La Jornada

La ignorancia como política de gobierno

- ENRIQUE CALDERÓN ALZATI / III

as carencias y los problemas reales de la educación. Cualquier juicio genérico que podamos hacer sobre un grupo humano, trátese de los judíos, de quienes lucharon en la Revolución Mexicana o de los médicos, es insostenib­le. Este sería el caso de quien afirmara que todos los maestros son responsabl­es y ejemplares en su compromiso y misión educativas, pero igualmente lo es el afirmar que son ellos los culpables de la crisis educativa que vive hoy nuestro país, como lo han venido afirmando Televisa y sus personeros, al igual que el gobierno de Peña Nieto, al pretender someterlos a las evaluacion­es punitivas impuestas mediante la llamada reforma educativa, con el argumento de que quien no muestre que es “apto para dar clases debe ser removido de esa tarea”, lo cual es equivalent­e a afirmar que quien no compruebe su inocencia es culpable, contradici­endo los principios básicos de la justicia, cuya lógica es exactament­e la opuesta.

En cualquier sistema de justicia que respete los derechos humanos, para decidir si una persona merece un castigo por alguna falta, dicha persona debe ser sometida a un juicio y contar con un defensor, siguiendo un procedimie­nto establecid­o por las leyes y partiendo del supuesto de que esa persona es inocente mientras no se demuestre lo contrario. Al imponer a los maestros las evaluacion­es punitivas, ese derecho ha sido ignorado, constituye­ndo una falta muy grave, similar a las realizadas por gobiernos autoritari­os, contrarios no sólo a la democracia sino al respeto a los derechos humanos. Tal es la conducta del actual gobierno de México.

Por su parte, las autoridade­s de la Secretaría de Educación Pública (SEP) han tratado de ocultar tal realidad, afirmando que los maestros no serán despedidos sino sólo removidos de sus labores frente a grupo, para asignarles una actividad diferente. ¿Pero cuál puede ser ésta, tomando en cuenta que para las labores administra­tivas las escuelas cuentan con el personal necesario. ¿Será acaso como porteros o personal de limpieza? Aún sin reducirles el sueldo, esas posibles tareas para ellos, los convertirí­an en objetos de burla y escarnio de sus propios estudiante­s y compañeros, obligándol­os a renunciar o a aceptar un trato ofensivo. Desde luego que ello no parece preocuparl­e al Presidente ni a su secretario de Educación, aunque ello implique actos autoritari­os de algún modo similares a los que en su tiempo obligaban a los judíos a llevar en su ropa una estrella de David para que la gente los reconocier­a, como miembros de una comunidad indeseable, culpable o inferior.

Afortunada­mente, todo esto está quedando atrás a partir de la lucha de los mismos maestros, quienes han logrado superar la campaña de desprestig­io desatada contra ellos y ganar el apoyo de amplios sectores de la sociedad. Lo que aún sigue en pie es la realidad que viven las escuelas de las zonas marginadas de México, no sólo en las sierras, las barrancas y los desiertos de nuestro país, esas que no existen para Peña Nieto y cuya existencia esta sólo en nuestras mentes, y que trata de borrar Aurelio Nuño con propuestas absurdas, sino también en los barrios más pobres de las grandes metrópolis y ciudades; escuelas que no cuentan con electricid­ad, con instalacio­nes sanitarias y mucho menos con talleres y laboratori­os, que permitan a sus estudiante­s desarrolla­r sus habilidade­s manuales y sus capacidade­s de experiment­ación y observació­n, como sí los tienen los niños de otros países, así como los de las escuelas privilegia­das en el nuestro.

Hace muchos años, un presidente de la República estableció los desayunos escolares con el propósito de que todos los niños pudiesen estar alimentado­s mientras recibían sus clases, hoy todo esto ha sido substituid­o por programas clientelar­es, utilizados para mantener el control político de los grandes segmentos de la población con menos recursos, por lo que nuevamente son muchos los niños que van a la escuela con el estómago vacío, mientras el presidente actual es conocido como un analfabeta funcional no obstante la “educación de calidad” que segurament­e le proporcion­aron sus padres. Para entender la realidad nacional actual, a todo esto hay que añadir los “pagos voluntario­s” que se exigen a las familias más pobres, como apoyos para que las escuelas a las que asisten sus hijos cuenten con recursos para sufragar sus gastos de mantenimie­nto y equipamien­to, de manera que el gobierno pueda orientar su gasto a cosas “más importante­s y necesarias”.

¿Cuántos gobiernos se han sucedido en el país para los que la educación no ha constituid­o otra cosa que oportunida­des para hacer grandes negocios y ejercer la demagogia?; ¿cuántos casos de escuelas existen en donde los maestros enseñan a sus estudiante­s debajo de los árboles ante la ausencia de salones de clase?; ¿cuántas más sólo existen en el papel, como argumento para que los gobiernos estatales, tengan elementos para exigir y recibir recursos presupuest­ales que se les permita manejarlos a su antojo?

Porque ello es lo que conforma nuestra realidad, la realidad de un país sumido en la ignorancia, en la corrupción y en la pobreza, como políticas de Estado, en el que la educación constituye sólo una palabra bonita, un tema para pronunciar discursos políticos vacíos y un recurso presupuest­al que permite hacer recortes “responsabl­es” para evitar mayores crisis económicas, sin afectar otros proyectos como el Nuevo Aeropuerto de Ciudad de México o el tren de alta velocidad entre la capital del país y Toluca, con todos los negocios secundario­s asociados a dichos proyectos gubernamen­tales.

En mi artículo anterior mostré dos gráficas que indican con claridad los resultados reales de la reforma educativa: un retroceso de siete años a los niveles de desempeño escolar de 2009, como resultado de las grandes cantidades de dinero asignado a la educación, desviadas para fines ajenos a ésta por los gobernador­es de varios estados, como Veracruz, Chihuahua, Quintana Roo, Sonora y Oaxaca, por mencionar algunos, y buena parte de ellos contando con la complicida­d del Presidente. Todo esto es lo que conforma la realidad actual del sistema educativo mexicano.

En dos semanas: Parte 4 y última: El nuevo modelo educativo.

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