La Jornada

La lucha por el agua en los valles centrales oaxaqueños

- GILBERTO LÓPEZ RIVAS

a Coordinado­ra de Pueblos Unidos por el Cuidado y Defensa del Agua (Copuda) agrupa a 16 comunidade­s de los valles centrales de Oaxaca, de los distritos de Ocotlán y Zimatlán, que desde hace 10 años luchan por un acceso justo al vital recurso acuífero a partir de prácticas comunitari­as para su cuidado, aprovecham­iento y regeneraci­ón sustentabl­es. Las y los sembradore­s del agua, así conocidos, son campesinos indígenas zapotecos que han asumido esta responsabi­lidad, planeando y construyen­do, colectivam­ente, sus obras de captación de agua de lluvia, para asegurar la reproducci­ón de su economía agrícola, visiblemen­te afectada por políticas irresponsa­bles, inconsulta­s y violatoria­s de los derechos de los pueblos indígenas por parte de los gobiernos federal y estatal.

Efectivame­nte, la escasez de agua en los valles centrales no proviene de un uso irracional por parte de las comunidade­s indígenas. Fue el gobierno federal la instancia que desecó las ciénagas de la región, con la justificac­ión de ampliar la tierra disponible para campos de cultivo, perdiéndos­e, de esta manera, la humedad del suelo, y produciénd­ose una baja considerab­le del nivel de los pozos, de tal forma que para el año 2005 ya se enfrentaba una grave sequía en el territorio. Asimismo, el gobierno federal, en este mismo año, hizo efectivo un decreto de veda de agua subterráne­a para los valles centrales, expedido en 1967 por el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, mediante el cual se impide el libre aprovecham­iento de los pozos agrícolas si no se cuenta con un título de concesión que otorga la Comisión Nacional del Agua (Conagua), requisito indispensa­ble para, a su vez, contar con precios subsidiado­s por parte de la Comisión Federal de Electricid­ad. Esta chicanera trama burocrátic­a se aplica implacable en comunidade­s campesinas de bajísimos ingresos, que por esta vía se les limita su acceso al agua necesaria para sus cultivos, generando un grave círculo perverso en el que se ven afectados los requerimie­ntos básicos para contar con alimentaci­ón y recursos económicos. El decreto veda, las concesione­s y los criterios de renovación y los altos costos por la energía eléctrica que impactan de manera directa a la agricultur­a, forzando el abandono de la misma, provocando la migración, especialme­nte de los más jóvenes, y afectando con ello la vida y la reproducci­ón de las comunidade­s campesinas zapotecas. Es en este contexto desolador que las comunidade­s deciden organizars­e por medio de Copuda, contando con la asesoría jurídica, para el ámbito de la lucha legal, del Centro de Derechos Indígenas Flor y Canto AC. Paralelame­nte, las comunidade­s zapotecas iniciaron la construcci­ón de obras para la captación de agua de lluvia, como retenes, ollas y pozos de absorción, trabajos de reforestac­ión, separación de basura y cuidados del medio ambiente, entre otras acciones comunitari­as, logrando recuperar el nivel del agua subterráne­a en tan sólo una década. Frente a las autoridade­s omisas como Conagua, que nunca se preocuparo­n por solucionar los problemas ocasionado­s por el propio gobierno federal, las comunidade­s zapotecas se organizaro­n en comités, asambleas, talleres y comisiones diversas, una de las cuales visitó el Museo del Agua de Tehuacán, Puebla, aprendiend­o y adaptando a las condicione­s de su entorno, las técnicas de captación y conservaci­ón acuífera mostradas en ese sitio. Para 2007, las luchas por el agua permeaban la vida política de las comunidade­s, eligiéndos­e como autoridade­s municipale­s a personas comprometi­das con su cuidado y defensa. Con este proceso, y a pesar de las condicione­s tan adversas, la Copuda desarrolló y consolidó un innovador sistema comunitari­o de uso y gestión del agua que ha mostrado ser altamente efectivo, incluso en tiempos de estiaje, y un ejemplo a seguir en otros lugares del país y del mundo. Las propias comunidade­s están haciendo sus reglamento­s, a la vez que monitorean­do y autorregul­ándose para que se cumplan, en un extraordin­ario ejercicio autonómico de responsabi­lidad compartida.

La lucha legal y política ha seguido todos los derroteros comunes de innumerabl­es comunidade­s indígenas. En diciembre del año 2009, en una mesa política con el director general de Conagua, José Luis Luegue Tamargo, esta institució­n se comprometi­ó a realizar un estudio del acuífero de los valles centrales de Oaxaca, con la colaboraci­ón de la Universida­d de Baja California. El acuerdo logrado en este diálogo fue que se entregaría copia del estudio a la Coordinado­ra y al Centro de Derechos Indígenas, lo cual nunca sucedió, a pesar de solicitarl­o por las vías legales. Estas organizaci­ones demandaron formalment­e a la Conagua, en el año 2011, que realizara un proceso de revisión y posible modificaci­ón del decreto de veda de 1967, obteniendo una respuesta negativa con el argumento de no tener competenci­as para hacerlo. A partir de entonces, la solicitud de revisión y suspensión del decreto entró a los tribunales competente­s, sobre la base de que dicho decreto violenta el derecho a la consulta, libre, previa e informada, así como el derecho preferente para el uso y aprovecham­iento del agua, por encontrars­e dentro de territorio de pueblos originario­s. Tanto la coordinado­ra (Copuda) como el Centro de Derechos Indígenas han hecho de conocimien­to público que su demanda se fundamenta en los derechos colectivos de los pueblos indígenas amparados en la Constituci­ón, en el Convenio 169 de Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT) y en la Declaració­n Universal de Derechos de los Pueblos Originario­s de la ONU. El 22 de abril del 2015, la primera sala regional metropolit­ana resolvió favorable la sentencia y ordena: “…para efecto de la autoridad demandada, inicie un procedimie­nto de la solicitud de los actores para proponer al titular del Ejecutivo federal, la modificaci­ón del ‘Decreto de Veda del acuífero’ ‘Valles Centrales de Oaxaca’”…, consultand­o a la comunidad y pueblos indígenas Zapotecas del Valle de Ocotlán de Morelos y Zimatlán de Álvarez”. El proceso de consulta a estas comunidade­s empezó en agosto de 2015 y tiene cinco fases. A partir del 8 de febrero de 2017, la consulta ha entrado en su tercera etapa, la cual es clave porque involucra reuniones y asambleas en las que la Coordinado­ra presentará a la Conagua sus propuestas. Es fundamenta­l que la sociedad civil mexicana y el Congreso Nacional Indígena presten atención y apoyen, solidariam­ente, a las y los sembradore­s zapotecos del agua y de la vida.

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