Los expertos en Venezuela
verdaderamente sorprendente es la aparición, cada vez con más fuerza, de una suerte de neoprogresismo desencantado-resentido que se suma a la fiesta de lo aéreo. Miran desde afuera, con gran distancia, sin embarrarse lo más mínimo y con escaso conocimiento de lo que sucede puertas adentro. Aun así, su condición de intelectualidad les da licencia para autoconsiderarse “los inspectores de las revoluciones ajenas” (tal como lo escribía Rodolfo Puiggrós).
Se animan a escribir cualquier cosa sobre cualquier país. No les importa el contexto ni la historia; ni la correlación de fuerzas políticas y económicas; ni los entresijos jurídicos de cada conflicto; ni siquiera les importan los intereses que persiguen esos medios concentrados por los cuales precisamente se informan. Boaventura de Sousa Santos consideró el epistemicidio como fórmula de destrucción del conocimiento causada por el colonialismo europeo. Y bien podría extenderse este término a lo que hacen muchos analistas desde su contemplación aérea.
Seguramente, Venezuela es el país que más atrae la atención de propios y extraños. Es desorbitante el número de textos que cada día se vierten sobre lo que ocurre con la revolución bolivariana. Nicolás Maduro se ha convertido en trending topic permanente. Los francotiradores de los grandes medios hacen su trabajo y centran el foco. Yla izquierda infantil cae rápidamente en la trampa, cautivada por la necesidad de dedicarle unas líneas para salvar a la humanidad y también su ego.
Salvo en contadas excepciones, estoy convencido de que ninguno de ellos podría dibujar de manera aproximada el mapa del país caribeño. Si usted se siente aludido, inténtelo. Tampoco sabrían decir cuántos estados lo conforman ni los partidos políticos que están presentes a lo largo y ancho del territorio. No conocen ni a los CLAP ni al GMAS. Probablemente tampoco hayan leído la Constitución ni sus artículos 347, 348 y 349, que permiten al presidente convocar a una Asamblea Nacional Constituyente. Simplemente aprietan el gatillo fácil y caen en una retahíla de tópicos y lugares comunes que rozan en lo ridículo. Hablan del Tribunal Supremo de Justicia como si hubieran estudiado sus