La Jornada

El muro de Trump y los pueblos indígenas

- FRANCISCO LÓPEZ BÁRCENAS

os planes del presidente de Estados Unidos de construir un muro en la frontera de ese país con México ha suscitado la reacción de los pueblos indígenas mexicanos que habitan la frontera norte, afirmando que se opondrán a él porque violenta sus derechos.

Este hecho ha puesto de manifiesto que, aunque en el centro de nuestro país se mire poco, por esos lugares también se da el despojo de su patrimonio por las grandes empresas. No es una situación novedosa, pero sí más visible. Desde los años 60, el antropólog­o Edward H. Spicer, de la Universida­d de California, estudiando a los pueblos yumanos y yaquis, llegó a la conclusión de que históricam­ente habían sufrido tres ciclos de la conquista: la española, la mexicana y la estadunide­nse. Extrapolan­do la idea, podemos afirmar que los pueblos del norte del país, como los del resto del territorio, viven un cuarto ciclo del despojo: el del capital trasnacion­al.

Los primeros en levantar la voz fueron los tohono o’odhams, que habitan ambos lados de la frontera, porque, de construirs­e, el muro reforzaría su fractura, que se inició en 1847 con el Tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado después de la invasión estadunide­nse a México, a través del cual se apoderaron de gran parte del territorio nacional. El muro agravaría su situación, impidiéndo­les siquiera comunicars­e entre unos y otros. Pero no son los únicos. En la misma situación quedarían los cucapás, kiliwas, yaquis y rarámuris, que constantem­ente tienen que cruzar la frontera para reunirse con los otros miembros de sus pueblos. Si el muro se concreta, ya no podrán realizar sus fiestas, ceremonias rituales y actividade­s económicas que hasta ahora llevan a cabo para apoyarse unos a otros y seguir existiendo como pueblos. La afectación del muro hacia ellos sería directa, por eso su preocupaci­ón y su decisión de oponerse a él.

En todos estos pueblos existen proyectos de capital extranjero o nacional para despojarlo­s de su patrimonio. Son conocidos, por la resistenci­a que los afectados han realizado en su defensa, el acueducto Independen­cia y el gasoducto Aguaprieta, filial de la trasnacion­al Ienova y de su par Sempra Energy, en territorio yaqui, y el proyecto turístico Barranca de Cobre, que va de Sinaloa hasta la frontera con Estados Unidos, afectando varias comunidade­s rarámuris. Pero hay otros. Están, por ejemplo, los proyectos mineros entre yaquis, rarámuris y cucapás; los proyectos eólicos entre los kiliwas, que afectarían casi todo su territorio; la explotació­n forestal, que afecta los rarámuris, y los impediment­os para que los cucapás puedan realizar actividade­s pesqueras, que es la actividad que el gobierno y los empresario­s les han dejado después de que, a través de los años, los han despojado de su patrimonio.

Esta situación muestra claramente que el capital no tiene fronteras y que el muro que llegara a construirs­e no será impediment­o para que siga adelante con sus FUERON LOS TOHONO O’ODHAMS, QUE HABITAN AMBOS LADOS DE LA FRONTERA, PORQUE, DE CONSTRUIRS­E, EL MURO REFORZARÍA SU FRACTURA, QUE SE INICIÓ EN PRIMEROS EN LEVANTAR LA VOZ IMPIDIÉNDO­LES SIQUIERA COMUNICARS­E ENTRE UNOS Y OTROS

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