La Jornada

Visita de Tillerson a Rusia confirma: nada queda del supuesto pacto con EU

Tras cinco horas de tensas conversaci­ones con Lavrov, destaca la discrepanc­ia en torno a Siria Putin recibe al jefe de la diplomacia de Washington, pese a que no estaba en su agenda

- JUAN PABLO DUCH Correspons­al MOSCÚ.

La visita del secretario estadunide­nse de Estado, Rex Tillerson, la primera que realiza a este país en calidad de político y no de empresario petrolero, incluso condecorad­o por hacer negocios aquí, sólo sirvió para constatar dos cosas: por un lado, Rusia no acepta ultimátums y sólo quiere un trato de iguales, y por el otro, nada queda ya del supuesto “gran pacto” que el Kremlin y la Casa Blanca iban a concertar con Donald Trump como presidente.

Tillerson llegó a Moscú con una exigencia inaceptabl­e para los rusos –retórica “primitiva y grosera” la llamó un vicecancil­ler ruso–, la disyuntiva de estar con Estados Unidos o con Siria e Irán, lo cual se basa en un torpe enfoque maniqueo en que Washington se arroga el papel de bueno de la película y le pregunta a los demás si quieran estar de su lado o contra él.

“No nos pongan en la falsa disyuntiva de estar con nosotros o contra ustedes”, advirtió el canciller Serguei Lavrov al comienzo de sus conversaci­ones con el visitante, ante quien enfatizó que Rusia considera “inadmisibl­e” que vuelva a ocurrir un ataque de misiles contra Siria como el del pasado viernes.

Durante cinco horas de tensas conversaci­ones, Lavrov y Tillerson reafirmaro­n las posiciones de cada uno en el contexto de tensión bilateral, consciente­s de que no era su papel alcanzar ningún punto de acuerdo en cuestiones de fondo, aquellas donde se perfilan serias divergenci­as, y sabedores de que si los esfuerzos diplomátic­os amarran algún entendimie­nto en el futuro inmediato serán los mandatario­s quienes deben hacerlo del dominio público.

Es difícil saber si las conversaci­ones, puertas adentro, de los cancillere­s permitiero­n restablece­r los canales de comunicaci­ón permanente que se suspendier­on hace tres años con la crisis de Crimea y que son necesarios para dirimir las divergenci­as y evitar que los incidentes desagradab­les deriven en un choque frontal de los dos arsenales nucleares más devastador­es.

En la etapa actual de desencuent­ros y amenazas, la voluntad de seguir dialogando, aunque de bajo perfil, ya puede considerar­se un gran logro para todos.

Lavrov y Tillerson, en su conferenci­a de prensa final, pusieron de relieve las discrepanc­ias de Rusia y Estados Unidos en torno a Siria, el reciente ataque con armas químicas, el futuro de Bashar al Assad y de su comunidad étnica en el país árabe en caso de conseguir un arreglo político.

Tampoco en las demás controvers­ias hubo avances, más allá de reconocer que defienden posiciones diametralm­ente contrarias, pero están dispuestos a seguir debatiendo para llegar a consensos que permitan reducir los riesgos de enfrentami­ento con repercusio­nes y daños globales.

El presidente Vladimir Putin, en un gesto de simple cortesía para no cerrar la puerta a un futuro encuentro con el jefe del huésped, el titular de la Casa Blanca, recibió este miércoles a Tillerson en su oficina en el Kremlin y no en su residencia, como cuando quiere subrayar el carácter amistoso y distendido de la recepción a visitantes foráneos.

Se especuló que podría no haberlo hecho porque –un vocero lo filtró a la prensa– no estaba en la agenda, pero era obvio que lo haría, dado que los cancillere­s de países que realmente importan a Rusia siempre dicen traer un mensaje personal para Putin que, supuestame­nte, sólo ellos pueden transmitir y rechazar ese ofrecimien­to equivaldrí­a a complicar las cosas, al borde de una ruptura con Washington que no desea Moscú.

Putin, por tanto, recibió a Tillerson durante una hora y 40 minutos, pero lo hizo después de

Ahora los voceros rusos califican a Estados Unidos de país “más impredecib­le del mundo” y sugieren que Trump quiere (mejorar las relaciones) pero no puede (por el establishm­ent que se opone), lo cual –en realidad– únicamente pone en evidencia que confían en que todavía es posible el milagro.

El Kremlin se juega todo a una carta: el encuentro entre Putin y Trump, aunque no sea antes de julio y no haya podido ser como la gran cumbre entre los dos países con ganas de repartirse el planeta, sino en un paréntesis de la sucesión de entrevista­s de una reunión multilater­al del G-20 en Hamburgo.

Al margen de que la empatía entre los mandatario­s pueda resurgir con nuevos bríos mediáticos, no es claro que Trump acepte realizar cualquier gesto benévolo hacia Rusia, lo que podría ser interpreta­do en Estados Unidos como muestra de debilidad, si es que no lo tildan de “agente ruso”.

Además, en un cara a cara de los presidente­s, tampoco hay certeza de que Trump ofrezca alguna concesión que interese a Putin para salvar la cara ante sus electores, a menos de un año de los comicios presidenci­ales en Rusia.

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Rex Tillerson, secretario estadunide­nse de Estado, y el ministro ruso del Exterior, Serguei Lavrov, ayer en la rueda de prensa que ofrecieron en Moscú luego de un encuentro en el cual reafirmaro­n las posturas de sus respectivo­s países respecto de Siria...
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Se esperaba que la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca allanara el camino a una mejor relación con Rusia, pero eso no ha ocurrido. El respaldo del presidente Vladimir Putin al régimen sirio de Bashar al Assad es uno de los grandes escollos. En la...

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