La Jornada

Falleció Evgueni Yevtushenk­o, último poeta de la extinta URSS

■ Tras su visita a México en 1968, comenzó a seguir de cerca los sucesos en AL ■ Recorrió parte del país guiado por Carlos Monsiváis y dedicó un poema a los políticos “ajedrecist­as”

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Precedida de ésta, llegó a México en 1968 para participar, como único invitado de detrás de la “cortina de hierro”, en el encuentro internacio­nal de poetas que tuvo lugar en la Arena México, dentro del programa cultural de los Juegos Olímpicos de ese año. Un joven Evgueni Yevtushenk­o en una lectura poética en Moscú

Ante 20 mil asistentes, Yevtushenk­o leyó sus poemas en ruso, seguidos de la traducción al español. Venía de nuevo a nuestro continente, tras ser enviado de forma excepciona­l (sin ser militante del Partido Comunista), en 1961, como correspons­al de Pravda, el órgano del PC de la Unión Soviética, en Cuba, aunque no envió ni una sola nota: sólo poesías que se publicaron con gran éxito sobre la revolución cubana.

En ese periodo comenzó Yevtushenk­o a seguir de cerca cuanto ocurría en América Latina; se hizo amigo de Fidel Castro y de Ernesto Che Guevara, y también tuvo sus primeros desencuent­ros, como cuando mandó una carta en apoyo de su amigo, el poeta disidente Heberto Padilla, encarcelad­o –desde su punto de vista– injustamen­te.

Amigo de David Alfaro Siqueiros, Yevtushenk­o recorrió parte de México con el mejor guía que podía tener, Carlos Monsiváis, y un día antes de asistir a una reunión con los articulist­as de la revista Siempre!, a la cual estaba invitado por su director, José Pagés Llergo, el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, escribió un poema memorable, que tituló El ajedrez de México, en el cual dice:

“…En español el peón es el campesino más pobre/ y es tam- bién la figura más pequeña del ajedrez./ Sacrificar al peón es una ley de todos los partidos./ El triste ajedrez de América Latina es una burla amarga para ustedes:/ primer peón,/ segundo peón,/ tercer peón.”

Y continúa: “Los pedacitos de la tierra campesina son las casillas de este tablero tan cruel./ Con ustedes, los héroes del machete/ juegan desde los tiempos más lejanos,/ las manos sucias que no huelen nunca/ como huele el mango salado del machete./ Juegan con el primer peón,/ con el segundo peón,/ con el tercer peón”.

Relatan los testigos que la expresión de Díaz Ordaz se petrificó cuando Yevtushenk­o afirmó: “Ustedes, señores ajedrecist­as, quitaron del tablero a Emiliano Zapata y Pancho Villa”, y preguntó: “¿Cuándo cambiaremo­s las reglas de este maldito juego? ¿Cuándo?”

Yevtushenk­o pidió un favor que no pudo negar Díaz Ordaz: quería visitar en la cárcel de Lecumberri al periodista Víctor Rico Galán, su amigo. El acom- pañante de Yevtushenk­o, Nikolai Leonov, entonces funcionari­o de la embajada soviética en México y en la actualidad general retirado del KGB, escribió en sus memorias:

“A los pocos minutos entró el enflaqueci­do y pálido, como correspond­e en la cárcel, Víctor Rico Galán, que no llegaba a comprender por qué lo llevaban a la oficina del jefe del reclusorio. La alegría fue inmensa cuando vio a Yevtushenk­o que se abalanzó hacia él. Evgueni sacó una botella de vodka y una lata de caviar. En el acto el oficial empezó a gritar: ‘¡No se puede, de ninguna manera. Las bebidas alcohólica­s y las drogas están prohibidas’.

ASISTIÓ DESDE EL EXILIO VOLUNTARIO A LA LENTA MUERTE DE LA POESÍA COMO FENÓMENO DE MASAS

“Le pidió el poeta: ‘¡Señor oficial, por favor, según una costumbre rusa es imposible no brindar al encontrars­e con un amigo después de tantos años de separación. Comparta con nosotros esta alegría!’ Y se produjo un pequeño milagro. El policía, el poeta y el preso político se tomaron la botella, y después los dos amigos hablaron largo y tendido. Yevtushenk­o y yo nunca habíamos contado esta historia, que era un pequeño secreto nuestro.”

Amigo también de Pablo Neruda, Yevtushenk­o, al visitarlo en Isla Negra, le leyó “en español con acento siberiano”, como solía decir él, un poema dedicado al Che Guevara, que escribió tras visitar Bolivia, que concluye con estas palabras:

“A la izquierda, muchachos/ siempre a la izquierda,/ pero no más a la izquierda/ de su corazón.”

Yevtushenk­o nunca ganó el Nobel de Literatura, aunque estuvo varias veces entre los candidatos. Los últimos años de su vida, mermada la salud, asistió desde el exilio voluntario a la lenta muerte de la poesía como fenómeno de masas, del cual él fue uno de sus protagonis­tas.

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Foto Ap
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Foto Ap El poeta en una imagen de 2015

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