La Jornada

EU: institucio­nes golpeadas

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esde su precandida­tura hasta ahora, cuando despacha en la Casa Blanca, Donald Trump ha mantenido un golpeteo implacable y poco sensato en contra de las institucio­nes que él, como jefe de Estado, encabeza. Ha hablado mal de los servicios de inteligenc­ia de su país, de programas sociales y militares, del sistema impositivo, y sus actos erráticos y grotescos han rebajado la imagen de la presidenci­a estadunide­nse como no ocurrió ni siquiera en el escándalo del Watergate, en los líos eróticos de Bill Clinton y en las mentiras criminales de George W. Bush. Por si no bastara eso, ayer la ex candidata presidenci­al Hillary Clinton responsabi­lizó de su derrota en las elecciones de noviembre pasado a Wikileaks, al gobierno ruso y a James Comey, director de la Oficina Federal de Investigac­iones (FBI, por sus siglas en inglés).

Según la ex secretaria de Estado, ella “estaba en el camino de la victoria”, pero los correos de su jefe de campaña, que fueron difundidos por Wikileaks, y una carta en la que Comey afirmaba que algunos de esos ameritaban la reapertura de una investigac­ión, “sembraron dudas en la cabeza de gente que se inclinaba en favor mío y que terminó con miedo”. El Partido Demócrata y la propia Clinton han afirmado que detrás de las revelacion­es de Wikileaks estuvo la mano del espionaje ruso.

Las declaracio­nes de la política demócrata conllevan un mensaje implícito pero inelu- dible: en su país los procesos democrátic­os son tan débiles y precarios que el gobierno de Moscú, una organizaci­ón de ciberperio­dismo y una declaració­n del jefe de la FBI bastan para alterar el sentido de la voluntad popular. Tal conclusión no sólo representa un severísimo cuestionam­iento a la solidez institucio­nal, sino alimenta las teorías de la conspiraci­ón, tan populares en grandes sectores de la sociedad estadunide­nse.

En suma, mientras el presidente Trump parece seguir empeñado en poner patas arriba las instancias gubernamen­tales, su rival derrotada, a quien se ha considerad­o añeja representa­nte del establishm­ent, le brinda una ayuda inesperada y paradójica en semejante tarea.

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