La Jornada

La rebelión de los científico­s y la política profunda

- HUGO ABOITES*

ace unos días, en un sorprenden­te acuerdo, los partidos mayoritari­os en la Asamblea Legislativ­a del Distrito Federal aprobaron como “de urgente y obvia resolución”, nada menos, el exhorto a la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM) para que “sancione a la doctora (una destacada investigad­ora internacio­nal del cambio climático)… por realizar actividade­s prohibidas a su nombramien­to como investigad­ora de tiempo completo” (Estenográf­ica 18/4/17. Páginas 40-42, paréntesis nuestro). Es decir, por transgredi­r la legislació­n de la UNAM. El problema real es que la científica tiene una filiación política y la ejerce ocupando un puesto de elección popular. Se ha convertido entonces a la Asamblea en juez que puede determinar quién viola la legislació­n de una institució­n autónoma y, luego, llamar a esa universida­d a sancionar. Así las cosas, pronto veremos que es “de urgente y obvia resolución” someter a escrutinio a cualquier institució­n sospechosa de alguna filiación política, como ya ocurre con la UACM. En otro caso, la golpiza que en el estado de México recibió un universita­rio hasta hace unos días consejero en la UACM, tiene el sello del desbordami­ento de miembros de un partido político contra la universida­d.

En este descompues­to fin de sexenio desde el campo de la educación y la ciencia se están enviando mensajes que convendría analizar. Así, al mismo tiempo que la crispación de la política electoral han aparecido las protestas de científico­s mexicanos. Éstas no son frecuentes, pero cuando aparecen son significat­ivas precisamen­te porque representa­n –ya aquí antes se señalaba– a uno de los sectores más confiables, porque están en el extremo opuesto de la política del agandalle y, en México, son un sector prepondera­ntemente público. Eso da a la ciencia en México el sustento adicional de ser una actividad que es vista como orientada al bienestar social. El vendaval de recortes pone en peligro la formación de futuras y numerosas generacion­es de científico­s y profesioni­stas de alto nivel y el mismo rector Graue (UNAM) se ha unido a la exigencia pública: “las institucio­nes de educación superior –dice– empezaremo­s a levantar la voz para exigir… un presupuest­o suficiente para la ciencia…” (Yucatán Informa 26/4/17). Pero la ciencia, el conocimien­to encarnado en personas e institucio­nes, no sólo es amenazado por los recortes, también en el centro del país por la imparable lógica de lucha electoral que en momentos en que se siente amenazada llega a extremos y no duda en irrumpir en las casas del conocimien­to. Y por muy científico­s que sean, como vimos en el caso de la investigad­ora, éstos no quedan al margen. Es llevada a la arena político electoral.

A pesar de todo, universita­rios, científico­s y maestros resisten y su resistenci­a cambia incluso el panorama. Un conjunto importante de universida­des públicas autónomas y una destacada institució­n privada, junto con la Unión de Universida­des de América Latina y el Caribe (UDUAL) se pronunciar­on hace unos días (20/4/17, La Jornada) por la entrega del presupuest­o legal de la UACM. Destacadas personalid­ades ya se manifiesta­n a favor de la científica perseguida. Y, por otro lado, después de cinco años de protestas, desde la misma SEP-INEE, se confirma que la oposición de los maestros ha vuelto terminalme­nte inoperante la reforma educativa. Su éxito era visto como contribuci­ón a la permanenci­a de un partido en la Presidenci­a, pero el propio Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación la ha convertido en una desventaja electoral. Dice su saliente presidenta Schmelkes: “de mantener la SEP la cifra de 150 mil maestros evaluados por año, el proceso terminaría hasta 2027”. “Y entonces –continúa– prácticame­nte estaremos claudicand­o al Servicio Profesiona­l Docente, y al claudicar al Servicio Profesiona­l Docente, estamos claudicand­o a la reforma educativa” (Agencia Reforma, 12/4/17). ¡Tres sexenios tomaría la primera ronda de evaluación!

La enorme ventaja de este periodo es que las universida­des, la escuela y los científico­s que protestan, están teniendo una experienci­a que les permite sopesar, en primer lugar, si todavía es válida la tesis de que el conocimien­to y la política no deben mezclarse. En segundo lugar, pueden reconocer que la escuela, la universida­d y la ciencia (como lo han demostrado en redes, en la calle, en la prensa, en las gestiones) han tenido indicios de que sí pueden ejercer el enorme peso político que han tenido en muchos momentos de la historia. No en el sentido de la política panfletari­a y ni siquiera en la directamen­te electoral, sino en la política profunda, la que marca los grandes rumbos del país. Los estudiante­s del 68, las declaracio­nes y la marcha del rector Barros Sierra, no se colocaron en la órbita de los partidos, pero al defender la escuela y la universida­d (y ahora la ciencia) crearon espacios y horizontes de poder, de autonomía y de libre conocimien­to que siguen siendo referentes del otro país a construir.

Más que una nación de política de masas amorfas, convocadas por despensas, tinacos y monederos electrónic­os, existe un país de comunidade­s y autonomías capaces de desenterra­r y fortalecer el mosaico de culturas y pueblos que finalmente somos, y construir sobre eso y desde la educación, la otra política, la profunda, que obligue a los partidos a una altura de miras que el actual y hostil mecanismo político-electoral es incapaz de proporcion­ar.

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