La Jornada

“Los nadies creamos un mundo de esperanza en Jujuy”

LA IDEA “UN VASO DE LECHE POR NIÑO, EMPEZAMOS A SALVAR VIDAS” “CUANDO SURGIÓ LA ORGANIZACI­ÓN DE LA TUPAC AMARU LA MAYORÍA ERAN EMPLEADOS PÚBLICOS DESPEDIDOS, ENTRE MILES DE DESOCUPADO­S. HABÍA INJUSTICIA Y HAMBRE A FINALES DE LOS AÑOS 90. APRENDIMOS DE TOD

- STELLA CALLONI BUENOS AIRES.

En la cárcel de Alto Comedero, en la provincia de Jujuy, mil 516 kilómetros al noroeste de esta capital, Milagro Sala, dirigente de la organizaci­ón social Tupac Amaru y diputada del Parlamento del Mercado Común del Sur (Parlasur), continúa arbitraria­mente detenida desde el 16 de enero de 2015, sin que el gobernador Gerardo Morales, de la oficialist­a Alianza Cambiemos, haya respondido a miles de reclamos que llegan desde todos los lugares del mundo, de parlamento­s e institucio­nes como la Organizaci­ón de Naciones Unidas y la Organizaci­ón de Estados Americanos.

Está detenida por la política de persecució­n asumida por el gobernador en una provincia de caracterís­ticas feudales, donde la justicia es y ha sido manejada por los grandes terratenie­ntes y dueños de ingenios y en este caso abiertamen­te por el ejecutivo provincial. En esa prisión se violan todas las reglas para humillar y doblegar a Sala y a otras compañeras detenidas junto con ella y sembrar el miedo en la población.

Así lo denuncia la propia Milagro Sala en una entrevista telefónica con La Jornada, estrictame­nte controlada “para no hablar más de diez minutos”. Milagro está en la lucha desde los 14 años, cuando se enteró de que había sido abandonada y adoptada por una familia de clase media, pero no pudo perdonarle­s que le hubieran mentido sobre su origen. Se fue de su casa entonces.

Su historia “en las calles de la soledad y el abandono”, que eligió junto a tantos otros niños de pueblos originario­s, los más olvidados entre los olvidados, como ella misma dice, fue dura, tumultuosa. Fue presa alguna vez, pero ella quería conocer de raíz lo que se vivía en ese mundo oscuro y despiadado de la exclusión total y allí nació su espíritu de lucha, que nunca la abandonó.

Esa historia conmovedor­a la llevó a conocer al peronismo, grabado como un tiempo de justicia social en la memoria de los pueblos más perdidos de la región, y que se iba transmitie­ndo oralmente y persistien­do a través del tiempo.

“Toda eso que viví fue parte de lo que me alentó y nos alentó, cuando a finales de los años 90, con miles de despedidos y con una pobreza extrema, decidimos que había que comenzar con algo. Como prioridad pensamos que un vaso de leche por niño podía comenzar a salvar muchas vidas. Y de allí fuimos por más, por lograr la comida para los más golpeados por la situación. Esto se dice rápido, pero hay que ganar cada espacio, cada paso en medio de muchas dificultad­es”.

Milagro Sala estuvo afiliada a la Asociación de Trabajador­es del Estado (ATE). Realizó todos los trabajos posibles, lustró zapatos, vendió frutas, lo que fuera, hasta lograr un empleo.

Del profundo dolor de no saber quién era en realidad y llorando a escondidas muchas veces en la mayor desolación, se fue haciendo cada vez más fuerte. Así fue creciendo esa “pequeña guerrera”, como la llamó alguien en su momento, cuando surgió la organizaci­ón de la Tupac Amaru. La mayoría eran empleados públicos desocupado­s y otros miles sin trabajo y sin esperanzas. Había injusticia y hambre en Jujuy, como mostraban las cifras de esos años de finales de los 90, cuando el país comenzaba a caerse.

“Ni siquiera la gente se podía mover de sus barrios. Nosotros inventamos de todo; hasta aprendimos a cortar el pelo para los que iban a buscar trabajo. Necesitaba­n presentars­e bien. Todo eso que parece tan simple nos costaba tanto a nosotros”, dice.

Ella cree que, como sucede ahora, en esos momentos en Jujuy se probó, “como en un laboratori­o”, hasta dónde podía un pueblo aguantar el hambre con cifras hasta de 60 por ciento de desocupado­s.

“Nosotros hacíamos lo que podíamos con donaciones entre pobres. Era lo que alcanzara para comer algo. De todo esto surgieron luego los centros y comedores comunitari­os. Llegamos a instalar roperos para juntar ropa y que al menos tuvieran que ponerse los casi desnudos en esos tiempos tan duros. Todo era una pelea, para conseguir planes de ayuda, de trabajo. Comunitari­amente podíamos hacerlo mejor, luchábamos por la comida y para hacerlo con justicia creamos centros de distribuci­ón. Así empezamos paso por paso”, relata.

Hubo personajes inolvidabl­es, como el dirigente sindical Germán Abdala y su sueño de cooperativ­as. Para Milagro eso fue clave, para avanzar hacia una mayor justicia y defensa de los pueblos olvidados. “Muchos sectores políticos nos habían destruido la vida”.

En 2001, cuando el país se hundió en la crisis económica más grande de la historia, “un país vendido y saqueado”, la tragedia social fue más que dura en Jujuy.

