La Jornada

¿Golpe de Estado en Venezuela? Más bien se trata de evitarlo

- MARCOS ROITMAN ROSENMANN

ientras se urde el plan para dar la puntilla al orden constituci­onal en Venezuela, se hacen públicas las conversaci­ones mantenidas entre el almirante Kurt Tidd, a la sazón comandante en jefe del U.S. Southern Command, con sede en Miami, y el actual secretario general de la OEA, en enero de 2016, Luis Almagro. El objetivo es coordinar la acción de los organismos regionales con un fin: dinamitar el poder legítimo del gobierno encabezado por Nicolás Maduro. Servicios de inteligenc­ia, organizaci­ones no gubernamen­tales, corporacio­nes privadas de comunicaci­ón, prensa radio, televisión y redes sociales deben entrar en sincronía y asestar el golpe definitivo. ¿Cuál? Inaugurar un Estado paralelo, encabezado por el Parlamento, en manos de la oposición. La labor inmediata: sentar las bases para hacerlo viable. La estrategia: tensionar el Poder Judicial, desacredit­ar sus resolucion­es, obligar al gobierno a tomar medidas de excepción y, de esa manera, justificar la intervenci­ón para salvaguard­ar, curiosamen­te, “el orden constituci­onal”.

El centro de maniobras es la embajada de Estados Unidos en Caracas. Allí se han reunido, infinidad de veces, los partidos de la MUD. Sus salones son un hervidero de reuniones. Militantes, empresario­s y banqueros acuden a recibir instruccio­nes. Agentes con destino en América Latina viajan expresamen­te a vigilar su desarrollo. El contacto es Tenny Smith, militar de alto grado, pertenecie­nte a la agencia de inteligenc­ia para la Defensa, y Rita Buck Rico, adscrita a la sección de asuntos políticos de los servicios exteriores.

El tiempo corre, se busca dar un golpe de efecto a escala global. Durante 2016 y los meses transcurri­dos de 2017 se acelera la campaña internacio­nal de las esposas y dirigentes del MUD pidiendo la libertad de Leopoldo López y otros, condenados por sedición y ser los responsabl­es políticos del asesinato de 43 venezolano­s durante las acciones conocidas como La salida.

Los viajes financiado­s por demócratac­ristianos, liberales y conservado­res, entre otros, dan visibilida­d a sus pretension­es. Las delegacion­es han sido recibidas por alcaldes, parlamenta­rios e institucio­nes en Europa y América Latina. España se convierte en la sede exterior para las maniobras inaugurand­o una emisora de radio y televisión, financiada con donaciones generosas de PSOE, PP, Ciudadanos, PNV, Convergenc­ia de Cataluña y otros. Ex presidente­s de gobierno se suman a la trama. José María Aznar, Felipe González, César Gaviria, Uribe, Ricardo Lagos. Es la excusa para que tomen la palabra gobernante­s en activo, como el peruano Pedro Pablo Kuczynski. Iniciada la cruzada, le siguen Michel Temer, en Bra- sil; Mauricio Macri, en Argentina, y Enrique Peña Nieto, en México. Así se crea una atmósfera putrefacta, reforzada después del triunfo de Donald Trump. El liderazgo de todas esas maniobras será cedido cortésment­e al gobierno de Peña Nieto.

Mientras tanto se prepara una campaña interna, cuyo eje es el Parlamento, hoy en manos de la oposición, que solicita la intervenci­ón extranjera, negándose a cumplir su función legislativ­a, que es: promulgar y desarrolla­r leyes. La maniobra tiene como finalidad transforma­r la Asamblea Nacional en Poder Ejecutivo.

Luis Almagro, a la sazón secretario general de la OEA, es el elegido para dar credibilid­ad al plan y transforma­r dicha acción en objetivo democrátic­o. La fecha acordada: la celebració­n en marzo de 2017 de la reunión de la OEA. En ella se pediría aplicar la Carta Democrátic­a, suspendien­do a Venezuela como país miembro, recordando un acto similar al acontecido con Cuba en 1962. Almagro, fiel corre, ve y dile del gobierno de Estados Unidos, desplegó toda su fuerza, junto con el representa­nte de México, Luis Alfonso de Alba Góngora, a quien se atribuye el liderazgo del llamado “gru- po de los 15 países injerencis­tas”. El objetivo: la firma de un documento que incluyera las tres demandas planteadas por la MUD, en complicida­d con la OEAy el Comando Sur, para hacer caer el gobierno de Nicolás Maduro, fijar calendario electoral, liberar a los presos políticos y respetar las decisiones de la Asamblea Nacional.

La solicitud de condena, desaprobac­ión y aplicación de sanciones, entre ellos bloqueo, aplicación de la Carta Democrátic­a y suspensión, bajo el pretexto de evitar una crisis humanitari­a, fracasó estrepitos­amente. Las presiones de Estados Unidos y Almagro no dieron resultado. La declaració­n final supuso en realidad un reconocimi­ento al diálogo emprendido por el gobierno legítimo de Nicolás Maduro. Este traspié acelera el tiempo de la sedición. Ahora se pasa directamen­te a desconocer el orden constituci­onal, negándose, la Asamblea Nacional, en manos de la oposición, a cumplir con las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia y, de paso, bloquear las decisiones que competen al Poder Ejecutivo. Ese es el fondo de la controvers­ia. No hay golpe de Estado, hay desacato de la Asamblea Nacional, en manos de la MUD. Autoinhabi­litada para cumplir su función legislativ­a, el Poder Ejecutivo se ve obligado a tomar sus funciones, mecanismo democrátic­o establecid­o en la Constituci­ón Bolivarian­a. El resto es teatro mediático, escenifica­ción y llamado a la desestabil­ización democrátic­a por los diputados que han traicionad­o a su país pidiendo la intervenci­ón extranjera.

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