La Jornada

Carlos Amorales representa a México en Bienal de Venecia

A pesar de usar un lenguaje encriptado, logré contar una historia muy clara y emocional, asevera “En el país y el mundo se vive un momento político muy difícil del que es importante hablar”

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Todas estas piezas forman parte del trabajo que ha realizado en años recientes acerca de la experiment­ación con el lenguaje encriptado. En ese idioma ilegible se realizó el cortometra­je de 13 minutos que habla de la llegada de una pequeña familia de migrantes a un poblado, donde comienzan a esparcirse rumores hasta que los pobladores los linchan.

“Es una película que cuenta la historia de una pequeña familia de migrantes –papá, mamá, hijo–; la gente los empieza a rechazar, comienzan a hacer chisme, rumor, hasta que terminan linchándol­os. Todo el proceso lo viví hace pocos meses. Como saben, estamos en un momento difícil políticame­nte, tanto en México como en el mundo, y siento que me influyó y me pareció importante hablar de lo que está ocurriendo.”

–¿Hasta qué punto un artista como usted está comprometi­do con hacer visibles todos estos problemas que se viven?

–Hasta el punto donde uno puede. Creo que es algo que es importante para mí; siempre lo ha sido; me ha interesado que mi obra no se quede sólo en el circuito artístico, sino que pueda comunicar a los demás; lo hice hasta con una disquera, trabajan- Pabellón mexicano en la 57 Muestra Internacio­nal de Arte de la Bienal de Venecia, que será inaugurada el 13 de mayo do en espacios mucho más públicos; son temas que me interesan mucho, espero de alguna forma poder abrirlos.

“Lo que hice –añade– fue contar una historia más mitológica, algo más general, atemporal; que un mexicano la pudiera asimilar y entender y relacionar­se con ella, pero que no se sintiera como algo específica­mente local, sino que cualquier persona pudiera verlo. La animación podría ocurrir en cualquier país, en cualquier tiempo, no es precisamen­te sobre un momento. Aquí viene gente de muchos países y mi esperanza es que puedan identifica­rse.

“Como todo está en un idioma que está en ocarina, y todo se habla así, funciona un poco como las películas mudas: todo ocurre por lo que estás viendo y eso es lo que va narrando la historia y se vuelve clara. Es una trama muy sencilla, pero lo que ocurre lleva muchas problemáti­cas más complejas”.

La instalació­n “a primera vista parece muy formal, pero si nos acercamos nos damos cuenta de que hay una historia, una narración”, en la que se emplearon distintas técnicas, desde la gráfica a la escultura y el video. “Son géneros muy dispares, distintos tipos de arte, pero los une la forma: todo está hecho con las mismas formas que hice a partir de recortes de papel, después fue una tipografía ilegible, un sistema de escritura, luego cada letra la transformé en un instrument­o musical para que tuviera un sonido y, con esto, desarrollé la historia y todo lo que se dice y ocurre en la película. Son distintos medios pero lo que los cohesiona es el aspecto formal de la obra”.

Con La vida en los pliegues Carlos Amorales (Ciudad de México, 1970) cierra una etapa: “Siento que llevé algo hasta el final, lo más lejano que puedo, que es toda esta etapa que he estado trabajando con lenguajes codificado­s. El gran descubrimi­ento es que a pesar de que entré en algo muy abstracto y mental o muy conceptual o racional, logré finalmente contar una historia muy clara y que además es emocional; que realmente, a pesar de partir de algo que parecería muy complejo, llegué a algo sencillo que logra transmitir una emoción. Me gustaría partir de esta pieza para entrar en una nueva etapa; lo vi como oportunida­d para poder redondear y terminar algo que ya venía explorando hace mucho tiempo”.

La exposición, cuya curaduría es de Pablo León de la Barra, permanecer­á hasta el 26 de noviembre en Venecia, y Amorales dejó abierta la posibilida­d de presentarl­a en México. “Queremos que se presente en distintos lugares del país, me gustaría escoger aquellos donde la problemáti­ca de la migración sea importante. La verdad no sé exactament­e dónde, pero en el norte, en el sur, encontrar dos o tres sitios donde se puede mostrar y que permita que la gente pueda reflexiona­r sobre su vivencia”.

Con esta exhibición, México cumple una década con un pabellón permanente en la Bienal de Venecia.

LA EXPOSICIÓN DEL MEXICANO PERMANECER­Á EN ITALIA HASTA EL 26 DE NOVIEMBRE

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Foto Venice Documentat­ion Project

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