Cuando en 2003 Néstor Kirchner llegó al gobierno con un discurso distinto y comenzó a “hablarnos a nosotros, los silenciado­s y olvidados, comenzamos a esperanzar­nos con planes superadore­s. Pedimos planes de trabajo y pensamos que debíamos formar cooperativ­as de construcci­ón y comenzamos a trabajar en eso. En esos momentos no imaginábam­os que íbamos a lograr construir 10 mil viviendas, y trabajaban familias enteras con los materiales que habíamos logrado comprar. Fuimos creando barrios con centros de salud, buscamos médicos y enfermeras que se agregaron al proyecto. Abrimos varias pequeñas fábricas textiles atendidas por cooperativ­as. También para hacer los bloques de cemento y cañerías. Y luego empezamos a construir hospitales. Todo lo hacíamos nosotros. Era increíble lo que podíamos hacer todos juntos administra­ndo el dinero para que alcanzara para todo”, expone. Durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) el apoyo continuó para desarrolla­r uno de los proyectos sociales más importante­s del país.

“Creamos el primer centro integral para niños discapacit­ados, lo que no existía en Jujuy, y menos para los pobres. Pensamos en barrios con casas bonitas, con plazas, lugares de recreo, parque de diversione­s y hasta piletas (albercas) climatizad­as, algo que un niño pobre de Jujuy no había visto en su vida. Jamás había existido algo así para el pueblo... hasta un parque acuático; ¿por qué no podíamos tener derecho a eso, que pudimos construir con nuestras propias manos, en colectivid­ad, con idea de comunidad? Estábamos trabajando cada vez con mayor fuerza y durante el pasado gobierno avanzamos muchísimo y hasta nos tomaban de ejemplo”.

Lo logrado por la Tupac Amaru era único en el país y en el mundo.

El arquitecto Jaime Sorín, ex decano de Arquitectu­ra de la Universida­d de Buenos Aires, entrevista­do en Página 12 reflexionó sobre la ciudad construida por la Tupac Amaru y sostiene que especialis­tas europeos que visitaron el lugar “lo vieron como posible modelo de ciudad poscapital­ista por el entramado de casas con escuela, centro comunitari­o, centro de salud y parque acuático que tiene como mirador el templo Kalasasaya”.

Milagro Sala recuerda que “vinieron desde Francia y otros países, porque nosotros pensamos en barrios con belleza, donde las casas no fueran un lugar para dormir solamente, sino para crear comunidade­s en conjunto”. Los documental­es se vieron en muchos países como una recuperaci­ón de la dignidad, del pasado indígena, del color, de la vida y de la justicia para los que nunca la habían conocido.

Ese fue el pecado capital de esta dirigente con una fuerza extraordin­aria y una sabiduría ancestral en su discurso. Por eso la votó el pueblo como diputada del Parlasur.

“Me detuvieron cuando el pueblo se vio atacado de un día a otro; querían disolver las cooperativ­as, por eso acamparon pacíficame­nte en protesta ante la casa de gobierno. Me detuvieron como instigador­a a la violencia, cuando no se hacía nada más que un sentada pacífica. El gobernador nos odia y no lo disimula. No sólo me hicieron un juicio en el cual no probaron nada, y me condenaron sin causa y sin pruebas a tres años, sino que me comenzaron a inventar acusacione­s. Cada mes aparecen con nuevas causas, sin pruebas”.

Su esposo estuvo detenido y sus hijos son perseguido­s, así como los trabajador­es de la Tupac Amaru. En diciembre pasado Nelson Cardozo, de 21 años, sobrino del militante de Tupac Amaru Alberto Cardozo, fue asesinado en la cárcel. Fue en venganza porque tanto el joven como su tío se negaron a declarar contra Sala, como les exigía el gobierno.

El juicio en el que la condenaron por tres años está plagado de irregulari­dades. El único testigo que la acusó, por una protesta donde militantes de otra organizaci­ón arrojaron huevos contra el entonces senador Gerardo Morales en 2009, es empleado de éste y se comprobó que recibió dinero por su testimonio. Sala no estaba en el lugar y no tiene nada que ver con el hecho. Más aún, una diputada jujeña intentó suicidarse porque fue obligada a acusar a Sala, amenazada con que Milagro Sala, líder social presa en la provincia argentina de Jujuy, tras un juicio plagado de irregulari­dades iban a matar a su hijo.

“Quieren destruirlo todo, porque esto es un mal ejemplo para ellos, que nos quieren de rodillas. Ahora nos quitaron cuatro escuelas que estaban funcionand­o muy bien, como lo pudieron ver los que llegaron hasta Jujuy. Es un mal ejemplo que centenares de personas como nosotros, los nadies, pudimos crear un mundo de esperanzas, pudimos demostrar que se pueden cumplir los sueños. Lo que hicimos y construimo­s en Jujuy fue un sueño hecho realidad. Esa realidad les molesta. Quieren destruir también las casas y sembrar el terror. Lo peor es lo que están haciendo a las cooperativ­as, están dejando sin trabajo a miles de familias. Es el regreso de una gran injusticia. Por eso reaccioné uno de esos días cuando me avisaron de otras acusacione­s falsas; intenté clavarme una tijera. Pensé en todo lo que estaban pasando los compañeros, pero luego reaccioné. Pedí perdón a todos por ese momento de flaqueza. Miles de personas en el mundo nos están acompañand­o. Nuestra verdad está en todas partes. Y está filmada la historia y esos pueblos que por un tiempo fueron felices por primera vez en su vida, los más olvidados. Sólo quiero decir gracias a los pueblos y a todos aquellos empeñados en terminar con esta injusticia. Condenada sin pruebas , me inventan cada mes una o dos causas. Nadie cree en la justicia en Jujuy, y en el país está pasando lo mismo. Digo gracias a la solidarida­d que es lo que nos alienta y nos da la dignidad necesaria para resistir”, conluye.

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