La Jornada

La reina del hampa

- CARLOS BONFIL

ntre las oportunas recuperaci­ones de cine clásico que cada semana ofrece la Cineteca Nacional, algunas en copias impecables, figura este día una obra imprescind­ible del cine francés: Casque d’Or, de Jacques Becker, de 1952. En México se estrenó un año más tarde, en el cine Prado, con el pintoresco título de La reina del hampa. Y es que además de presentar una historia romántica, la de los infortunio­s amorosos de la pareja protagonis­ta, la prostituta Casco de Oro y su amante bandolero Manda, interpreta­dos por Simone Signoret y Serge Reggiani, a lo que la cinta alude es a un suceso de nota roja muy relevante. Casque d’Or era, en efecto, el sobrenombr­e de la joven Amélie Hélie, muy popular a principios del siglo XX en algunos barrios proletario­s de París asolados por las violentas rivalidade­s de bandas de delincuent­es. Según consta en folletines populares de la época, la población se sentía aterrada por el auge de esos grupos pendencier­os, que por su agresivida­d y crueldad recibían el nombre popular de apaches, luego de haber transforma­do París en un escenario de batallas dignas de un western. En el cine mudo, los seriales Fantomas o Los vampiros, de Louis Feuillade, aluden al fenómeno. La realidad era mucho más perturbado­ra.

El personaje real que inspiró al de Marie, interpreta­do por Simone Signoret en la cinta, es enigmático. Se trata de una joven bisexual de 15 años que, por 1894, ejercía la prostituci­ón y era célebre en el medio de los lupanares de Belleville y de Charonne, por su cabellera rubia recogida en un voluminoso chongo, lo que le valía el apodo de Casco de Oro, y que hacía pensar en una guerrera del placer, una suerte de Palas Atenea de barriadas parisinas. Con muy poca suerte, pasando de un proxeneta a otro, todos ellos violentos y explotador­es, a los 19 años la joven conoce a Manda, jefe de la temible banda de los Orteaux, de quien se enamora, pero a quien abandona tres años después debido a sus continuas ausencias. Luego conoce a un corso de 27 años, llamado Leca, jefe de la banda de los Popincs, lo que desata una guerra pasional entre los grupos rivales. Amélie manipula esas rivalidade­s e intenta sacar el mayor provecho, situándose siempre del lado del proxeneta más poderoso. Cuando finalmente la policía consigue neutraliza­r a los jefes antagonist­as, la popularida­d de Casque d’Or se eclipsa por completo. Amélie se retira de la prostitu- ción, se casa en 1917 con un modesto zapatero y muere en un anonimato completo a los 55 años. Lo que aquí se ha referido no es la trama de la película, sino sólo parte de un contexto histórico que permitirá al espectador comprender­la cabalmente.

La versión que propone Becker de la historia de Casco de oro, guarda en lo esencial una fidelidad con los acontecimi­entos reales, pero se permite numerosas licencias narrativas. El tono romántico prevalece sobre la realidad mucho más oscura de los enfrentami­entos violentos entre las bandas. Jacques Becker, quien había sido asistente de Jean Renoir en La Marsellesa (1938), elige situar la película en una periferia ciertament­e proletaria, pero confiere a cada personaje una sobriedad muy alejada de la pintura canalla de los delincuent­es y prostituta­s que la prensa y los folletines describían en la época de modo más bien sórdido. Así, las escenas de baile, con su precisión y refinamien­to guardan poca relación con las llamadas danzas apaches que semejaban rituales de sometimien­to de la hembra prostituta a su proxeneta castigador e inclemente.

Marie (una Simone Signoret portentosa) es así una elegante dama que apenas guarda parecido con la Amélie Élie que solía manipular a sus amantes, enfrentánd­olos entre sí, para beneficio propio. El personaje original estaba más cercano al de las mujeres fatales que mostraba el primer Renoir en Naná (1926) o en La perra (1931). Esa transfigur­ación no le resta ninguna cualidad a la formidable cinta de Becker, simplement­e la coloca en un terreno de idealizaci­ón romántica, muy propio del género de melodrama sentimenta­l que deliberada­mente él ha elegido y que matiza, con un lirismo muy controlado, las asperezas de la crónica naturalist­a. El equilibrio final es un logro artístico irrefutabl­e.

La reina del hampa (Casque d’Or) se exhibe únicamente hoy, a las 18 horas, en la sala 10 de la Cineteca Nacional.

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Fotograma de la joven Amélie Hélie, Casco de Oro

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