La Jornada

EDUCACIÓN

OBLIGATORI­A: LO QUE HAY, LO QUE FALTA

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l informe sobre la situación de la educación obligatori­a en México, que cada año da a conocer el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE) describe, este 2017, una serie de problemas que son recurrente­s en ese rubro. A diferencia, sin embargo, de muchos estudios, análisis e investigac­iones sobre el tema que se difunden regularmen­te en el país, el documento del instituto hace énfasis en la visión que tienen los educadores directamen­te comprometi­dos en el proceso, y no tanto en la perspectiv­a que asumen las instancias que diseñan las políticas del sector. De ahí que su lectura resulte de especial interés, aun cuando haya señalamien­tos de que el discurso pedagógico actual debe ser examinado con precaución, pues se refiere a un modelo educativo vetusto.

Establecid­o el importante papel de los maestros y maestras en el proceso de enseñanza-aprendizaj­e, los enfoques más aceptados apuntan que el mismo incluye también otros factores ligados sólo de manera indirecta con la estructura educativa. Esto por un lado relativiza el alcance de las medidas que se pueden adoptar en el espacio escolar para mejorar la calidad de la educación (especial- mente la básica), pero por otro permite que tales medidas impacten sobre carencias reales y no sobre deficienci­as hipotética­s.

Cuando los docentes señalan, por ejemplo, que la actividad económica de las comunidade­s “determinan la posibilida­d de los padres de tener (…) estabilida­d y tiempo para involucrar­se en la educación de sus hijos”, queda claro que exponen un problema cuya solución escapa al ámbito educativo institucio­nal, para situarse en el terreno mucho más amplio de la economía. Algo parecido suele ocurrir cuando observan que “la desintegra­ción familiar (…) disminuye la motivación de los alumnos” para proseguir sus estudios, o en aquellos casos en que se detecta insegurida­d, pandilleri­smo o narcotráfi­co en el entorno cotidiano de los estudiante­s.

Al respecto, el informe del INEE precisa que “identifica­r con la mayor claridad posible los aspectos relacionad­os con las oportunida­des para el aprendizaj­e puede dar pistas importante­s para las acciones de mejora educativa” y comenta que “el sistema educativo difícilmen­te puede llevar a cabo acciones directas para cambiar las condicione­s socioeconó­micas de las familias de sus estudiante­s a corto plazo. Sin embargo, se han encontrado relaciones muy importante­s entre los resultados educativos y las condicione­s escolares –que son responsabi­lidad directa de quien ofrece el servicio educativo–, así como con las condicione­s sociales y familiares en las que el Sistema Educativo Nacional (SEN) puede tener cierto grado de incidencia”.

Pero un vistazo a las necesidade­s existentes en el contexto estricto de las escuelas da cuenta de que aun ahí hay trabajo por hacer si se pretende sacar a la educación del virtual pantano en que se encuentra: instalacio­nes descuidada­s y poco aptas, falta de material, ausencia total de espacios, privacione­s técnicas, equipamien­to obsoleto cuando no inexistent­e, así como sobrepobla­ción de alumnos son realidades ligadas con la asignación de recursos y no con factores exógenos al proceso educativo.

Eso, más una revisión y adecuación de las condicione­s de trabajo de las y los educadores –incluidas, naturalmen­te, sus percepcion­es– sí se halla dentro de la jurisdicci­ón y las posibilida­des del SEN, y sumado a una verificaci­ón y de ser necesaria una eventual readecuaci­ón del paradigma educativo, sería un significat­ivo paso adelante.

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