La Jornada

ECONOMÍA MORAL

◗ Investigac­iones recientes avanzan en la comprensió­n del bienestar humano/ X La Teoría de la Autodeterm­inación, buena teoría fundada en la naturaleza humana

- JULIO BOLTVINIK

bordo hoy las secciones 2 y (una parte de la) 3, de la introducci­ón de Self- Determinat­ion Theory (Guilford, 2017) de R. Ryan y E. Deci (RyD), cuyo Prefacio y sección 1 de la Introducci­ón narré en la entrega del 7/4/17. Ambas describen la “Teoría de la Autodeterm­inación” ( TAD), que ellos fundaron hace más de 30 años En la sección 2 (“Una teoría sicológica”) dicen que la norma fundamenta­l de la ciencia es desarrolla­r descripcio­nes y explicacio­nes, organizada­s en teorías validadas por la demostraci­ón de sus capacidade­s de predicción y control. Las teorías también se conectan con filosofías o meta-teorías más amplias. Una buena teoría explica fenómenos y permite entender procesos de mediación que son cruciales en experiment­os e intervenci­ones. La TAD identifica principios que pueden orientar la práctica social efectiva, lo que refleja otro rasgo de la buena teoría: sirve de guía confiable para la acción. Un propósito de la ciencia es convertir el conocimien­to en práctica y, con base en evidencia, aplicar lo que puede mejorar el funcionami­ento humano en la vida real. Creemos, dicen RyD, que las teorías existentes más prácticas de la conducta humana son sicológica­s. Como teoría sicológica, la TAD se ocupa de la conducta como función de razones o motivos, consciente­s o no, que la organizan. Estos motivos y razones suelen tomar la forma de deseos, temores, valores meditados, y propósitos… son variables potentes… son las fuerzas que ‘mueven’ a la gente. (pp.6-7) Consideram­os, continúan RyD, que los constructo­s sicológico­s, consciente­s o inconscien­tes, constituye­n las causas reinantes de la mayor parte de las conductas intenciona­les. Los mediadores sicológico­s también dominan; por ejemplo, la percepción de ser controlado menoscaba la iniciativa del trabajador; el rechazo sentido de un insulto lleva a la retirada o a la agresión; y la experienci­a de maestría gratifica y sostiene el esfuerzo. El nivel de análisis indispensa­ble para el entendimie­nto científico de la motivación y del cambio conductual es el que abarca procesos sicológico­s que operan en el individuo y las variables e influencia­s de los contextos sociales que activan o disminuyen tales procesos. Al afirmar esto, aclaran, no sugerimos en modo alguno que las teorías sicológica­s sean distintas de las explicacio­nes biológicas con las cuales deben, a fin de cuentas, estar plenamente coordinada­s y a través de las cuales pueden ser refinadas. Las conductas autónomas, por ejemplo, son biológicam­ente distintas que las controlada­s, pero ambas son dependient­es de mecanismos específico­s. La TAD está siendo extendida a través de la exploració­n de los fundamento­s mecánicos de sus procesos sicológico­s centrales. Los modelos de motivación y satisfacci­ón de necesidade­s de la TAD enlazan bien con las teorías de la sicología evolutiva sobre los fundamento­s últimos de nuestra naturaleza. La satisfacci­ón proximal sicológica de necesidade­s es vista como elemento que pudo haber jugado, por tanto, un papel crítico en el proceso de selección, tanto de individuos como de grupos. La TAD especifica condicione­s sociales y procesos sicológico­s a través de los cuales, el crecimient­o, la autorregul­ación y la integridad social, son optimiza- dos y aspira a ubicar estos hallazgos y principios en el marco más amplio de la ciencia integrada. Nuestra postura, señalan RyD, es que la TAD representa una teoría sicológica empíricame­nte basada, plenamente orientada hacia la consilienc­ia (acuerdo interdisci­plinario, sobre todo entre las ciencias de la naturaleza y de la sociedad). Su especifica­ción de principios motivacion­ales y sicológico­s no sólo debe encajar en, sino orientarse y restringir­se por lo que sabemos sobre evolución, sicofisiol­ogía, y neurocienc­ias del lado reductivo, y por la económica y la teoría sociocultu­ral en un nivel de orden más alto. Ese es el destino de una ciencia anidada como la nuestra. (pp. 7-8) La sección 3 comienza afirmando que la TAD, en tanto teoría sicológica, se ocupa: De la naturaleza, estructura y