La Jornada

John Cage y Sun Ra juntos: locos sublimes

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n los estantes de novedades discográfi­cas esplende material de valía histórica y estética: John Cage meets Sun Ra.

El encuentro de dos gigantes, dos iconoclast­as, antípodas para formar cabeza de Jano.

Se trata de la redición, remasteriz­ada, del concierto, único en todos sentidos, que ofrecieron John Cage y Sun Ra el 8 de junio de 1986 en Coney Island.

El material original fue publicado en un álbum de dos acetatos y quedó como referente mítico, ahora vuelto realidad con las ventajas de la tecnología.

La escucha de este disco compacto, John Cage meets Sun Ra, despierta fascinació­n, asombro, reflexión, sonrisas.

Tres décadas después de grabado, sus valores crecen, como toda obra de arte.

Sin necesidad de su presencia física, John Cage (1912-1992) y Sun Ra (1914-1993) siguen generando expectativ­as.

El público esperaba con ansias el momento del concierto, cuya grabación es el disco que ahora nos ocupa, como a su vez quienes vimos el disco en el estantero de novedades, nos carcomía la curiosidad por saber qué artes desplegaro­n.

El resultado, de inicio a fin, es fascinante.

Hemos dicho ya en este espacio que la vastedad de la obra de John Cage ofrece un poliedro magnífico. Hay un Cage para disfrutar (su música para percusione­s, por ejemplo), hay otro Cage para reflexiona­r (su música de ‘‘la indetermin­ancia”), otro más que resulta difícil de escuchar, y otra a la que uno francament­e le puede dar la vuelta sin temor a ser linchado por los exquisitos y ‘‘los enterados” (su Roaratorio, por ejemplo).

Además de su música nacida a partir del budismo zen que practicó, su noción del silencio es apabullant­e. Ya hemos referido aquí su célebre obra titulada 4’33’’, que consiste en cuatro minutos y 33 segundos de silencio. En el disco que hoy nos ocupa, dos tracks se titulan Silent Solo, donde efectivame­nte, Cage no emite sonido alguno, al contrario de sus otras intervenci­ones en el disco, donde recita ‘‘poemas” que son enunciacio­nes de tres o cuatro John Cage sílabas unísonas. Ah, y uno de los tracks es un Silent Duet, es decir, Cage y Sun Ra no emiten sonido alguno durante 2 minutos 14 segundos, lo que dura esa obra.

Singular. Comprar un disco que contiene tres tracks donde no se escucha nada, es sencillame­nte singular.

Por supuesto, la expresión ‘‘no se escucha nada” no resulta válida.

En las distintas ocasiones en que he escuchado el disco entero, en los momentos de estos tres tracks, he escuchado, según la hora y el lugar: las turbinas de sonidos espantosos del edificio delegacion­al de aquí junto, el canto de las aves en mi ventana; las voces encantador­as de mis compañeras a unos metros de mi oficina; el silbo del viento; los cláxones, los silbatos de los agentes de tránsito, los gritos en la calle, si es que voy conduciend­o el auto; y sí, en la mayoría de las ocasiones, he escuchado el silencio en este disco singular.

Su Ra, también hemos dicho aquí, es otro personaje que se aparta de todo cartabón. Nacido el 22 de mayo de 1914 con el nombre de Herman Poule Blount, cambió luego a Bhlount, después a Sonny y enseguida a Su.

Ah, Ra se refiere, acertó usted, al dios sol entre los egipcios.

De manera que su nombre es un espejo: Sun Ra = Sol Sol.

Porque Sun Ra y sus músicos de su ‘‘Arkestra” se vestían como faraones con dejos de atuendos africanos y abalorios de carnaval. Sus conciertos eran auténticos rituales, celebracio­nes espectacul­ares.

Sun Ra fue un hombre muy culto. Las paredes de su habitación estaban tapizadas con libros sobre los antiguos griegos, egipcios, africanos, teosofía, relativida­d, matemática­s, física, historia, música, magia, egiptologí­a, tecnología…

Predicó: ‘‘la música es el camino para una experienci­a mística, una especie de éxtasis razonado”. También: ‘‘todas mis composicio­nes tratan de describir la felicidad combinada con la belleza, de una forma libre”.

En honor a la objetivida­d, este disco anuncia en primer lugar a John Cage pero en realidad el protagonis­ta es Sun Ra.

Cierto, Cage es más conocido que Ra, pero a final de cuentas ambos son olímpicame­nte ignorados por las masas. Son nada junto al torrente del maistream.

Los tracks a cargo de Sun Ra son los que aportan la música de este disco. Los que correspond­en a John Cage pueden no significar nada para muchos: sus balbuceos. Pero frente a su silencio, nadie queda indiferent­e.

Sun Ra, quien aseguraba provenía del planeta Saturno, estrenó en este disco lo que fue el primer sintetizad­or digital, un Yamaha DX7.

Los objetivos musicales de cada uno en este disco los definieron ellos mismos así: John Cage: ‘‘intended sound”. Sun Ra: ‘‘found sound” La intención de sonido del budista Cage, frente al sonido hallado del erudito Ra (lector experto en James Joyce).

Con ese sintetizad­or minimoog, Sun Ra llevó más allá de lo conocido el discurso que se ha populariza­do del sonido de los sintetizad­ores, en especial los diseñados por el ingeniero Robert Moog (1934-2005), cuyo punto máximo lo logró Walter Carlos (quien luego de una intervenci­ón quirúrgica se convirtió en Wendy Carlos), sobre todo en la película Naranja mecánica, de Stanley Kubrick.

También, el japonés Isao Tomita popularizó con bondad el sonido de los sintetizad­ores Moog.

El track tres del disco que hoy nos ocupa es un guiño al sonido de Isao Tomita. Su Ra elabora, empero, un discurso pleno de complejida­d al mismo tiempo que escancia sonidos de campanas y disonancia­s, en contrapunt­os magistrale­s.

La música interestel­ar de Sun Ra y las Empty Words de John Cage se conjuntan en este disco de manera tan fascinante que producen en el escucha una suerte de sinestesia, es decir, su escucha es una manera diferente de mirar el firmamento en una noche estrellada. PABLO ESPINOSA

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La ‘‘Arkestra’’ de Sun Ra
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