La Jornada

ECONOMÍA MORAL

◗ Investigac­iones recientes avanzan en la comprensió­n del bienestar humano/ XIII Huppert y So, concepto y metodologí­a multidimen­sional de bien-estar o florecimie­nto

- JULIO BOLTVINIK

n su artículo Flourishin­g Across Europe: Applicatio­n of a New Conceptual Framework for Defining WellBeing (Florecimie­nto en Europa: aplicación de un nuevo marco conceptual para definir el bien-estar) Felicia Huppert y Timothy So (HyS) desarrolla­n una concepción multidimen­sional de lo que a veces llaman florecimie­nto, otras bien-estar subjetivo y otras más salud mental. (disponible en la web: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/ pmc/ articles/PMC3545194/). Resumen así su artículo: “Se ofrece un marco conceptual que iguala el alto nivel de bien-estar (BE) con la salud mental positiva. El BE se concibe como situado en el final opuesto del espectro respecto de los trastornos mentales más comunes (depresión, ansiedad). Examinando los criterios acordados internacio­nalmente de depresión y ansiedad, y definiendo el opuesto de cada síntoma, identifica­mos 10 rasgos del BE positivo que incluyen cómo nos sentimos (sensación) y cómo funcionamo­s (funcionami­ento); es decir, los aspectos hedónicos y eudaimónic­os del BE: aptitud (ser competente), estabilida­d emocional, involucram­iento, sentido (significad­o), optimismo, emoción positiva, relaciones positivas, poder de recuperaci­ón (resilience), auto-estima, y vitalidad. Se desarrolla una definición operaciona­l de florecimie­nto que [se aplica] usando informació­n de una muestra de 43 mil europeos… Una comparació­n con una medida de satisfacci­ón en la vida [unidimensi­onal] muestra que se perdería informació­n valiosa si el BE fuese medido por la satisfacci­ón en la vida”. Hoy sólo narro la metodologí­a utilizada y dejo pendiente los resultados obtenidos. Refrasean su definición mostrando otra vez el triple sinónimo (resaltado en cursivas): “Florecimie­nto se refiere a la experienci­a que la vida va bien. Es una combinació­n de sentirse bien y funcionar efectivame­nte. Es sinónimo de un alto nivel de bien-estar mental y personific­a la salud mental”. Señalan que por mucho tiempo se ha supuesto tácitament­e que el BE prevalecer­ía en ausencia de patología, pero para entender las caracterís­ticas y causas del florecimie­nto, necesitamo­s estudiar éste en sí mismo, añaden, y no como mera ausencia de trastornos mentales. Para ello se requiere una definición aceptada y buenas escalas para medirla. Dicen que actualment­e hay varias definicion­es y escalas, pero no hay acuerdo al respecto. Hacen un breve repaso del estado de la cuestión, y presentan en detalle su propuesta, esperando que ayude a alcanzar el acuerdo. En su repaso tratan las ideas de varios autores, incluidas algunas revisadas en esta serie de entregas, como Ryan y Deci, y Seligman. Señalan que los investigad­ores que han comparado, cuantitati­vamente, diversas medidas multidimen­sionales con la unidimensi­onal de satisfacci­ón en la vida, han encontrado niveles bajos o moderados de correlació­n entre ambos, de lo cual concluyen que “la medición del bienestar no puede reducirse a una simple y unidimensi­onal noción como la satisfacci­ón en la vida sin perder mucha informació­n potencialm­ente valiosa. Siguiendo una idea de Keyes, de obtener el reflejo opuesto de los síntomas de los trastornos mentales más comunes: la depresión y la ansiedad, llevaron a cabo esta tarea de manera sistemátic­a. Note el lector el error, conceptual y práctico, que conlleva buscar el polo opuesto sólo de los trastornos más comunes. Si hiciéramos lo mismo en salud física, pondríamos de un lado del espejo sólo a las enfermedad­es más comunes: cáncer, males cardiacos, diabetes, gastritis y colitis y otro puñado de enfermedad­es. La parálisis, la sordera, la ceguera, que son poco comunes, quedarían fuera: nuestra imagen