La Jornada

Adiós a Jesús Silva-Herzog

- JOSÉ M. MURIÀ

os vimos por última vez en el aeropuerto de Guadalajar­a, después de que aceptó mi invitación a dar una conferenci­a sobre los peligros de privatizar la industria petrolera que impartió en el patio central, completame­nte lleno, del ayuntamien­to de Zapopan.

Supe de él, por última vez, cuando llegó a El Torito, con una copa de más y no resistí la tentación de hablarle por teléfono para “echarle carrilla”, misma que recibió con su consabida jovialidad. Pero lo cierto es que lo he tenido muy presente en mis reflexione­s sobre la realidad mexicana contemporá­nea, tanto por lo que le oí decir en público o “en corto”, como por la influencia que él mismo ejerció en ella.

Lo he dicho repetidas veces y lo sostengo. Jesús debió haber sido presidente de México en vez de Ernesto Zedillo, y creo que así hubiera ocurrido de haber hecho caso de algunos amigos, como el suscrito, y no hubiera cometido el pecado de la obediencia.

Cuando dejó la embajada en España debió de haberse ido a su casa y no quedar al servicio de Salinas como Secretario de Turismo. Ahí lo habrían ido a buscar a la muerte de Colosio… Su idea era ponerle un cierto freno al neoliberal­ismo económico. ¡Cuánta razón tenía!

Por otro lado, me permito comentar que Puerto Vallarta todavía recuerda la conferenci­a que, siendo embajador en Estados Unidos impartió en un ciclo que ayudé a organizar. Hasta la fecha no ha tenido lugar con más asistentes. Aquel Camino Real, que ya no existe, tuvo que habilitar todo su espacio disponible para dar cabida a más de 1,200 personas que acudieron por su propia voluntad y sin más aliciente que el de oírlo.

Años después volvería y, tal vez, se hubiera repetido el aforo, pero ahora el local escogido no dio para más que unas ochocienta­s personas…

Mi primer contacto con él fue en el Distrito Federal, cuando quería salirse a jugar beisbol, y su padre, don Jesús, un verdadero ícono de la economía nacional y del México revolucion­ario, le reclamaba que mejor leyera para él. El pobre hombre vivió muchos años casi ciego.

Ante tal apremio, el entonces joven Chucho, descubrió en este vecinito, a la sazón de quinto o sexto de primaria, a un razonable lector substituto. Nunca entendí bien a bien los textos que leí pero al parecer si le servía mi empeño al patriarca. Fue mi primer trabajo intelectua­l remunerado, que por cierto no aparece en mi curriculum académico. En pago me hacía acreedor a un refresco “Mister Q” de limón.

La vida nos separó cuando regresé a Guadalajar­a, y no hubo ya encuentros en mis ulteriores estancias en la capital, aunque, por supuesto, siempre estuve atento a sus ires y venires.

No fue hasta que viajé con mucha frecuencia a España, siendo él embajador, cuando nos volvimos a encontrar y me nutrí sobremaner­a con su amistad. No puedo negar que la noticia de su muerte me afectó mucho.

Asimismo, me cuesta mucho trabajo aceptar que ya desapareci­ó, siendo que su vida fue sana, hizo ejercicio, cuidaba la figura, tenía solamente siete años más que yo y, sobre todo, podría seguir siendo muy útil a nuestra patria, más ahora que ésta no puede desperdici­ar a sus mejores hombres. ¡Jesús fue, sin aspaviento­s, un mexicano a carta cabal!

Tal vez mantener viva su idea de país pudiera enseñarnos un buen camino a seguir y a mejorar la ruta.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico