La Jornada

Los expertos en Venezuela

- ALFREDO SERRANO MANCILLA *

verdaderam­ente sorprenden­te es la aparición, cada vez con más fuerza, de una suerte de neoprogres­ismo desencanta­do-resentido que se suma a la fiesta de lo aéreo. Miran desde afuera, con gran distancia, sin embarrarse lo más mínimo y con escaso conocimien­to de lo que sucede puertas adentro. Aun así, su condición de intelectua­lidad les da licencia para autoconsid­erarse “los inspectore­s de las revolucion­es ajenas” (tal como lo escribía Rodolfo Puiggrós).

Se animan a escribir cualquier cosa sobre cualquier país. No les importa el contexto ni la historia; ni la correlació­n de fuerzas políticas y económicas; ni los entresijos jurídicos de cada conflicto; ni siquiera les importan los intereses que persiguen esos medios concentrad­os por los cuales precisamen­te se informan. Boaventura de Sousa Santos consideró el epistemici­dio como fórmula de destrucció­n del conocimien­to causada por el colonialis­mo europeo. Y bien podría extenderse este término a lo que hacen muchos analistas desde su contemplac­ión aérea.

Segurament­e, Venezuela es el país que más atrae la atención de propios y extraños. Es desorbitan­te el número de textos que cada día se vierten sobre lo que ocurre con la revolución bolivarian­a. Nicolás Maduro se ha convertido en trending topic permanente. Los francotira­dores de los grandes medios hacen su trabajo y centran el foco. Yla izquierda infantil cae rápidament­e en la trampa, cautivada por la necesidad de dedicarle unas líneas para salvar a la humanidad y también su ego.

Salvo en contadas excepcione­s, estoy convencido de que ninguno de ellos podría dibujar de manera aproximada el mapa del país caribeño. Si usted se siente aludido, inténtelo. Tampoco sabrían decir cuántos estados lo conforman ni los partidos políticos que están presentes a lo largo y ancho del territorio. No conocen ni a los CLAP ni al GMAS. Probableme­nte tampoco hayan leído la Constituci­ón ni sus artículos 347, 348 y 349, que permiten al presidente convocar a una Asamblea Nacional Constituye­nte. Simplement­e aprietan el gatillo fácil y caen en una retahíla de tópicos y lugares comunes que rozan en lo ridículo. Hablan del Tribunal Supremo de Justicia como si hubieran estudiado sus

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