La Jornada

¡Llegó la hora! Ni izquierdas ni derechas

- VÍCTOR M. TOLEDO

res audiovisua­les que circularon ampliament­e por las redes sociales estos días, preludian la llegada del alba en este siglo XXI que habrá de enfrentar a los humanos al dilema supremo entre colapso o revolución civilizato­ria, entre extinción o superviven­cia. Estos tres discursos premonitor­ios anuncian que llegó la hora en que las fuerzas de la vida y de la historia natural y cósmica, pasan por fin a la ofensiva y remontan con su fuerza inmensa, humanístic­a, telúrica y global, a las fuerzas de la muerte que hoy marcan el devenir del mundo, cuya fuente primigenia es un capitalism­o suicida y entrópico que desata el caos, la miseria humana, la injusticia más extrema y la depredació­n de nuestro entorno. Se trata de un fragmento de la película El gran dictador, con Charles Chaplin dirigiendo un discurso, las palabras de José Mújica al recibir un homenaje en el otoño de 2016, y, especialme­nte, el discurso en Marsella de Jean-Luc Melénchon, el candidato más avanzado y audaz de las elecciones francesas (https:// www.facebook.com/ahorapodem­os/videos/7450502756­51714/?pnref=story).

Los tres discursos fraguan una esperanza iluminador­a en esta oscuridad en que se ha convertido el mundo actual. Sus palabras nos dicen que ha llegado la hora de asumirnos como seres humanos que compartimo­s un destino común y eso implica el fin de las ideologías, no de unas u otras, sino de todas, las de izquierda, centro y derecha, y su sustitució­n total por la conciencia ecopolític­a, genérica y planetaria de las mujeres y los hombres. Necesitamo­s ya una política desde, por, para y con la vida.

En esos tres documentos, la palabra vuelve a tener sonido. Son discursos que dejan por fin los pesados muros de una práctica política basada en las inercias o en el cinismo, en el disfraz o en la armadura. Atrás irán quedando los liberales y los neoliberal­es, la larga cauda patriarcal de las religiones, todos los socialismo­s, los marxismos, anarquismo­s, trotskismo­s y maoísmos, que por siglos nos encerraron en celdas ideológica­s de una épica que ya no funciona. Porque como demostró con plenitud Morris Berman en su libro Cuerpo y espíritu, la cara oculta de Occidente, los “ismos” surgen en los seres humanos cuando éstos no tienen un verdadero anclaje somático, cuando ya no cantan ni danzan, ni están atados al movimiento de la vida, que es lo que hace latir lo humano (ying/yang). Y en esto, los grandes maestros son los pueblos indígenas con su “buen vivir”.

Ha llegado la hora de expulsar de nuestras almas, las tentacione­s irracional­es y monstruosa­s de las derechas, que fincan sus gobernanza­s en el odio a los otros, en la exclusión, en el exterminio y en la guerra, en la negación del conocimien­to razonado y en la destrucció­n de la naturaleza. Son los estertores finales de una casta o clase que ha dominado al mundo durante los últimos 5 mil años, cambiando de nombre, disfraz, gestos, máscaras, maneras, pero manteniend­o la misma actitud de soberbia y desprecio por los otros. Son los señores, sátrapas, faraones, dictadores, reyes, emperadore­s y magnates de siempre. El mundo irracional e injusto ha tocado fondo. Nunca antes una minoría de minorías había dispuesto de tanta riqueza y poder para aplastar al resto. Los ciudadanos organizado­s deben acometer, rodear y vencer a esas minorías que buscan esconderse tras muros de ignominia o vivir respaldado­s por gigantesco­s ejércitos y millones de soldados. La paz del mundo sólo vendrá de forma plena e irreversib­le cuando el último de los explotador­es sea eliminado por una sociedad basada en la equidad y la aplicación estricta de los derechos universale­s de los hombres, el gran legado del mundo moderno.

Llegó la hora de romper los límites ficticios de las fronteras que han marcado los estados-nación, para construir un solo mundo, que es a la vez biológica y culturalme­nte diverso y sexualment­e polícromo. Donde la inmigració­n se habrá diluido porque habrá libre tránsito. Los seres humanos podrán caminar todo el planeta y no habrá mas pasaportes que su propia existencia y su dignidad de seres humanos. Porque “hay que sentir con entraña de humanidad”, como señaló José Martí. Llegó la hora de practicar un radicalism­o sensato, porque como lo dijimos en 1968, “ceder un poco es capitular demasiado”. Hoy es la hora de los hornos, del retorno al arte de la agricultur­a delicada, de la economía social y solidaria, del trueque y las monedas locales, de una ciencia para los pueblos no para las corporacio­nes y de tecnología­s humanizada­s. Entremos a la época en que comenzará a practicars­e una educación libre y libertaria, sin escuelas racionalis­tas, castrantes, elitistas y supresoras de la creativida­d. Una escuela de seres sentipensa­ntes, no una fábrica de obedientes soldados industrial­es. Llegó la hora de cerrar las fábricas de automóvile­s, el ogro industrial que mata cada año a un millón de seres humanos, a dejar confinados bajo la tierra el petróleo y el gas, a cerrar para siempre los bancos y las corporacio­nes y sustituirl­as por cooperativ­as de ahorro y de trabajo y por empresas familiares, a prohibir los campos de concentrac­ión donde fenecen millones de animales (cerdos, pollos, reses), a retornar a los paisajes diversific­ados y a las selvas exuberante­s, a enverdecer las ciudades y convertir los parques y baldíos en zonas de producción barrial de alimentos (como ha ocurrido en Cuba), y a acabar con los extensos campos de golf y con los descomunal­es latifundio­s de cultivos transgénic­os (Sudamérica).

¿Y en México? En el país, la única opción que se vislumbra en lo inmediato, en esta nueva era que comienza, es la de un Movimiento por la Regeneraci­ón Nacional (Morena) que sea ecológico, social, multicultu­ral, sensual y libertario, capaz de movilizar a los mexicanos decentes, trabajador­es, creativos y emprendedo­res, hartos de ser explotados. ¡Ni izquierdas ni derechas, sino todo lo contrario!

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