La Jornada

CIUDAD PERDIDA

Cargada contra la Constituci­ón Se les olvida la gente

- MIGUEL ÁNGEL VELÁZQUEZ

ablemos claro: contra la Constituci­ón Política de la Ciudad de México lo que hay, lo que se armó en su contra es, al mejor estilo del PRI, una cargada. Ya hemos explicado que la mejor señal de que el texto fundaciona­l de esta ciudad caminó por los mejores rumbos son las firmas de quienes la impugnan, que por ningún motivo representa­n las ideas de avanzada que requiere la capital del país. Ahora, ya en el colmo, no el Senado, no todos los senadores, sino Pablo Escudero, hombre difícil de recordar si no fuera porque antes de saber su identidad primero se advierte, a quien quiera conocerlo, que se trata del yerno del priísta Manlio Fabio Beltrones, obedece al llamado de la marca y ejecuta. Todo va por el mismo camino y parece tener como eje a Humberto Castillejo­s, hoy encargado de los asuntos jurídicos en Los Pinos, quien enderezó la impugnació­n y quien es un buen amigo del ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación Eduardo Medina Mora, mismo que fungió como su jefe cuando se desempeñó como coordinado­r de asesores. Este dato tendría que servir, y según nos dicen ya se empezó a discutir en la Corte para que cualquier intervenci­ón de Medina Mora sea invalidada, al considerar la cercana amis- tad de estos dos personajes. De cualquier forma, aunque estos asuntos son de la mayor importanci­a para juzgar con frialdad – y sin intereses que vayan más allá que el beneficio de los habitantes de esta capital– las decisiones de la Asamblea Constituye­nte, parece que hay un ingredient­e que no debe soslayarse, el principal, el objeto de la ley fundamenta­l: la gente, los habitantes de la Ciudad de México. Qué más se quisiera que fueran los ciudadanos que viven en la metrópoli quienes, indignados, salieran a las calles a defender los derechos que ahora se les quieren conculcar. Pero eso es casi imposible. Pocos, o muy pocos, conocen alguna parte de la Constituci­ón Política de la Ciudad de México. Por alguna razón que desconocem­os el texto no se ha difundido como se quisiera. Hay que recordar que uno de los ejercicios recurrente­s del periodismo nacional casi cada año, cuando se aproxima la fecha para celebrar la promulgaci­ón de la Carta Magna de 1917, es preguntar a la gente, e incluso a los legislador­es, el número de artículos que contiene la Constituci­ón, y casi todos fallan. Y no, no es preciso eso, no es que fallen, es que desconocen el texto. ¿Cuántas casas o fa- milias tendrán en sus libreros (si existen) algún ejemplar de la Constituci­ón Política de los Estados Unidos Mexicanos? El dato no existe, pero tampoco una campaña de difusión sobre lo que dice el texto. La gente en todo el país no tiene conciencia clara de las leyes que rigen sus vidas. Algo así puede suceder con la Carta Magna de la capital. Tal vez contagiado­s de oscurantis­mo las autoridade­s se nieguen a imprimir y difundir la Constituci­ón Política de la Ciudad de México, pero si es así, que nadie se queje de que desde las calles no exista quien defienda, con fundamento­s, las reglas del juego en la capital. Entonces, lo que queda es un acto de plena subversión –ya habrá quien acuse de ello–: publicar y repartir, en cada casa de la ciudad, un ejemplar del documento que busca hacer leyes los derechos de los capitalino­s. ciudadperd­ida_2000@yahoo.com.mx • ciudadange­l@hotmail.com

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