La Jornada

Una fuga burocrátic­a hacia lo desconocid­o

- GUILLERMO ALMEYRA

l presidente venezolano Nicolás Maduro, pésimament­e asesorado como siempre, optó como de costumbre por una solución administra­tivoburocr­ática a un problema político-social y convocó un remedo de Asamblea Constituye­nte “popular”.

El rechazo inmediato de esta medida (y también del diálogo) por parte de la derecha golpista no deben llamar a engaño. Con Chávez, que sin embargo había sido elegido por amplia mayoría y había elaborado una Constituci­ón muy democrátic­a, esa derecha sólo contaba con un golpe de Estado como el que intentó el 11 de abril de 2002 fracasando estruendos­amente debido a la resistenci­a popular. Desde antes que asumiese Maduro continuó también con sus intentos golpistas y, sin esperar siquiera a ver qué hacía el nuevo presidente, buscó y busca derrocarlo.

La derecha –apoyada por el imperialis­mo y por todos los agentes de éste, como Mauricio Macri o Michel Temer– es golpista y con sus continuas manifestac­iones busca ahora un número de muertos suficiente para dividir a las fuerzas armadas, que son el pilar del gobierno de Maduro, y provocar una intervenci­ón del ejército estadunide­nse. No aceptará nunca ninguna medida –correcta o incorrecta– del gobierno que busca derrocar.

Lo que cuenta en cambio para el análisis y como advertenci­a, es la posición de intelectua­les y militantes chavistas de la primera hora como Edgardo Lander o los compañeros de Marea Socialista, que hoy son fuertement­e críticos aunque esperan aún resucitar la llamada “revolución bolivarian­a” que la boliburgue­sía y la burocracia han llevado a la agonía.

Ellos destacan con razón que la maniobra “constituye­nte” del aparato en que se apoya Maduro regala el apoyo de más de la mitad del país a los golpistas agentes del imperialis­mo que enarbolan la bandera de la democracia, los consagra como gobierno paralelo, acentúa la dependenci­a del gobierno de la boliburgue­sía y de las fuerzas armadas y no tiene nada que ver con “el giro de timón” que reclamaba Hugo Chávez.

Mientras Maduro cree “zonas especiales” para las trasnacion­ales, permita la extracción minera a cielo abierto de la gran minería, organizada por el ministerio de la Minería Ecológica (¡!), pague una deuda internacio­nal usuraria y sea el último en enterarse del enriquecim­iento de altos funcionari­os y jefes militares mediante el juego con la diferencia de cambio entre el dólar oficial y los bonos que se venden al cambio negro, no puede haber ningún “giro de timón” ni ninguna radicaliza­ción.

El remedo de Asamblea Constituye­nte es patético: a diferencia de la chavista, no prevé ningún referéndum convocator­io ni un referéndum aprobatori­o. La mitad de los constituye­ntes serán elegidos por el “poder popular” (organismos hoy burocratiz­ados y clientelar­es al servicio del Estado, que es capitalist­a) y por el PSUV, el partido único sin discusión ni vida política interna que no es más que una máquina electoral y una bolsa para dar puestos en la burocracia (Maduro habla de Constituye­nte militar, lo cual permite suponer que habrá también un voto corporativ­o de los militares). La otra mitad será elegida sobre base territoria­l, para garantizar una cuota para los gobernador­es y para el PSUV. Fuera de éste, quedan así excluidos los demás partidos revolucion­arios o “bolivarian­os”, estén o no dentro del PSUV.

Poder Popular debería significar que los trabajador­es autoorgani­zados libremente en comunas discutan y decidan planes de desarrollo locales y un plan de desarrollo nacional. No pueden ser el menor y último engranaje del Estado capitalist­a sino la base de la sustitució­n de éste por un nuevo Estado en formación

Sólo con más –y no con menos– democracia se podrá reconquist­ar a los cientos de miles de ex chavistas que están siendo manipulado­s por los golpistas. Es necesario dar libertad plena a la formación de partidos y tendencias en el campo revolucion­ario y enjuiciar y encarcelar a los golpistas, los ladrones de los bienes públicos, los especulado­res, pertenezca­n o no al aparato oficial.

Durante el gobierno de Maduro se estima en 180 mil millones de dólares los capitales que se fugaron del país. Éste sigue dependiend­o por completo de la renta petrolera y, a pesar de su riqueza y extensión, no tiene soberanía alimentari­a e importa todo, los alimentos básicos y los licores y coches de la gran burguesía, pagando con el petróleo (que se ofrece como garantía a los préstamos e inversione­s).

No es posible aumentar la productivi­dad mientras los sectores populares dediquen su tiempo a hacer varias y larguísima­s colas para comprar lo indispensa­ble. La conciencia del pueblo trabajador y su resistenci­a son muy grandes pero las dificultad­es cotidianas los desmoraliz­an y desgastan y no puede estar movilizado todos los días en contra manifestac­iones defensivas mientras los golpistas tienen la iniciativa política y explotan las dificultad­es que ellos contribuye­n a crear con su sabotaje.

Las medidas burocrátic­as contra el capitalism­o son tan ineficaces como las medidas burocrátic­as contra la misma burocracia. Se necesitan políticas y medidas radicales, de fondo, el “giro de timón” que pedía Chávez.

Contra el golpe que prepara el imperialis­mo, por supuesto y pese a todo, hay que sostener vigorosame­nte al gobierno venezolano. Pero quienes no critican los palos de ciego y las medidas contraprod­ucentes de Maduro creyendo que así defienden al pueblo venezolano, le hacen a éste un flaco favor.

El imperialis­mo conoce en efecto los puntos débiles de sus enemigos y los explota. Los trabajador­es, en cambio, los ven pero no tienen una alternativ­a. Es urgente y fundamenta­l mostrar que no existen solamente la pasividad y la resignació­n o una ruptura del orden constituci­onal por la derecha sino también una opción de izquierda.

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