Se pescan 26 millones de toneladas al año de manera ilegal y no declarada
FAO impulsa iniciativa para evitar saqueo y sólo se comercialice con certificación
Jiménez hubiera conocido a mi madre, seguramente le hubiera dedicado su Paloma querida. Pero como la música y la poesía son de quien las necesita, fue mi padre quien hizo suya esa canción para declarar mil veces el amor a su mujer.
Paloma querida en las serenatas del noviazgo; la más inolvidable fue aquella en que, en vez de mariachis o un trío, llevó piano, pianista y tenor, en un transporte de carga, a cantar bajo el balcón de mi madre: “Por el día en que llegaste a mi vida Paloma querida…” Y desde entonces la llamó Paloma y familiares y amigos también empezaron a nombrarla así. Mi madre Raquel –la Paloma– cumplió 90 años el pasado 20 de enero y murió hace 17 días, justo el día en que mi padre hubiera cumplido 100 años. La aparente coincidencia nos consoló, pues quisimos creer que él vino por ella y que se fueron juntos. En su fiesta de cumpleaños 90, un gran mariachi con gala de trajes blancos cantó la Paloma Querida y, un mes más tarde, en su funeral, hijos y nietos con guitarra entonamos cerca de ella la dulce canción. Así la despedimos: como a una estrella, como al sol enorme que iluminó nuestras vidas. A ella, maestra y educadora, le debo lo mejor de mi persona. Me enseñó que la gente más importante del mundo son los niños y que eso no hay que perderlo de vista. Una vez le agradecí por escrito que me haya enseñado a tocar las estrellas: a creer que nada es imposible. Fue una mujer de dones y virtudes. Bailó tap de los 15 a los 85 años. Era muy bonita, solidaria y gentil. Mas el mayor de sus dones fue la alegría, la capacidad y el talento para ser feliz. Para nuestra querida Paloma todo era motivo de gozo. Convertía lo mismo fiestas que problemas, y hasta las pérdidas, en motivo de entusiasmo, de reto y oportunidad de ser. Sin etiquetas ni letanías fue naturalmente existencialista y feminista. Ejerció su libertad plenamente y asumió los costos. Nos dio todo a todos, sin inocular sentimientos de culpa ni actitudes de abnegación o sacrificio. Nuestra familia fue un matriarcado. De sus seis hijos, cuatro fuimos mujeres y de 12 nietos sólo hubo tres varones. A hijas y nietas, la Paloma nos enseñó a ser fuertes, y coquetas: “Lo primero en la mañana –decía– es ponerse aretes y pintarse la boca”. A todas sus hijas nos hizo educadoras, como fueron ella y mi abuela. Este es el primer Sábado de Gloria en que no está con nosotros (Juan Ramón, Raquel, Patricia Rocío y Juan José). Por eso aquí la lloro y escribo algunas linduras de su vida; de esa Paloma sin igual, la maestra Raquel Molina y Rivero, mi madre… Cada año, en todos los océanos del mundo se extraen 26 millones de toneladas de peces producto de la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada, lo que genera un grave daño a los ecosistemas marinos del planeta, alerta la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).
A fin de frenar el saqueo de los ecosistemas marinos, de los cuales se extrae cada año con la pesca legal entre 91 y 93 millones de toneladas de peces que han hecho de los productos alimentarios del mar los más comercializados del planeta, con un valor de exportación en 2016 de 142 mil millones de dólares, la FAO impulsa una iniciativa para impedir que el pescado capturado ilegalmente llegue a las mesas de los consumidores.
Se trata del proyecto denominado “Directrices voluntarias sobre sistemas de documentación de las capturas”, a fin de rastrear los peces desde su punto de captura, a través de toda la cadena de suministros, y evitar que llegue al mercado de consumo. Es, afirma la organización multinacional, un esquema de vigilancia “desde el mar hasta la mesa”.
El documento será suscrito por los miembros de la FAO en en Roma, Italia, del 3 al 8 de julio, luego de que el texto fue aprobado por unanimidad tras cinco años de negociaciones.
Sin embargo, este no es el único esfuerzo que la FAO realizó para frenar la pesca ilegal. En junio de 2016 entró en vigor el primer acuerdo internacional para acabar con la pesca ilegal, suscrito por 29 países –entre los que no se incluye México– que obliga a las naciones a vigilar sus puertos para detectar esta práctica, e impedir la descarga y venta de pescado capturado de forma indebida y compartiendo información sobre los buques que pescan “de forma poco escrupulosa”.
La nueva iniciativa, afirma la FAO, busca poner fin a la comercialización de la pesca ilegal y garantizar la preservación de los recursos alimentarios que provienen de los océanos.
La documentación de las capturas “empieza con la certificación de pesca legal de los envíos de pescado por las autoridades nacionales. Dicha certificación acompaña al pescado que se procesa y comercializa a escala nacional o internacional. Sólo los pescados con documentación válida pueden ser exportados o comercializados a los mercados donde exista el requisito de la certificación de captura legal”.
A fin de endurecer las medidas contra los pescadores piratas, las nuevas directrices establecen que las naciones que lo suscriban deberán “exigir a los buques pesqueros extranjeros que soliciten autorización para entrar a los puertos con la suficiente ante- lación, aportando información detallada sobre sus identidades, sus actividades y el pescado que llevan a bordo”.