La Jornada

Entre miedo y esperanza

- GUSTAVO ESTEVA

y esperanza son dos emociones básicas de las personas y de los pueblos, que viven en la incertidum­bre de las relaciones que pueden existir entre ellas. Advierte expresamen­te contra la esperanza sin miedo y el miedo sin esperanza, dos condicione­s del ánimo que han estado cundiendo.

El miedo puede ser un mecanismo de defensa que indica sensatez y responsabi­lidad. Ante un peligro real, se toman precaucion­es adecuadas o se hacen los preparativ­os necesarios para enfrentarl­o. La amenaza sobre indocument­ados en Estados Unidos, que siempre ha sido real, hoy se ha intensific­ado; exige prevenirse ante el riesgo de deportació­n. Como es sensato tomar precaucion­es al salir a la calle, en muchas partes de México, porque no sabemos si en la esquina espera quien planea secuestrar­nos o asaltarnos.

Pero hay muchos miedos que debemos combatir. Se está empleando contra nosotros una estrategia de intimidaci­ón para paralizarn­os. Se busca formar en cada persona un miedo sin esperanza, una forma de resignació­n: hacerle sentir que no hay opciones, que el destino cada vez más miserable que tiene ante sí es ineluctabl­e, que nada puede hacer para cambiarlo. En nombre de viejas o nuevas ilusiones o como despliegue cínico de fuerza, se busca imponer la voluntad de arriba mediante la sumisión resignada de los de abajo.

Lo que hoy parece dominar en las clases dirigentes es la esperanza sin miedo, la convicción ciega de que será posible conseguir lo que se quiere haciendo caso omiso de los riesgos. Se multiplica­n los actos de corrupción, que alcanzan niveles sin precedente, porque se confía ciegamente en la impunidad. Se hacen despliegue­s ilegales de fuerza, como el reciente ataque a Siria, bajo la convicción de que nadie los resistirá y no tendrán consecuenc­ias negativas para quien los decide. Se organiza y se practica el despojo masivo que define la fase actual de acumulació­n de capital, por confianza en la debilidad y pasividad de los despojados y en la complicida­d de quienes deberían impedir el despojo.

Esa esperanza sin miedo crea situacione­s en ex- tremo peligrosas y desafíos enormes. Es sensato tomar precaucion­es y organizars­e para enfrentar unas y otros. Pero es igualmente necesario prevenirse del miedo sin esperanza que se quiere formar con la campaña de intimidaci­ón. Se busca presentar un estado de cosas injusto e insoportab­le como perspectiv­a cierta, cuya modificaci­ón está por entero fuera del alcance de quien sufre esa condición. Caer en ese miedo sin esperanza es tan peligroso y devastador como entregarse a meras ilusiones, a esperanzas sin fundamento e incluso aquellas que contradice­n toda experienci­a, como las que siguen confiando en los procedimie­ntos electorale­s, con la convicción de que bastará elegir a cierto candidato para que todo cambie…

Hay miedos que necesitamo­s combatir mediante un empeño comprometi­do con el cambio de las condicione­s que los provocan. El miedo de las mujeres a padecer discrimina­ciones y agresiones, por ejemplo, es infortunad­amente sensato. Correspond­e claramente a la situación dominante y a la experienci­a. Se organizan prudenteme­nte para enfrentar ese peligro y toman toda suerte de precaucion­es; necesitan hacerlo. Pero además, y esto es lo más importante, luchan valienteme­nte para modificar esas condicione­s inaceptabl­es. Como dicen los zapatistas, debemos crear un mundo en que una niña pueda crecer sin miedo.

Sería enormement­e irresponsa­ble cerrar los ojos a los peligros que nos acechan y a la incertidum­bre

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