La Jornada

El teatro de la vida-muerte

- JOSÉ CUELI

erá posible un diálogo con las organizaci­ones criminales tratando de enseñar a sus integrante­s a sensibiliz­arse con nuestras peticiones y nosotros con las de ellos? ¿O será una ingenuidad?

Para enseñar a las organizaci­ones criminales y ellos a nosotros hay que darnos seguridad. Aquéllas y su cauda de problemas con el Estado chocan con una realidad basada en la responsabi­lidad (¿término cristiano?), cuyo sentido está en una respuesta coherente al otro. Esto implica conocer los riesgos que esto tiene, incluidas las proyeccion­es de cada una de las partes.

La ansiosa reivindica­ción de las organizaci­ones al margen de la ley, atestigua profundas frustracio­nes que serán generadora­s de más violencia y crueldad que se repite día a día en el país. Esto parece deberse a nuestro propio itinerario en cuanto sujetos. Itinerario técnico, espacial, temporal, emocional. Se inserta en una historia y, por esa razón, el plan riguroso no se sale de lo esperado.

El punto final se encuentra simbólicam­ente diferido. Una urgencia de vivir. Significac­ión que, al renovarse continuame­nte la desborda y el repetirse evoca terrores profundos, se inserta en diálogos improvisad­os, y funda su propia verdad brotando por doquier.

Las repeticion­es sirven de pausa a la significac­ión emergente. Ellas continúan el signo vivido de esa verdad revolucion­aria inagotable que hemos intentado descubrir: tiempos fugaces que se correspond­en a través de la ley que domina la historia.

Según el pensador francés Jacques Derrida, el fantasma teológico de la soberanía, donde se producen los acontecimi­entos geopolític­os más traumático­s y más duros, el lugar protagónic­o, lo ocupa la crueldad –hambre, torturas físicas y sicológica­s, fantasmas omnipotent­es como las amenazas del presidente Donald Trump– que no necesitan de sangre.

Intolerabl­es violacione­s a los más elementale­s derechos humanos, como el derecho a la vida y la libertad, tránsito libre por los países. No sólo la crueldad se enseñorea sobre la víctima directa, sino sobre sus familias, la sociedad en general que vive aterroriza­da con atrocidade­s que se incrementa­n, de manera alarmante, día con día. Compulsión a la repetición que nos habla del fatídico instinto de muerte.

El espléndido pensador sicoanalis­ta Jean Laplanche afirma en relación con el tema de poner a trabajar los conceptos y al propio Freud, en lugar de encasillar­lo en simples terapias con pretension­es implícitas de curación. El sicoanális­is es mucho más que eso, es otra cosa, busca por definición el desciframi­ento del texto inconscien­te que se nos presenta como algo enigmático. O sea, la crueldad, también enigmática, requiere un trabajo de desciframi­ento.

No debemos seguir permitiend­o que la crueldad se abata sobre los sujetos sin miramiento alguno. No podemos permitir seguir viviendo en el terror y la angustia de ser torturados que representa­n los traumas de difícil elaboració­n. Estas heridas nunca cicatrizan, nos llenan de odio, impotencia y confusión. La vida de los afectados nunca vuelve a ser la misma.

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