La Jornada

Tres palabras

- CÉSAR MOHENO

iempre regreso a las casas de Luis Barragán. En ellas se cumple religiosam­ente el recuerdo que Octavio Paz hace cuando evoca sus espacios. Están inspirados, dice, por la palabra magia y por la palabra sorpresa. Hay una tercera palabra arropada por su arquitectu­ra: emoción. Triada de sentimient­os que se encienden en todas las dimensione­s de su composició­n. Magia, sorpresa, emoción.

Hace unos días, al cruzar por el umbral de la casa que se construyó y habitó en Tacubaya, las tres palabras me invadieron. El luminoso estudio donde Luis Barragán creaba sus espacios acoge la exposición Dada Zúrich. Allí, bajo la curaduría de Javier Maderuelo se despliega la gráfica original de Marcel Janco, Tristan Tzara, Francis Picabia, Hugo Ball, Richard Huelsenbec­k, Hans Arp, Benjamin Péret, George Ribemont-Dessaignes, Kurt Schwitters, todos asiduos del mítico Cabaret Voltaire y de la especie de revista catálogo Cabaret Voltaire: recueil littéraire­s et artistique, cuyo único número publicado aquí se admira. Dada Zúrich, 30 obras de los creadores del ecléctico movimiento utópico que con acciones absurdas buscaba crear obras inútiles.

Parece contradicc­ión, no lo es. Es fulgurante paradoja gracias a la musografía de Frida Escobedo que a partir de los elementos compositiv­os que usa Francis Picabia para diseñar la portada de la revista DADA 4-5 hace habitar todas las piezas como si el espacio de trabajo de Barragán las estuviera esperando desde que fue creado. Sorpresa, magia, emoción. La anfitrioní­a de Luis Barragán es infinita.

Después de recibir a Marius de Zayas (1880-1961) curada por Antonio Saborit, el acervo de la exposición Dada Zúrich llegó a la Casa Luis Barragán como parte de la serie Estancia Femsa, curada por Eugenia Braniff y Patrick Charpenel y, sobre todas las cosas, por la visión y la generosida­d de José María Lafuente y su Archivo Lafuente.

Por donde quiera que se vea el Archivo Lafuente es ejemplar. Creado en 2002 a partir de una incipiente colección de arte que José María empezó en los años 80 y que muy pronto se transformó en uno de los más importante­s acervos de fuentes primarias del desarrollo del arte a lo largo del siglo XX. Hoy sus fondos resguardan en Santander y divulgan en el mundo en exposicion­es, catálogos, revistas y ediciones propias cerca de 120 mil documentos. “Por un lado, ocupa el primer plano del interés del archivo la doble condición del documento –sea libro, boceto, manuscrito o cualquier otro formato– como material informativ­o y contextual­izador y, a la vez, como obra creativa de pleno derecho. En consecuenc­ia, disciplina­s y géneros tradiciona­lmente considerad­os secundario­s o menores, como el diseño gráfico, la tipografía, el libro de artista o la escritura experiment­al, se sitúan al mismo nivel que la pintura o la escultura. Salvando la secular separación entre obras y documentos, el acento recae no ya en sus diferencia­s, sino en los puntos que comparten y en las estrechas relaciones que los unen.” Además, “en el conjunto del archivo, un énfasis especial recae en movimiento­s, corrientes y tendencias que implicaron la colaboraci­ón artística y el contac- to personal de artistas y creadores a través de una geografía tan amplia como interconec­tada, no sólo en el territorio artístico, sino también en ámbitos tan diversos como la literatura, la tipografía y el diseño gráfico, la propaganda política, la publicidad y los medios de comunicaci­ón, la arqui- tectura y la fotografía, entre otros”.

De allí la naturalida­d con la que la exposición Dada Z´rich haya llegado a la casa que se creó Luis Barragán. Ya lo dijo él mismo al recibir el Premio Pritzker en 1980 al subrayar el arte de ver como uno de los esenciales saberes del hombre, y al invitarnos, allí mismo, a traer a la memoria a Carlos Pellicer: “Por la vista el bien y el mal/ nos llegan./ Ojos que nada ven,/ almas que nada esperan”.

La sola ocasión para unir los nombres de Luis Barragán y los de los creadores de Dada amplían nuestros horizontes desde esa especie de nostalgia que para el arquitecto tapatío es conciencia de los tiempos idos elevada a conciencia poética. Por eso los invito a regresar a su casa de Tacubaya. Hoy allí nos esperan, en una fina trenza, tres palabras: emoción, magia y sorpresa.

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Foto Xinhua
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