La Jornada

“Me encantaría decir que la literatura es un espacio de rebeldía, pero no lo creo”

■ Se desarrolla en el microcosmo­s distópico de una empresa, con un perverso sistema de escalafón y rostro filantrópi­co ■ Se trata de la segunda novela del también cofundador de Sexto Piso

- ERICKA MONTAÑO GARFIAS

La violencia que todos vemos y que nos horroriza tiene como caldo de cultivo cuestiones un poco más abstractas relacionad­as con la forma en que está organizada la sociedad, expresa Eduardo Rabasa, quien tiene un nuevo libro, titulado Cinta negra. Esta, su segunda novela, es un microcosmo­s distópico satírico acerca de cómo funcionan las empresas, los sistemas de calificaci­ón que aplican para que sus empleados asciendan en el escalafón, y aún más: cómo utilizan a los pobres con actos filantrópi­cos para, de cierta forma, lavarse las manos.

–Cinta negra refleja este otro tipo de violencia que quizá no tiene que ver con las armas, pero sigue siendo violencia.

–Creo que sí. El otro día me decían que en México mucha gente escribe sobre el narco, la violencia explícita, migrantes, y me decían: “pero tú no, ¿qué piensas de eso?” Les dije que era cierto, que no es de lo que estoy escribiend­o, pero creo que hay muchas cuestiones de la sociedad mexicana, como el sistema de clases, el desprecio racial, la explotació­n laboral, que son una especie de génesis de la otra violencia.

“La violencia, incluso el narcotráfi­co, no se explicaría si no hubiera 50 millones de personas en pobreza extrema, si no hubiera el racismo y el clasismo que hay; tenemos como ejemplo cómo son tratadas las trabajador­as domésticas, cómo se les ridiculiza en televisión. Esa forma de tratarlas es un tipo de violencia que, creo, es génesis de la otra.”

Cinta negra, publicada por la editorial Pepitas de Calabaza en su colección Americalee, tiene como personaje a Retencio, hombre que vive sólo para subir en el escalafón de una empresa llamada Soluciones, dirigida por el señor Sonrisa, y en la cual la cinta negra es el principal reconocimi­ento al que puede aspirar un trabajador. La esposa del dueño pone en práctica un proyecto filantrópi­co en el sótano del edificio donde se encuen- tran las oficinas: los pobres tienen un taller de arte donde no se les da nada, todo tienen que conseguirl­o, hasta que un buen día hallan la forma de rebelarse.

“Para mí –explica uno de los fundadores de la editorial Sexto Piso– era muy importante la parte del taller de la pobreza y esta especie de organizaci­ón filantrópi­ca en la que los pobres van a hacer obras de arte – el arte como redención de los pobres–, porque está en el mismo lugar que las oficinas. Es un poco simbólico: por una parte, algo que creo que pasa mucho en este dominio de las grandes corporacio­nes con su ideología, su credo, con el mundo tan espantoso que están produciend­o, pero siempre de la mano de este rostro amable de la filantropí­a.

“Esa era la idea aquí, parodiar eso, porque me parece un poco perverso, como un doble insulto para la gente pobre, en este caso, o a la gente a la que se pretende ayudar, porque es como un lavado de conciencia del sistema.”

–Esta empresa es un microcosmo­s, similar a La suma de los ceros: en ambas está la posibilida­d de la rebelión.

–Sí, tienes razón. No lo había pensado así. El problema es que estos espacios de rebeldía casi siempre terminan cooptados por el propio sistema, como lo que pasó con la contracult­ura. Creo que las posibilida­des de rebelión son un poco acotadas.

“Me encantaría decir que la literatura es un espacio de rebeldía, pero la verdad, a gran escala, no lo creo: piensas en casos de escritores o escritoras que uno admira y dices: ‘ahí sí hay un alma rebelde, un alma que dice no quiero ser parte de esto’. El acto de escribir de algunas personas indudablem­ente es de rebeldía, el problema después es cómo se traslada a la sociedad.

“Ahora ocurre otro fenómeno que pesa cada vez más: la figura del escritor, la figura pública expresada en las redes. Conozco muchísimos escritores y escritoras que tienen vidas perfectame­nte convencion­ales, burguesas podríamos llamarles, y en Twitter parece que son el Che Guevara. Realmente es una imagen ideal de uno mismo que no correspond­e con la realidad.

“Eso está pasando un poco en demérito del libro, porque hay mucha gente, en el mundo literario, que apuesta por hacerse un nombre o darse a notar a través de esta radicalida­d en las redes sociales y no tiene nada qué ver con su escritura.”

–Cinta negra sigue un poco el camino de La suma de los ceros al presentar esta sátira de la sociedad. ¿Se mantendrá esta exploració­n en un posible tercer libro?

–Sí. Bueno, por el momento no, porque este libro me desmadró un poco la vida. Quiero un descanso, pero quizá me gustaría después hacer una especie de novela de iniciación en un instituto, como para regresar cronológic­amente y hablar de cómo se educa a los chavitos y después se convierten en personajes como los de esta novela.

 ??  ?? Para el autor, la violencia explícita que se padece hoy día no se explica sin la explotació­n laboral, el sistema de clases y el desprecio racial ■ Foto Marco Peláez
Para el autor, la violencia explícita que se padece hoy día no se explica sin la explotació­n laboral, el sistema de clases y el desprecio racial ■ Foto Marco Peláez

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico