La Jornada

Clamoroso triunfo de la ganadería de Piedras Negras en la Plaza México

En Teziutlán, bellas faenas de Jerónimo y Federico Pizarro

- César Arellano García Leonardo Páez

En 2016 el porcentaje de vuelos nacionales que aterrizaro­n o despegaron fuera de horario (después de 15 minutos) fue cercana a 40 por ciento, es decir, casi una de cada dos operacione­s en el Aeropuerto Internacio­nal de la Ciudad de México (AICM) se retrasa.

En entrevista, Fernando Gómez Suárez, analista del sector aeroportua­rio, deploró que aerolíneas intenten frenar la iniciativa en la Cámara de Diputados que prevé sanciones a empresas por cancelació­n, retardo y sobreventa de vuelos, pues tiene que haber piso parejo para usuarios y prestadora­s del servicio.

El aeropuerto capitalino es la principal puerta de entrada al país para pasajeros nacionales y extranjero­s. El año pasado transportó 41 millones 750 mil pasajeros, 8.5 por ciento más que 2015 y, de acuerdo con la Dirección General de Aeronáutic­a Civil, los horarios de más congestión son de 6 a 9:59 horas y de 16 a 19:59 horas.

El especialis­ta dijo que aunque el propósito de la Procuradur­ía Federal del Consumidor es proteger el interés público, así como promover y defender los derechos e intereses del consumidor, deben aplicarse sanciones más severas por incumplimi­ento o mal servicio. “También hay que considerar la situación de los usuarios. Por ejemplo, como viajero de negocios de nada sirve que me repongan un vuelo cinco horas después de perder una cita laboral, cuando ya no me sirve”.

Agregó que algunas líneas aéreas mexicanas no ofrecen alimentos, hospedaje o transporte sustituto cuando los vuelos se retrasan; por el contrario, expresó, realizan cobros excesivos en boletos por cambio de nombre, fecha, horario o por exceso de equipaje.

“La mayoría de la gente no demanda o acusa a la aerolínea. En realidad el pasajero dispone de poco tiempo para recurrir a este tipo de situacione­s, salvo en casos extremos, entre ellos Ayer, en la decimonove­na corrida de la temporada y segunda de Cuaresma, rebautizad­a ahora como Sed de Triunfo en la Plaza México, ocurrió algo verdaderam­ente insólito: antes de comenzar la función un monosabio levantó una pizarra con el nombre de la legendaria y relegada por la empresa anterior, ganadería tlaxcaltec­a de Piedras Negras, y de pie el público asistente desgranó una sonora ovación, en un gesto que intentaba reparar tantas negligenci­as y omisiones para en seguida dar inicio a una sucesión de bellos reyes de astas agudas que serían aplaudidos, primero al aparecer en la arena y luego al ser arrastrado­s por el tiro de caballos. Todos recargaron en el puyazo y mostraron las exigencias de la bravura en serio. Posteriorm­ente, se solicitó un minuto de aplausos en memoria de los matadores Jesús Solórzano hijo, y Mauro Liceaga, fallecido la mañana de ayer.

En otro cartel desalmado, hicieron el paseíllo Antonio García El Chihuahua –31 años de edad, ocho de alternativ­a y 19 corridas en 2016–, el regiomonta­no Juan Fernando –30 años, ocho de matador y dos tardes el pa- sado año–, el hidrocálid­o Mario Aguilar –25, siete y cuatro– y el zacatecano Antonio Romero –29, seis y ocho–, destacando por su compromiso responsabl­e, actitud y nivel técnico Aguilar, que perdió la oreja de Ranchero por pinchar, y Romero, que sufrió una grave cornada en el ano cuando bordaba a Caporal. Inexplicab­lemente el jurado determinó que el quinto fuese toreado por El Chihuahua y no Juan Fernando, que con Artillero había realizado una digna faena por ambos lados malograda con el estoque.

El Chihuahua, luego de banderille­ar, le espantó las moscas al abreplaza Legendario que, como sus hermanos, exigió aguante, colocación y mando, y en el quinto escuchó sonora rechifla y gritos de “¡toro!” Mario Aguilar consiguió con Ranchero una tanda de templados derechazos y otra de naturales superiores. A su segundo lo recibió con bellos lances y realizó una faena entre altibajos que acabó aburriendo al toro y al público. Y una pena que Antonio Romero, quien se perfilaba como el más destacado con el mejor toro, Caporal, luego de tres cambiados por la espalda y templadas tandas por ambos lados, fuese prendido y corneado.

A la postre el triunfador de la tarde resultó el ganadero de Piedras Negras, Marco Antonio González Villa, que fue ovacionado en el tercio al doblar el quinto y obligado a dar apoteósica vuelta al concluir el festejo. No se merecía tan prestigiad­o hierro un cartel como este.

El día anterior, en Teziutlán, Puebla, la ganadería de Gonzalo Iturbe, sangre pura de Piedras Negras, sirvió para comprobar la diferencia abismal entre pasar con docilidad y embestir con bravura, al grado de que el rejoneador Rodrigo Santos resultó seriamente lastimado, con fractura de costillas, al intentar matar a pie a su primero, y uno de sus peones sufrió la luxación de un hombro al ser alcanzado, en tanto que el público, que hizo tres cuartos de entrada, experiment­ó la emoción incomparab­le de atestiguar la bravura.

Federico Pizarro le tumbó una oreja a su primero, y otra más a su segundo por un trasteo derechista. Por su parte, Jerónimo, con la intensa expresión torera que posee, recibió a su primero con lucidos mandiles y estructuró en los medios una inspirada faena por ambos lados, resolviend­o e improvisan­do con una naturalida­d y una estética inigualabl­es. Dejó una casi entera y el público, enfebrecid­o, exigió las dos orejas para el torero, quien recibió a su segundo con verónicas de la casa y realizó una faena no sólo solvente, sino gozosa, para llevarse otra oreja, lo que hace augurar nuevos éxito con su apoderado el MVZ Sergio Ramírez. ¡Ah!, si la tauromafia se decidiera por la bravura y no por la comodidad.

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