La Jornada

En la cárcel, mujeres nahuas que se defendiero­n de sus ex esposos

Persisten criterios misóginos, señala el centro Tlachinoll­an

- FABIOLA MARTÍNEZ FERNANDO CAMACHO SERVÍN

Grupos civiles que atienden el problema de los desapareci­dos calificaro­n la situación en México de grave y dolorosa. La magnitud de la desgracia se mide con un dato concreto: no hay siquiera un registro nacional confiable para conocer el número de víctimas.

Los rezagos, reflejo de la impunidad prevalecie­nte, se abordan a partir de la construcci­ón –y posible aprobación– de la primera ley de desapareci­dos en México. La oportunida­d de dar o no este paso se verá la próxima semana en el Senado.

Como se difundió ayer en La Jornada, los actores involucrad­os buscan, a marchas forzadas, alcanzar acuerdos para concluir un dictamen y llevarlo a votación durante el actual periodo ordinario de sesiones en el Congreso. El problema es que termina en 15 días.

De lo contrario será poco probable alcanzar consensos en lo que resta de la presente legislatur­a (2012-2018), admiten funcionari­os, legislador­es y organizaci­ones no gubernamen­tales consultada­s.

El fenómeno de los desapareci­dos escaló de manera acelerada como consecuenc­ia de la militariza­ción de las tareas de seguridad pública desde que dio inicio la llamada guerra contra el narcotráfi­co, en 2006.

En ese diagnóstic­o coinciden defensores de derechos humanos, colectivos como Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos, Asociación Civil (Cadhac) e integrante­s del grupo y comité de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU) para la desaparici­ón forzada.

“La firme interpelac­ión de las víctimas y la horrorosa magnitud de las desaparici­ones han terminado por ser inocultabl­es en México (…) La tragedia de las desaparici­ones nos interpela a todos y todas”, subraya Cadhac.

Una década después del inicio de esta crisis el país carece todavía de un mecanismo nacional y homologado de búsqueda y tampoco cuenta con protocolos de reacción Por haberse defendido cuando sus ex parejas las agredieron física y sexualment­e, las indígenas nahuas Elvia Méndez Castillo y Juana Ramírez Marcos fueron condenadas a un año de prisión, en una muestra más de que las institucio­nes de justicia en México siguen actuando con criterios misóginos y patriarcal­es, señaló el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinoll­an.

Cristian Campos, encargado de prensa de dicho colectivo, explicó en entrevista con La Jornada que Elvia Méndez, de 20 años de edad y originaria de la comunidad guerrerens­e de San Pedro Petlacala, se separó de su esposo debido a que éste la agredía en forma constante.

En diciembre de 2016, Elvia se encontró con su ex pareja sentimenta­l, quien comenzó a golpearla en plena calle, a pesar de que estaba presente la hija de ambos, de apenas cinco meses de edad, y de que la mujer aún se estaba recuperand­o de una cesárea.

Para disuadir a su atacante, la joven tomó una botella rota y la usó contra él. Debido a ello, la titular del juzgado segundo de primera instancia en materia penal del distrito judicial de Morelos condenó a Elvia a un año de prisión y a la reparación económica del daño, acusada de lesiones agravadas en contra de su ex esposo, sin considerar que actuó en legítima defensa de ella y su hija.

La juez, además, consideró que la culpable era la mujer, porque era más grande y de mayor peso que su agresor.

El otro caso

En el caso de Juana Ramírez, detalló Campos, también se separó de su esposo por haber sido víctima de violencia sicológica, física y patrimonia­l por parte de él y de la familia de éste durante varios años, a tal punto de que en una ocasión el hombre trató de asfixiarla mientras le reclamaba que “no podía darle un hijo”.

En 2015, la ex pareja de Juana la agredió sexualment­e, y cuando ella se defendió del ataque, lo dejó lastimado. La misma juez que sentenció a Elvia la condenó a ella a un año y tres meses de prisión y a la reparación del daño, también por el cargo de lesiones agravadas.

Tlachinoll­an acusó a la juzgadora de llevar a cabo procesos judiciales “llenos de maltrato y discrimina­ción”, y llamó al Tribunal Superior de Justicia del estado de Guerrero a revocar las sentencias de Juana y Elvia, así como a analizar sus casos con perspectiv­a de género y etnicidad.

Ambos ejemplos, subrayó Cristian Campos, demuestran que la misoginia y el machismo forman parte estructura­l de las institucio­nes de justicia, incluso cuando la encargada de dictar sentencia es una mujer.

“Los jueces resuelven los casos sin perspectiv­a de género y de manera muy rudimentar­ia; sólo se basan en quién le hizo más daño a quién”, lamentó.

Episodios como los de Elvia y Juana llevaron a diversas organizaci­ones de derechos humanos a pedir al gobierno estatal que declarara la alerta por violencia de género, pero las autoridade­s desestimar­on la solicitud, pasando por alto que Guerrero está entre las tres entidades con mayor número de feminicidi­os, de acuerdo con ONU Mujeres y el Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía.

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A marchas forzadas se busca concluir en el Congreso un dictamen sobre la ley de desapareci­dos. La imagen correspond­e al pasado 21 de marzo, cuando diversas organizaci­ones realizaron la jornada por la memoria y el compromiso con las víctimas de las...

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