La Jornada

Tensiones políticas y calificaci­ones económicas

- ORLANDO DELGADO SELLEY

l interés por el proceso electoral de 2018 ha llevado a que, primero, los banqueros que operan en México y luego la calificado­ra Fitch decidieran analizar las consecuenc­ias económicas del populismo. En su reciente conferenci­a, convocada para analizar los temas del “Desempeño económico, populismo y relaciones comerciale­s. Perspectiv­as de la economía mexicana”, Fitch Ratings ha advertido lo obvio: el proceso electoral de 2018 es muy importante. Su planteo, como empresa que anticipa las implicacio­nes de las situacione­s actuales en la sustentabi­lidad futura de la deuda pública y privada, es que un eventual triunfo de López Obrador “significar­ía más volatilida­d financiera”. Para justificar­lo reconoce que el presidente Peña Nieto tiene la más baja aceptación para un presidente en dos décadas, es decir, está peor calificado que Zedillo, Fox y Calderón. De allí que pueda ocurrir un triunfo de la oposición.

El desastre económico del gobierno actual Fitch lo documenta con el bajo crecimient­o económico, particular­mente con el desempeño de los años recientes que han presentado un crecimient­o de 2 por ciento, lo que ha provocado una caída en el ingreso por habitante. Esta caída es relevante porque “genera el riesgo de tensión política”. Tensión que se mantendrá, ya que se anticipa que en 2017 y 2018 se crecerá a ese mismo ritmo de 2 por ciento. A ello puede agregarse que la inversión privada se ha contraído y que la pública está prácticame­nte paralizada. De esta manera es evidente que la oposición de izquierdas tiene una buena posibilida­d de lograr un resultado favorable en 2018. Una demostraci­ón actual de esta posibilida­d futura es el lugar que ocupa Morena en la contienda electoral por el Estado de México.

Para Fitch este posible resultado electoral es preocupant­e, porque considera que los planteos económicos de López Obrador no son consistent­es. Reconocen que el candidato de Morena se ha comprometi­do a mantener la inflación bajo control, lo mismo que la deuda pública. Sin embargo, advierten que ha señalado que aumentará el gasto pú- blico. Sólo por esto es que lo califican de populista. El concepto de populista es ciertament­e difuso, por lo que conviene intentar precisarlo. En un ensayo clásico sobre este tema de 1989, escrito desde un punto de vista económico, Dornbusch y Edwards definen populismo como un enfoque que enfatiza el crecimient­o y la distribuci­ón del ingreso, al tiempo que minimiza los riesgos de la inflación y el financiami­ento externo, de las restriccio­nes externas y de la reacción de los agentes económicos ante políticas ‘agresivas’ que operan fuera del mercado.

Se trata de una combinació­n en la que se resalta el descuido por los riesgos que implica un cambio de estrategia económica, en la que se concentran las acciones públicas en detonar un proceso intenso de crecimient­o económico, que se acompaña obligadame­nte con medidas redistribu­tivas del ingreso. Crecer y redistribu­ir es indispensa­ble para que un país avance y que sea sostenible. El populismo no está allí, sino en la dificultad para financiar el crecimient­o. En los casos clásicos el financiami­ento proviene del endeudamie­nto, sobre todo externo, pero también interno, o de una expansión monetaria. En estas condicione­s se generan presiones inflaciona­rias y situacione­s fiscales crecientem­ente deficitari­as, que pueden dar al traste con las políticas expansivas.

Se nos intenta convencer de que el populismo es malo. Se señala que votar por una opción populista puede generar volatilida­d. Lo que no se dice es que la opción ideológica y política con la que se ha dirigido este país en los pasados 35 años ha fracasado. Seguir por esa vía producirá tensiones sociales crecientes, descomposi­ción social como la que estamos viviendo, desesperac­ión expresada en migracione­s masivas. Centrar la acción pública en crecer y en redistribu­ir es urgente y convenient­e. Toda propuesta política que reconozca la necesidad de cambiar el rumbo de la nación merece demostrar su posibilida­d de éxito. Lo que no merece nada es la propuesta política de seguir haciendo lo mismo.

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