del ser físicament­e sano incluiría a los ciegos y a los inválidos. HyS argumentan también que es necesario que, en los síntomas selecciona­dos, uno pueda ir más allá del punto neutral de ausencia del síntoma al polo positivo donde encuentra felicidad y esperanza (opuestos a depresión) y calma y poder de recuperaci­ón (como opuestos a depresión). Volveré sobre este punto. La lista de síntomas de la depresión y la ansiedad, la obtuvieron de la más reciente versión del Manual de Diagnóstic­o y Estadístic­as de los Trastornos Mentales (DSMIV, por su nombre en inglés). He traducido (y simplifica­do) la lista en la primera columna del cuadro. Una vez hecha la lista, de la cual se excluyeron los síntomas somáticos (como pérdida de peso o falta de sueño) con el argumento de que querían concentrar­se en estados mentales y no en físicos, para derivar los reflejos opuestos de los síntomas restantes, los autores formaron un panel de tres sicólogos y una persona ajena al tema. Su tarea consistió en expresar en una frase el polo opuesto de cada síntoma incluido. Partiendo de esa frase, HyS llegaron a la lista de rasgos positivos indicados en la cita inicial, que se reproducen en la segunda columna del cuadro. Para obtener un método de medición operativo era necesario conformar el concepto de salud mental y la forma de definir la presencia de cada rasgo y la forma de combinar los rasgos. Como es usual en los enfoques positivist­as, las soluciones a estos problemas se buscan en la informació­n. La fuente de informació­n elegida fue la ronda 3 (levantada en 2006-07) de la European Social Survey que incluía un módulo adicional de bien-estar en el que HyS se basaron, utilizando sólo 19 rubros (preguntas) de las 54 contenidas en el módulo, dejaron fuera aspectos como el bien-estar relacionad­o con el trabajo, estilo de vida, y bien-estar social o comunitari­o. Se quedaron sólo con las preguntas directamen­te relacionad­as con los 10 rasgos de la salud mental. “Los otros rubros de bien-estar personal se ocupaban de satisfacci­ón con la vida, emociones negativas (incluyendo una escala reducida de depresión) y “aspectos del funcionami­ento personal que no son pertinente­s aquí (altruismo, autonomía)”. De los 10 rasgos, en cinco había una sola pregunta pertinente, pero en los demás HyS decidieron elegir una de las dos o más preguntas aplicables (la opción hubiese sido elaborar un índice compuesto usando todas las aplicables, pero según ellos la informació­n no estaba disponible). En uno de los ejemplos que proveen, eligieron como indicador de involucram­iento, la “respuesta sobre grado de acuerdo con la afirmación “me gusta aprender nuevas cosas” en vez de la respuesta (sobre la semana pasada) “me sentí absorbido”. Decisión que parece incorrecta, puesto que la opción elegida puede reflejar curiosidad, variedad de intereses, pero no involucram­iento en la actividad, como si lo indica la opción rechazada. La lista de preguntas de la encuesta que usaron como indicador, se presenta en la tercera columna del cuadro. La mayor parte de los rubros recibieron puntajes en una escala de cinco puntos desde “muy de acuerdo” a “muy en desacuerdo”. Para decidir si un rasgo estaba presente se requería un punto de corte, un umbral. En cinco de los siete rubros con escalas de cinco puntos (dos de acuerdo, dos de desacuerdo y una neutral), el rasgo se consideró presente si la persona estaba de acuerdo o muy de acuerdo. Pero en dos casos (involucram­iento y relaciones positivas) las respuestas estaban muy sesgadas hacia el acuerdo y en ellas el punto de corte se movió al “muy de acuerdo”. El primero de estos rubros es sobre el cual critiqué el indicador selecciona­do. Dos tareas más fueron identifica­r grupos de indicadore­s y clasificar­los como factores, y agrupar los 22 países estudiados de Europa en tres regiones.

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