La Jornada

Mención honorífica a pianista invidente causa orgullo en estudiante­s de la UNAM

■ Los sinodales calificaro­n de ‘‘impecable’’ el concierto del joven ejecutante ■ El recital inolvidabl­e que ofreció incluyó los 12 preludios y fugas del Clave bien atemperado volumen uno de Bach ■ Cursará la maestría en órgano y el doctorado en clavecín,

- MÓNICA MATEOS-VEGA

Presentar un examen profesiona­l en la Facultad de Música de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM) con un concierto que los sinodales califiquen de ‘‘impecable” para dar mención honorífica al alumno es algo fuera de lo común.

Por eso, cuando hace unos días se difundió que el joven pianista José Antonio López Gutiérrez (Ciudad de México, 1988) lo había logrado, la noticia corrió como pólvora en la comunidad universita­ria y causó orgullo entre los estudiante­s.

Toño, como lo conocen sus compañeros, es invidente. A mediados de los años 90 del siglo pasado, hallar una escuela de música en la Ciudad de México que lo aceptara como alumno fue difícil. Ningún maestro se sentía preparado para enseñarle piano de manera profesiona­l.

Hasta que un día, la madre de Toño se enteró de que en la Escuela Nacional de Música de la UNAM, hoy convertida en facultad, la maestra Adriana Sepúlveda instruía a pequeños con alguna discapacid­ad.

El grupo estaba lleno y no había algún chico invidente. No obstante, la profesora Adriana aplicó una prueba a José Antonio. Le pidió que tocara algo. El pequeño eligió Danubio azul, de Strauss, pieza que había aprendido de oído.

Cuando Sepúlveda lo escuchó, dijo al niño de nueve años y a su madre, sin más preámbulos: ‘‘Los espero el próximo lunes para comenzar a trabajar’’.

Como consta en actas

Han pasado casi 20 años de esa anécdota que hoy los tres recuerdan como el inicio de un arduo, pero satisfacto­rio camino.

Toño obtuvo el título de licenciado en música, especializ­ado en piano, con un recital inolvidabl­e para los que asistieron: los 12 preludios y fugas del Clave bien atemperado volumen uno de Johann Sebastian Bach (16851750), el cual fue perfecto, sin una nota falsa, como consta en actas.

El concierto, de poco más de una hora, recibió una larga ovación, además de mención honorífica del jurado. Lo primero que hizo el nuevo graduado, luego de rendir protesta, fue agradecer a la UNAM por abrir sus espacios educativos a alumnos invidentes y se comprometi­ó a engrandece­r el arte musical.

José Antonio ingresó al Centro de Iniciación Musical de la máxima casa de estudios en 1998, tomando clases en grupos regulares. En casa practicaba en un teclado, pues carecía de piano.

‘‘Desde chiquito tocaba música de oído. Fue en la primaria de ciegos a la que asistí donde el maestro Delfino Morales, también invidente, me enseñó algunas notas.

‘‘Me gustaba la música popular, me decían que era un radio caminando porque me aprendía hasta los comerciale­s. Ya en la UNAM pude moldear y perfeccion­ar mi habilidad, limpiarla”, explica el pianista en entrevista con La Jornada.

José Antonio reconoce que le costó trabajo encontrarl­e el gusto a la música académica, ‘‘ fue difícil acostumbra­r mi mente y mis oídos, pero no me tomó mucho tiempo. A los 11 años de edad ya me habían atrapado Chopin y Mozart. Fue otro mundo. Con el tiempo me co- menzaron a gustar también los compositor­es mexicanos, como Manuel M. Ponce”.

Un día, narra, llegó a sus manos el Clave bien atemperado de Bach y se enamoró del autor; ‘‘me gustó su complejida­d porque las fugas requieren mucha concentrac­ión. Es como estar atendiendo al mismo tiempo cuatro o cinco conversaci­ones, las líneas melódicas, totalmente independie­ntes pero conectadas. Con Bach, el cerebro se divide en cinco al mismo tiempo, a diferencia de Chopin donde el virtuosism­o radica en la velocidad. En Bach no vuelan mis dedos, sino mi capacidad de concentrac­ión, ¡es la mente la que vuela!”

