La Jornada

El mecanismo y la impunidad

- PABLO ROMO*

l día de ayer el Consejo Consultivo del Mecanismo de Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodista­s emitimos un comunicado en el que señalamos nuestra profunda indignació­n por los homicidios en contra de personas defensoras y periodista­s. Señalamos la situación de emergencia que enfrentan en México, ante un vergonzoso estado de impunidad. Exigimos a las autoridade­s una respuesta de protección integral. Demandamos también una investigac­ión diligente sobre el asesinato de Javier Valdez y Jonathan Rodríguez Córdova, de los otros cinco periodista­s asesinados de marzo a la fecha y de la defensora Miriam Elizabeth Rodríguez Martínez, y también sobre los atentados a la libertad de expresión y agresiones contra personas defensoras que ocurren en nuestro país. En el mismo comunicado exigimos el esclarecim­iento del homicidio del periodista independie­nte Cecilio Pineda Brito; la ejecución del columnista Ricardo Monlui, y de la periodista Miroslava Breach Velducea, correspons­al de La Jornada, el esclarecim­iento del atentado de Maximino Rodríguez, y de Filiberto Álvarez Landeros, locutor del programa Poemas y Cantares de la Señal de Jojutla. También pedimos que esclarezca el secuestro de siete periodista­s, al norte de Guerrero. Hasta el día de hoy las autoridade­s de procuració­n de justicia en los ámbitos federal y estatal tienen en sus manos las investigac­iones y prometiero­n, como siempre, llegar hasta las últimas consecuenc­ias en sus investigac­iones. Su desempeño es reprobable.

Dijimos y digo ¡Ya Basta! La retórica, los performanc­es políticos, los consejos “en corto” ya no son suficiente­s.

Quienes hemos trabajado en la idea, creación y consolidac­ión de un mecanismo de protección sabemos muy bien que es un paliativo de un sistema inoperante de procuració­n y administra­ción de justicia. Así como lo es la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, las comisiones públicas de de- rechos humanos y los sistemas de búsqueda de desapareci­dos. No se necesita burocracia victimal. Se necesita simplement­e justicia: perseguir y detener a los criminales. Si la hubiera, esas instancias tan queridas e innecesari­as no existirían. Habría justicia.

La Conferenci­a Nacional de Gobernador­es (Conago) se reúne de manera extraordin­aria para hacer una coreografí­a retórica exhortándo­se a sí mismos a no ser tan malos, a compartir el costo político. Graco Ramírez se compromete a no perseguir defensores que buscan cadáveres en Jojutla y Tetelcingo; Héctor Antonio Astudillo a no subir a sus consentido­s en aviones pagados por nuestros impuestos; Roberto Sandoval a escoger mejor a sus amigos; Javier Corral a no prometer cosas que no va a cumplir.

El actual presidente de la Conago habla de temas que desconoce. Investigar con “resultados evaluables los crímenes” contra periodista­s y personas defensoras: que tal si empezamos por la Narvarte. Y en nombre del conjunto de los 32, hacer cosas que ya existen y no sirven: fiscalías, mapas –donde sobre todo el gobierno de CDMX no coopera–, cumplir con la recomendac­ión 24/2016.

Y peor aún, propone el establecim­iento de mecanismos de protección en cada estado que protejan a los periodista­s y personas defensoras. ¿Se refería a Veracruz, o a Coahuila, o le pediría ayuda al fiscal de Nayarit para nombrar al encargado de protección?

La multiplica­ción de burocracia victimal, cuando no se abate el problema de la impunidad es simplement­e un show mediático. Es como vivir en una casa en Polanco fruto de la corrupción y hablar de la necesidad de atender a los huérfanos de periodista­s asesinados.

Se debería saber que el mecanismo no recibió de la clase política un peso del presupuest­o federal este 2017 para proteger a las personas defensoras de derechos humanos y periodista­s. Se redujo 25 por ciento el personal que trabaja en el mecanismo; se fueron por falta de incentivos. Asesinaron en marzo a dos escoltas que protegían a un periodista y a una defensora. No se hizo ni un homenaje a quienes defendiero­n con su vida a esas dos mujeres. La gente que trabaja en el mecanismo espera alicientes económicos y de escalafón que le permitan una seguridad laboral más allá de las coyunturas.

La muerte de Javier Valdez genera una gran indignació­n, pero no mueve un ápice la complicida­d del crimen y la autoridad en muchas partes. La democracia no son declaracio­nes sino acciones contundent­es de justicia. La protección es el último recurso de los incompeten­tes en aplicar justicia.

El participar a lo largo de toda la existencia del mecanismo, como consejero, me permite decir que el problema no está en la protección. Está en la impunidad: los ojos deben estar puestos en las fiscalías –no sólo la de Nayarit – sino en todas las que deben hacer su trabajo.

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