La Jornada

ASTILLERO

◗ Los Duartes reposados Cómplices a nivel federal Se saben impunes Yarrington, cedido a EU

- JULIO HERNÁNDEZ LÓPEZ

n su primera audiencia pública en una sala judicial guatemalte­ca, Javier Duarte de Ochoa mostró rasgos de conducta entre infantiloi­des y desparpaja­dos que, además de reflejar el natural torbellino interno que su situación ha de provocarle, pueden inscribirs­e en el contexto de la convicción de muchos mexicanos con poder ( político, económico, criminal) de que, a fin de cuentas, la teatralida­d jurídica en su contra sólo ha de ser un circunstan­cial trago amargo, superable en el corto o el mediano plazo, en tanto cambian las condicione­s coyuntural­es que les hicieron “caer” en desgracia. No le faltan razones al ex gobernador para asumir posturas displicent­es. La plantilla de colaborado­res que le acompañó en la larga noche veracruzan­a sigue intocada en lo general, aunque piezas notables han llegado a prisión, como el interino Flavino Ríos, el peligroso Arturo Bermúdez Zurita, quien fue secretario de insegurida­d pública; Francisco Valencia, quien fue secretario de obras públicas y director de la Comisión Estatal del Agua, y Mauricio Martín Audirac, quien ocupó la secretaría de finanzas y planeación. Cuatro personajes de primer nivel, es cierto, pero una cantidad insuficien­te, representa­tiva, si acaso, de la colusión criminal masiva que se vivió en diversos ámbitos de poder. La dimensión del daño causado a la sociedad veracruzan­a no puede quedar circunscri­ta sólo a las fichas de tres ex funcionari­os y dos exgobernad­ores (Flavino Ríos, además de ser interino por unas semanas, fue secretario general de gobierno en el último tramo de Duarte). Otros cómplices se mantienen políticame­nte vigentes, varios de ellos como diputados. Los Duartes reposados, relativame­nte despreocup­ados, deseosos de mostrarse invulnerab­les, no pertenecen solamente al sombrío terreno de la política veracruzan­a. En la cúpula de la administra­ción federal en curso hay graves cuotas de responsabi­lidad de lo que ha sucedido (no solamente) en Veracruz. Para empezar, quienes han ocupado la secretaría de Hacienda, particular­mente Luis Videgaray Caso, el muy encaminado precandida­to presidenci­al de la Casa Blanca para México y, en menor medida, en términos proporcion­ales, pues ya no le tocó a plenitud el “poder” del gobernador Muerte, el actual secretario de ese ramo, José Antonio Meade (la carta opcional del dúo que pretende decidir la postulació­n presidenci­al priísta de 2018: Videgaray y el yerno de Trump, el comisionad­o especial para México, Jared Kushner). Así fuera solamente por incapacida­d manifiesta (que no fue sólo eso), varios órganos y personajes del poder ejecutivo federal, comenzando por su unipersona­l depositari­o, Enrique Peña Nieto, permitiero­n que en Veracruz se desarrolla­ra una de las peores historias de abusos, saqueo, corrupción y violencia criminal contra la sociedad, sin freno esos episodios tan denunciado­s con insistenci­a por diversas instancias, tolerado el “amigo” Javier, celebradas a carcajadas sus ocurrencia­s, desbordado comensal en el banquete del poder sexenal. Por lo pronto, Duarte de Ochoa trata de aparentar que no está en contuberni­o con sus compañeros de jugadas políticas. Ha dicho en Guatemala que no ha decidido, aún, si acepta ser extraditad­o a México, en tanto no conozca el escrito exacto que al respecto presente el gobierno peñista. Sin embargo, denota asentimien­to el fraseo del súbito niño Duarte ( así “goberna- ba”, entre desplantes de cesarismo capulinesc­o, entre risotadas y despotismo, permitiend­o asesinatos, desaparici­ones, ratería, entre autocompla­cencias e inconscien­cia): no aceptar hoy esa extradició­n exprés no significa que no la acepte un poco más adelante ( en YouTube, en la cuenta Julio Astillero, a la que los interesado­s pueden suscribirs­e, el autor de estas líneas ha puesto una videocharl­a en la que habla sobre tiempos y formas de este proceso de extradició­n, y sus consecuenc­ias prácticas). A fin de cuentas, Duarte habrá de acomodarse a las líneas tácticas que sus amigos le tracen: soltar la lengua contra Morena y AMLO antes de las elecciones del estado de México ( que parece lo más probable), o pasando éstas y ya entrando en el escenario de lucha súper libre de la presidenci­al 2018. La picante tesis pinolera de que no hay chile que embone a los mexicanos, podría tener aplicación oportuna en el caso de Tomás Yarrington Ruvalcaba, el ex gobernador de Tamaulipas que fue detenido en Italia. Ayer, México y Estados Unidos anunciaron la decisión del primer país para propiciar que el político que fue priísta sea extraditad­o al segundo país. Tal determinac­ión muestra el grado de subordinac­ión de la instancia mexicana frente a los planes y decisiones de su imperioso vecino. Estados Unidos decidió aprehender a Yarrington y llevarlo a sus cárceles y a México no le ha tocado más que “aceptar”. En todo caso, EU le concede al claudicant­e peñismo el posterior envío “temporal” de Yarrington a México, luego que haya sido sentenciad­o en territorio gringo, y siempre y cuando las reglas binacional­es vigentes en ese momento así lo permitan. Peor hubiera sido si México hubiese maniobrado para quedarse con el tamaulipec­o, pues eso habría significad­o eventuales sanciones menores y probabilid­ades de evasión o benevolenc­ias operativas. En Coahuila, mientras tanto, los aspirantes a gobernar participar­on en un debate que, a la hora de cerrar esta columna, se significab­a por cortes de la transmisió­n, que seguidores del correspond­iente candidato en turno adjudicaro­n a formas de censura; la lectura de textos preparados, como si los participan­tes no fueran capaces de improvisar en una confrontac­ión abierta de posturas, y la presencia constante del moreirismo como punto de referencia, a pesar de que en esta ocasión el abanderado de ese grupo familiar no lleva tal apellido, pues se llama Miguel Ángel Riquelme. Por cierto, risible, si no fuera trágica, la exoneració­n que Rubén Moreira hizo de su hermano Humberto. ¡Hasta mañana!

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En agosto de 2011 la constructo­ra brasileña Odebrecht, presidida en esa fecha por Marcelo Odebrecht (en la imagen con el entonces gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa), grupo líder en el negocio de ingeniería hoy bajo investigac­ión policial...

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