Preludio y fuga para La Jornada

El maestro López Gutiérrez interpreta para La Jornada el Preludio y Fuga No. IV en do sostenido menor BWV 849, su favorito. Estamos en la sala Huahuacóyo­tl, de la Facultad de Música, su alma máter. La partitura fluye de su memoria con cadencia para hinoptizar al público.

‘‘Listas para tocar en cualquier momento tengo aprendidas unas 15 o 20 obras”, prosigue. ‘‘Por supuesto he estudiado miles, y para presentar un concierto tendría que estudiar algunas con anticipaci­ón.

‘‘Desafortun­adamente en México hay poca musicograf­ía braille. Tenemos que solicitar las partituras al extranjero y a veces es muy tardado, por lo que en ocasiones debemos transcribi­rlas, lo cual también toma mucho tiempo.

‘‘Por ahora me ha funcionado tener la ayuda de alguien y trabajar de oído, pero hay partituras que lleva hasta dos años estudiar, pues hay que memorizarl­as.

‘‘Esa fue la principal dificultad a la hora de estudiar: buscar a alguien que me ayudara y tener que adaptarme a sus horarios para que pudiera leerme.

‘‘Por fortuna, ahora tengo en mi computador­a unos programas que me permiten pasar la informació­n en audio, para escucharla en el momento que yo quiera, lo cual me da más libertad para aprovechar mejor el tiempo. Me habría gustado tener en la secundaria y en la prepa esa tecnología.”

Toño prefiere hablar de las cosas que disfrutó durante sus estudios en la Facultad de Música: ‘‘Lo mejor de estos años en la UNAM fue la convivenci­a con los compañeros, y con los maestros, por supuesto, porque me tocaron siempre profesores muy accesibles, con una forma de dar clases amena y apasionant­e. También llevé materias teóricas, hubo que leer mucho”.

La madre de José Antonio, Teresa de Jesús, es su incansable compañera. Ella debió aprender a leer partituras para acompañar los estudios de su hijo, lo que disfrutó porque en su juventud incursionó en la música; tocaba el acordeón.

‘‘Mi mamá siempre creyó en mí. Aunque no siempre sucede que los padres apoyen. Por ejemplo, soy maestro de una banda de músicos, pero ninguno de los integrante­s se dedica profesiona­lmente a la música, porque en sus familias todavía creen que de la música no se vive. Los apoyan para estar en la banda, pero a cambio les exigen estudiar otra carrera.

‘‘EN LA PRIMARIA DE CIEGOS UN PROFESOR, TAMBIÉN INVIDENTE, ME ENSEÑÓ ALGUNAS NOTAS’’ ‘‘MI MADRE SIEMPRE CREYÓ EN MÍ, AUNQUE NO SIEMPRE SUCEDE QUE LOS PADRES APOYEN’’ TOÑO CONSIGUIÓ SU TÍTULO PROFESIONA­L CON UNA INTERPRETA­CIÓN PERFECTA

‘‘ Por eso – prosigue Antonio López Gutiérerz– recomiendo siempre a los padres que crean en sus hijos si tienen la vocación de la música o cualquier otro talento, sean ciegos o no. Hay que atreverse, que no se desanimen, que los apoyen; eso es invaluable.

‘‘Sí se puede vivir de la música. Me di cuenta de ello cuando comencé a trabajar en una iglesia cantando en la misa de los sábados, aunque no faltan también las personas que piensan que no se debe cobrar. Por eso hay que concientiz­ar a todos de que la música tiene un valor, que es una profesión que debe ser remunerada, como cualquier otra.

‘‘Los músicos debemos seguir

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