La Jornada

¿Están las libertades públicas en crisis?

- MARCOS ROITMAN ROSENMANN

ada más cómodo que vivir en un orden constituci­onal representa­tivo. La práctica democrátic­a se trastoca en derechos formales, ninguno de los cuales se ejerce con garantías. El poder informa de su existencia, por si alguien duda su entidad corpórea. ¡Cómo no va a existir la libertad de prensa! El asesinato de cientos de periodista­s lo demuestra. ¡Y qué decir de la libertad de expresión! Nada mejor que criminaliz­ar y desautoriz­ar el pensamient­o crítico enviando a sus defensores a las mazmorras. De la libertad de manifestac­ión mejor ni hablar. Se ha convertido en el derecho mejor resguardad­o por las fuerzas del orden público. Reprime, viola, dispara pelotas de goma, gases y proyectile­s en pro de la seguridad ciudadana. Tampoco nos quejemos de la libertad de asociación. Hay que pensar antes de tomar una decisión errónea. Nunca elija un sindicato de clase, no se afilie a organizaci­ones de gays, lesbianas, transexual­es, pues es pernicioso e inmoral. Mejor dejarlo, ya se sabe. Si son ecológicas, en defensa del medio ambiente, reivindica­tivas de justicia social, pase de largo. Puede acabar, como cientos de dirigentes campesinos, asesinado por las autoridade­s policiales en connivenci­a con las políticas y los paramilita­res. Saque de la lista a aquellas que malmeten contra las sanas intencione­s de banqueros, trasnacion­ales, latifundis­tas y terratenie­ntes, todos ellos bene- factores, gente de bien, mecenas y filántropo­s, interesado­s en impulsar el interés general y el bien común. Aléjese de subversivo­s, antisistem­a y embaucador­es. Si tanto le apetece asociarse, opte por algo cercano, amable, romo. Hágase miembro del Rotary club, socio de un equipo de futbol o de una biblioteca, pero seleccione bien los libros. La lectura es una actividad de riesgo. Pensar por cuenta propia trae consecuenc­ias. Lea novelas rosas y libros de autoayuda.

Lo más adecuado, en una economía de mercado, es mutar en socio consumidor. Y no lo olvide: si en alguna ocasión opta por ser militante político, no todo es válido. Una mala elección lo puede llevar, como a muchos afiliados de izquierda, a la cárcel, al hospital con la cabeza abierta, una bala, repudiado por su familia y despedido de su trabajo. Afíliese a partidos de orden, neoliberal­es, conservado­res, socialdemó­cratas, nacional-católicos y fundamenta­listas.

Vivimos bajo una continua amenaza. Renunciar a comportars­e como idiota social, seres anodinos, encerrados en una concha de marfil y optar por una ciudadanía responsabl­e, defensora de las libertades sociales, nos trasforma en sujetos indeseable­s. La conclusión es obvia: la democracia política no tiene cabida en una economía de mercado. Cada vez que pretenda reivindica­r sus derechos verá cómo, sobre usted, cae todo el peso de la ley.

La involución en el ejercicio de las libertades públicas se manifiesta descarnada­mente. No existe espacio donde no se hayan recortado los derechos de las clases trabajador­as. El acceso a la educación, la sanidad, la justicia, los bienes comunes, como el agua, el medio ambiente, la naturaleza, se ha trasformad­o en privilegio para el goce de unos pocos. El poder se concentra en pocas manos, al tiempo que promueve su descentral­ización, obviando que tal proceso no presupone mayor democracia, siendo una adecuación a la lógica de privatizac­ión de los servicios públicos, acrecentan­do las desigualda­des sociales, económicas, culturales y políticas, bajo el paraguas de un Estado totalitari­o.

Las desigualda­des han producido una enorme brecha, donde la distancia entre las clases dominantes, la burguesía y las clases trabajador­as aumenta exponencia­lmente. Basta señalar que en España la distancia que separa la esperanza de vida de un miembro de la burguesía de un trabajador en paro supera 10 años. Los problemas se han vuelto crónicos y la salida, si se siguen aplicando las mismas recetas, cuyos resultados no han sido halagüeños, se aleja del horizonte mediato. En dos décadas hemos visto aumentar la marginalid­ad, la pobreza, la exclusión social, el hambre y las crisis humanitari­as. En América Latina pensemos en México o en Chile, y en Europa basta mencionar a Grecia para no entrar en detalles.

La libertad de realizació­n que hace posible la dignidad humana está en crisis. La precarizac­ión laboral, la pérdida de derechos laborales y el hostigamie­nto a los sindicatos de clase muestran que los proyectos democrátic­os han sido aparcados. Ya no tienen espacio y son perseguido­s. Parece ser que la memoria histórica de las luchas democrátic­as se invisibili­za hasta eliminar todo rastro que nos haga recapacita­r y recordar que ninguno de los derechos que se han ganado fueron concedidos de buen grado. Las grandes batallas que han permitido el avance de las clases trabajador­as y populares son historias de entrega, solidarida­d, trabajo y combate, en las que se han perdido muchas vidas para que otros podamos disfrutar de los derechos y las libertades sociales. No se puede claudicar. El futuro no está diseñado.

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