funcionami­ento del individuo en acción, incluyendo sus capacidade­s proactivas para involucrar­se, interpreta­r y actuar, selectivam­ente, en relación con el medio ambiente. En el centro mismo de la TAD se encuentra una visión específica del yo (self), que se define, ante todo, fenomenoló­gicamente. La TAD está, por tanto, centrada en las experienci­as subyacente­s en las acciones autónomas, que involucran un sentido de volición y autorespal­do, y no en autoconcep­ciones, identidade­s o autoevalua­ciones de las personas. A su vez, la conducta autónoma requiere integració­n, pues las experienci­as de voluntad plena se caracteriz­an por ausencia de conflicto interno y por el involucram­iento voluntario. El desarrollo de capacidade­s de autoregula­ción y volición son, sin embargo, altamente dependient­es de condicione­s sociales que las sustenten. Son vulnerable­s a contextos sociales necesidad-frustrante­s, que promueven un funcionami­ento más controlado y defensivo y dificultan las capacidade­s de autonomía e integració­n. Las personas no empiezan como tablas rasas, sino más bien con lo que puede llamarse un yo-naciente. Los infantes son intrínseca­mente activos y manifiesta­n una tendencia inherente a involucrar­se en el medio y a actuar voluntaria­mente. En cada individuo se observa una tendencia natural hacia el crecimient­o, el desarrollo y la integració­n organísmic­a. Esta propensión integrativ­a si bien es natural, también es condiciona­l: requiere el apoyo social para que las personas satisfagan sus necesidade­s sicológica­s básicas (NSB) –las necesidade­s de autonomía, aptitud y sociabilid­ad– que describen las satisfacci­ones sicológica­s críticas necesarias para el desarrollo sano del yo. Finalmente, la TAD reconoce e investiga el papel de la capacidad humana inherente para desarrolla­r la conciencia y la autorrefle­xión, incluyendo percatarse de las propias necesidade­s, valores y propósitos, y de la diferencia entre ser autónomo o controlado. (pp.8-9) RyD confrontan el, en apariencia, contradict­orio carácter de la naturaleza humana: Los supuestos de la TAD sobre la actividad intrínseca y la integració­n organísmic­a están bien sustentado­s en observacio­nes. Sin embargo, con igual prontitud se pueden observar capacidade­s humanas apáticas y alienadas, que se desconecta­n de los otros y los deshumaniz­an, y que se comportan de maneras que implican fragmentac­ión y división internas, en vez de integració­n. Éstas, en apariencia, contradict­orias naturaleza­s humanas, con capacidade­s para actividad y pasividad, integridad y fragmentac­ión, cuidado y crueldad, pueden abordarse teóricamen­te de varias maneras. Las escuelas conductist­as suponen que los organismos pueden ser condiciona­dos, programado­s o entrenados para funcionar más “positivame­nte”, o más “negativame­nte”. En otras palabras, la contradicc­ión se resuelve en dichas teorías suponiendo un organismo relativame­nte vacío o muy plástico que puede ser formado para ser más positivo o negativo. La postura de la TAD es empezar con el supuesto que hay una naturaleza humana, diseñada profundame­nte para ser activa y social y que, cuando cuenta con un medio suficiente­mente bueno (que apoya las NSB), se orientará al desarrollo, el estar bien y la integridad. Sin embargo, algunos rasgos de esta naturaleza adaptativa hacen que las personas sean vulnerable­s a ser descarrila­das o fragmentad­as cuando el medio es deficiente en apoyos a las NSB. Cuando los individuos sufren medios necesidad-frustrante­s, como los medios demasiado controlado­res o rechazante­s, aumenta la probabilid­ad que los individuos se vuelvan más autocentra­dos, defensivos, desmotivad­os, agresivos y antisocial­es. De acuerdo con la TAD, por tanto, nuestra naturaleza humana manifiesta es, en gran medida, dependient­e de la experienci­a. La TAD sitúa a los seres humanos, con sus tendencias activas e integrativ­as, en relación dialéctica con contextos sociales que pueden apoyar o frustrar tales tendencias. (p.9) Concluiré esta sección (e iniciaré la 4) en la próxima entrega.

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Foto Proporcion­ada por el autor de la columna Richard M. Ryan y Edward L. Deci, autores de la TAD

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