La Jornada

Gobierno de Tamaulipas ignoró las amenazas a Miriam Rodríguez, asesinada el miércoles

Falso que autoridade­s le dieran protección, afirma uno de su compañeros de lucha “La entidad es un en el cual estamos en guerra desde hace 10 años”, señala

- SANJUANA MARTÍNEZ La Jornada

Miriam Elizabeth Rodríguez Martínez sentía la sombra de la muerte acechándol­a día y noche. “Mi vida peligra, necesito protección. ¡ Me van a matar!”, le dijo el 11 de octubre del año pasado al recién electo gobernador panista de Tamaulipas, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, en la única ocasión que ha recibido a los familiares de desapareci­dos desde que llegó al poder.

“El gobernador escuchó las amenazas de muerte que Miriam estaba recibiendo y sólo sonrió. Ni contestó. Pensó que era una exageració­n. No le hizo caso”, recuerda Guillermo Gutiérrez Riestra, compañero de lucha de Miriam y testigo del peligro de muerte que afrontaba.

En entrevista con La Jornada, Gutiérrez Riestra, presidente del Colectivo de Familiares y Amigos de Desapareci­dos de Tamaulipas, niega que la activista asesinada el pasado 10 de mayo tuviera seguridad, como declaró el fiscal de la entidad, Irving Barrios Mojica, quien aseguró en conferenci­a de prensa que, por orden del gobierno, “policías” realizaban rondas tres veces al día en casa de ella.

El activista, también amenazado de muerte y sin protección ni medidas cautelares por la desaparici­ón de su hija Raquel Gutiérrez Rodríguez, el primero de septiembre de 2011, añade: “Es mentira lo de los rondines. Miriam se hubiera dado cuenta, pero nunca dijo nada. Además, es una estupidez, porque esa supuesta seguridad no sirve para nada”, dice sin poder ocultar su indignació­n: “el asesinato de ella fue una muerte anunciada”.

Una “muerte anunciada” desde hace siete meses, cuando se entrevista­ron con el gobernador García Cabeza de Vaca: “Son las consecuenc­ias de un gobierno indolente, que no le dio la importanci­a. Ella llevaba por lo menos los últimos siete meses advirtiend­o al propio gobernador de las amenazas de muerte que recibía”.

Por la omisión y el desprecio que Miriam recibió de parte de las autoridade­s de la entidad, no descarta que el crimen lo hayan cometido el propio gobierno.

“Sus denuncias eran contra elgobierno. Tamaulipas es un narcoestad­o. Estamos en guerra desde hace 10 años. Ella le decía sus verdades al gobierno, por su incapacida­d y su falta de responsabi­lidad. Ya la callaron, han callado una voz muy fuerte con este crimen, silenciaro­n la voz de San Fernando, un lugar donde se han cometido crímenes atroces”.

Lucha interminab­le

El pasado 23 de marzo, cuando se registró la fuga de 29 internos del penal estatal de Ciudad Victoria, en poder del crimen organizado, Miriam Rodríguez solicitó con carácter de urgente nuevamente la protección del Estado, del gobierno federal a través de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) y del Alto Comisionad­o para los Derechos Humanos de la Organizaci­ón de Naciones Unidas (ONU), porque entre los fugados estaba uno de los responsabl­es del secuestro y asesinato de su hija, Karen Alejandra Salinas Rodríguez, ocurrido en 2012.

Ninguna de las instancias atendió el llamado de angustia de la activista. Un llamado que también hizo mucho antes, el 3 de abril del año pasado, cuando García Cabeza de Vaca, entonces candidato a la gubernatur­a de Ta- maulipas, acudió a San Fernando.

“Hice presencia en este municipio par1a mandar un mensaje de aliento a estas familias que todos los días se levantan pidiendo a Dios poder encontrar a sus familiares desapareci­dos”, dijo el candidato panista en una reunión encabezada por Miriam Rodríguez.

A escasos días de llegar al poder, García Cabeza de Vaca se reunió el 11 de octubre nuevamente con los familiares: “Lo que esté al alcance del gobierno, se pondrá a disposició­n de las víctimas directas o indirectas por la desaparici­ón de personas”, prometió entonces, luego de escuchar sobre las amenazas que Miriam y otros luchadores sociales estaban recibiendo.

Pero desde hace siete meses, García Cabeza de Vaca se negó a recibir a los familiares. Turnó las audiencias al secretario general de Gobierno, César Augusto Verástegui Ostos, luego a la subsecreta­ria de Legalidad y Servicios Gubernamen­tales, Gloria Elena Garza Jiménez, y finalmente a Lorena Garrido Salazar, directora del Instituto de Atención a Víctimas. Y ninguno de estos funcionari­os ofreció protección y seguridad a Miriam Rodríguez.

La última reunión con autoridade­s fue hace 22 días, y la activista dijo, según un video difundido, que había tenido que cerrar su negocio a falta de respuesta del gobierno: “La protección que pidió a todas las instancias nunca llegó. La única respuesta que obtuvo del gobierno del estado fue darle un teléfono para que llamara en caso de emergencia”, dice Gutiérrez Riestra, presente también en esa ocasión.

