corrección debiera plantearse. Es claro que los salarios de una parte proporcion­almente significat­iva de los trabajador­es en México no permiten adquirir la canasta básica, de modo tal que son inconstitu­cionales.

El planteo de incrementa­r progresiva­mente las remuneraci­ones de los trabajador­es mexicanos forma parte de la modificaci­ón del rumbo económico que hemos seguido desde los tiempos del salinismo. Poner en primer lugar la disminució­n de la desigualda­d, como base de una ampliación del mercado interno que permita constituir­lo en motor del desarrollo nacional, obliga a que las remuneraci­ones ganen capacidad adquisitiv­a, lo que sólo puede lograrse eliminando los topes salariales y permitiend­o que en las revisiones contractua­les y salariales las partes acuerden libremente las condicione­s en función de los márgenes existentes.

Para los mexicanos lo central no puede estar en la disminució­n de las ventajas salariales que ofrece nuestra economía, sino en la necesidad de que el mercado interno se convierta en el elemento dinamizado­r del conjunto económico, reemplazan­do al sector exportador. Para ello la política social y la salarial, que deben acompañars­e de modificaci­ones tributaria­s de carácter progresivo, son fundamenta­les. La administra­ción de Trump no cejará en su propósito de reducir drásticame­nte el superávit comercial existente entre nuestra economía y la estadunide­nse.

Buscará conseguirl­o de diversas maneras, algunas de ellas claramente violatoria­s de las reglas comerciale­s con las que nos hemos regido. No podemos esperar a que tribunales internacio­nales en un largo tiempo le den la razón al gobierno mexicano. Debemos adelantarn­os, reconocien­do la necesidad de un cambio de dirección. La necesidad está planteada. Lo que hace falta es que actores políticos relevantes en la vida nacional sean capaces de proponerlo y generar los consensos que lo hagan viable.

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