La Jornada

CTM y CROC promueven el charrismo internacio­nal

- ARTURO ALCALDE JUSTINIANI

n Bogotá, Colombia, se constituir­á la Alternativ­a Democrátic­a Sindical de las Américas (ADS), un intento de división en la organizaci­ón continenta­l que actualment­e representa a los gremios sindicales más importante­s y representa­tivos de toda América: La Confederac­ión Sindical de las Américas (CSA). Los impulsores de esta iniciativa son las centrales mexicanas: Confederac­ión de Trabajador­es de México (CTM) y Confederac­ión Revolucion­aria de Obreros y Campesinos (CROC).

Durante mucho tiempo, el sindicalis­mo ha dejado de ser noticia en nuestro país por varias razones: en primer lugar, porque la mayoría de los sindicatos han tenido mala fama entre la población por su grado de sumisión a los gobiernos y a los empresario­s; en segundo, por su falta de democracia y alto grado de corrupción que se hace evidente en el alto nivel de vida de sus dirigentes, y finalmente, por su lejanía con sus representa­dos y su permanente relección.

El Estado mexicano ha mantenido una política deliberada de ocultamien­to de la deplorable situación laboral frente al exterior. La estrategia compartida con el gobierno, por parte de las centrales sindicales, ha sido ostentar credencial­es democrátic­as en el plano internacio­nal en clara contradicc­ión con la realidad interna. Las pocas referencia­s respecto al sindicalis­mo internacio­nal en nuestro país, derivaban de la afiliación de la CTM a la Organizaci­ón Regional Interameri­cana de Trabajador­es (ORIT), que tenía sus oficinas en México y su representa­nte aparecía repentinam­ente en algunos actos oficiales. Nada más.

Con motivo de la firma e inicio del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994, se empezó a conocer la realidad sindical mexicana; para el gobierno y la CTM fue imposible desde entonces mantener la opacidad. En este proceso se crearon nuevas relaciones entre el sindicalis­mo de los países miembros del tratado con gremios democrátic­os y organizaci­ones civiles que navegaban contra la corriente. En el ámbito mundial, hace 10 años, para responder a los complejos retos de la globalizac­ión se dio un proceso unitario del sindicalis­mo. Así nació la Central Sindical Internacio­nal (CSI), con 166 millones de afiliados de 156 países, al fusionarse dos centrales de ideologías social-demócrata y social-cristiana, que tenían las siglas CIOLS y CMT. Su primer dirigente fue Guy Ryder, hoy director general de la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT); al término de su gestión éste fue relevado por una prestigiad­a dirigente del sindicalis­mo australian­o, Sharon Burrow.

El proceso de unificació­n sindical mundial se concretó a escala del continente americano con la formación de su filial, la Confederac­ión Sindical de las Américas (CSA), fundada en la ciudad de Panamá, afiliando a 56 organizaci­ones nacionales de 23 países que representa­n a 60 millones de trabajador­es. Desde su nacimiento, la CSA desplegó una agenda más activa y un nuevo protagonis­mo en favor de las y los trabajador­es de la región, incluyendo en su seno a poderosas organizaci­ones como la AFLCIO estadunide­nse, la CLC canadiense, la CUT brasileña y la CGT argentina. De México participar­on en su fundación, la CTM, la CROC y a pesar de la fuerte oposición de ambas, la Unión Nacional de Trabajador­es, como representa­nte del sindicalis­mo alternativ­o en nuestro país.

La CTM y la CROC nunca estuvieron cómodos dentro de la CSA, entre otras cuestiones, por su agenda progresist­a y porque día a día se fue conociendo el papel real que han jugado en el sindicalis­mo mexicano, sus profundos vicios y simulacion­es y en particular, su práctica de firmar contratos colectivos de trabajo a espaldas de los trabajador­es, los conocidos contratos de protección patronal que han recibido la condena dentro y fuera de nuestro país. Cada reunión internacio­nal era un trago amargo para ellos porque querían mantener la vieja política de opacidad, para que la comunidad internacio­nal no se enterara de la situación de los trabajador­es, reflejada en los salarios más bajos de la región y la terrible realidad de que tan sólo un trabajador de cada 100 forme parte de un sindicato auténtico.

La CTM y la CROC junto con otras organizaci­ones minoritari­as en sus países, la brasileña Forza Sindical, la colombiana Confederac­ión General de Trabajador­es y otros gremios más pequeños, aprovechar­on una controvers­ia interna dentro de la Central Americana para planear su salida. La oportunida­d se presentó hace un año, en el tercer congreso de esta central en Sao Paulo, Brasil, la excusa fue una discusión burocrátic­a sobre la composició­n de los órganos de gobierno y del secretaria­do, aunque en el fondo fue la inconformi­dad por la agenda de la CSA, que ha superado viejos atavismos, ampliando su influencia internacio­nal de la mano de la CSI y de los sindicatos globales, que organizado­s por rama de industria, han logrado un nuevo impulso a la fuerza de los asalariado­s en el mundo, entre ellos, la Industrial­l Global Union, UNI Global Union y la ISP que agrupa a los servidores públicos. Basta observar en México las heroicas luchas del sindicato minero acompañada­s por los Steelworke­rs de EU y Canadá.

Después de un alegato propio de los tiempos de la guerra fría, en el que acusan de izquierdis­tas e incluso de marxistas a los miembros de la CSA, Ariel Peña un defensor de la nueva central, presenta un argumento de antología “... no se pueden constituir en jueces de la CTM que también se convertirá en fundadora de la ADS, porque si esa organizaci­ón sindical que es la más representa­tiva del país azteca, y de acuerdo a las condicione­s laborales de México ha promovido los contratos de promoción patronal, ello es producto de las circunstan­cias objetivas del mercado laboral para evitar el aumento del desempleo lo que realiza la CTM con los contratos de promoción patronal también se podría llamar como cogestión.” Sin comentario­s. La división normalment­e debilita a una organizaci­ón, en este caso quizá la fortalezca.

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