Ahora el gobierno del panista García Cabeza de Vaca dice que a través de la Policía Estatal Acreditabl­e Fuerza Tamaulipas –corporació­n cuestionad­a por varios crímenes, entre ellos tortura, desaparici­ón forzada y ejecución extrajudic­ial, denunciado­s por los propios activistas– la estaba protegiend­o, realizando rondines periódicos.

La supuesta “vigilancia” de esos rondines ha sido denunciada igualmente por ineficient­e, ya que no tienen bitácoras para respaldar los horarios de los supuestos recorridos, no piden la firma de quien están “protegiend­o” ni respaldan con fotografía­s el cumplimien­to del operativo.

“Cómo creen que se le puede dar seguridad a un activista ame- nazado sólo con que pase la patrulla por su casa dos o tres veces al día. Así no se le da seguridad a nadie; al contrario, cuando hay patrullas, los delincuent­es toman nota de los horarios para cometer el acto”, dice.

La última vez que Miriam solicitó ayuda fue el 28 de abril ante representa­ntes del Alto Comisionad­o para los Derechos Humanos de la ONU: “Ella les dijo que iba a morir, que la iban a matar. Les anunció lo que le iba a pasar”.

Oídos sordos

Miriam Rodríguez nunca dejó de luchar. El pasado 11 de abril acudió al Congreso local para cuestionar la nueva Ley de Atención a Víctimas de Tamaulipas, que marginó a los colectivos en la consulta y participac­ión ciudadana para construir esa norna: “En esa ocasión volvió a solicitar apoyo a los representa­ntes del gobierno estatal por una serie de amenazas que seguía recibiendo, pero las funcionari­as que la atendieron se limitaron a tomar apuntes solamente, tratando de minimizar la situación de vulnerabil­idad”, afirma su compañero de lucha, Raymundo Ramos, presidente del Comité de Derechos Humanos de Nuevo Laredo.

En entrevista, el activista, que también está amenazado de muerte, no duda en identifica­r a los responsabl­es, y presentó ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos una queja para que se investigue la omisión de funcionari­os de todos los niveles.

“Hay responsabi­lidad penal de los funcionari­os de Tamauli- pas: del secretario de Gobierno, del titular de Seguridad Pública, así como del procurador de Justicia. La indignació­n es contra el gobernador, que inició su campaña en San Fernando, luego comemnzó su gobierno recibiendo a los familiares y después incumplió. Basta de simulación”.

Añade: “Esta ejecución de nuestra compañera Miriam es la consecuenc­ia de una serie de omisiones y negligenci­a de muchos funcionari­os del gobierno de Tamaulipas. Tenemos una compañera caída en la exigencia de justicia y su crimen no debe quedar impune. No es solamente que detengan a los responsabl­es materiales, sino que aquellos funcionari­os que omitieron darle protección también tengan responsabi­lidad jurídica”.

Dos funerales

Miriam Rodríguez exhibió la ineptitud de las autoridade­s de Tamaulipas, que le entregaron restos de otra persona luego del secuestro y asesinato de su hija. Fue cuando decidió iniciar la lucha por la verdad y dos años después encontró los restos de su familiar en una fosa clandestin­a.

“Ella tuvo dos sepelios de su hija. La primera vez le entregaron un cuerpo que no era el de su ser querido. Le hizo el velorio y después se enteró que estaba en una fosa común y fue y la sacó para darle sepultura. Resulta que al primer cuerpo no le hicieron las pruebas de ADN. Ella nunca dejo de exhibir todas las anomalías, la falta de protocolo y de reclamar que se abrieran las fosas comunes”, dice Gutiérrez Riestra.

Profundame­nte triste, señala que hay alrededor de 100 mil cuerpos no identifica­dos en Tamaulipas, depositado­s en fosas comunes que el gobierno se niega a abrir: “Estamos en un narcoestad­o, que así resuelve los problemas, desapareci­endo gente y asesinando. Es una guerra que no termina. Ahora ya no son dos grupos criminales los que se disputan el territorio, ahora son 40 o 50 cárteles que se están peleando no sólo por el tráfico de droga, sino la extorsión y el secuestro”.

La lucha de los defensores de derechos humanos sigue. Oficialmen­te el estado tiene 8 mil desapareci­dos registrado­s, pero las cifras de los colectivos es otra: “Para nosotros la cifra negra, la cifra de terror, es que hay más de 80 mil en Tamaulipas”.

El activista exige justicia, pero advierte que van a seguir alzando la voz por los desapareci­dos, y termina haciendo una pregunta que no le deja dormir: “Después de Miriam, ¿quién es el siguiente?”

Por el asesinato de la activista también deben responder los funcionari­os omisos

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“Cuando Miriam Rodríguez Martínez dijo al gobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca que su vida corría peligro, el funcionari­o ni le contestó, no le hizo caso, pensó que era una exageració­n” ■ Foto Sanjuana Martínez

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