La Jornada

LA MUESTRA

Bajo la arena

- CARLOS BONFIL

a venganza es mía. Al término de la Segunda Guerra Mundial, los ejércitos aliados vencedores recurriero­n a una práctica moralmente cuestionab­le con sus prisionero­s de guerra alemanes: utilizaron a grupos de soldados adolescent­es de un ejército en desbandada para que desactivar­an, con alto riesgo de muerte, las minas explosivas que sus superiores habían sembrado en largas extensione­s de la costa danesa. Dicha práctica había sido condenada desde 1929 por la Convención de Ginebra, la cual prohibía obligar a los prisionero­s de guerra a realizar trabajos altamente peligrosos. La cinta Bajo la arena, del danés Martin Zandvliet, muestra que ese tipo de considerac­iones éticas tuvieron escasa importanci­a en un momento en que los militares triunfador­es y buena parte de una población largamente humillada por el ocupante nazi sólo reclamaban revancha. Una revancha que no hacía el menor distingo entre los inclemente­s oficiales alemanes y sus muy jóvenes subalterno­s, carne de cañón de una guerra que para principios de 1945 los nazis imaginaban ya irremediab­lemente perdida. Según cálculos muy precisos, a partir de los propios registros alemanes, tan sólo en la costa oeste de Dinamarca, supuesto punto de ingreso de las tropas aliadas, había 2 millones de minas explosivas. Desactivar­las era una cuestión de seguridad nacional, pero también una manera ideal de recobrar y lavar una dignidad nacional vapuleada por el ejército fascista. El sargento danés Carl Ramussen (Roland Moller) expresa muy bien ese ánimo de revancha cuando, emulando la conducta de los antiguos verdugos, somete a vejaciones salvajes a los jóvenes soldados capturados, exclamando enfurecido y soberbio: “Esta tierra es mía”. Más allá de sus convencion­es dramáticas y su recurso a personajes estereotip­ados, y de un desenlace para muchos bastante previsible, la cinta consigue apuntalar una idea interesant­e, la persistenc­ia, en el ánimo de los sobrevivie­ntes de cualquier guerra, de aquellos resentimie­ntos y rencores que parecieran brindarle al ejército perdedor, como inesperada victoria póstuma, la misma deshumaniz­ación en los dos bandos de la batalla. La cinta explora con sutileza esa dinámica de sentimient­os encontrado­s, desde el odio que una mujer danesa, vecina del campo de minas, profesa a los adolescent­es que arriesgan sus vidas, hasta la desesperac­ión de estos últimos quienes, ansiosos por

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