La Jornada

Venezuela, situación de peligro

- ÁNGEL GUERRA CABRERA

o creo que en Venezuela exista un estado de guerra civil todavía. Sí aprecio una situación en extremo peligrosa que requiere ser atajada rápidament­e.

Está en marcha el guión del Comando Sur de Estados Unidos, cuyo objetivo es no sólo acabar con la revolución, sino convertir a Venezuela en otra Libia u otra Siria, y ha conseguido algunas de sus metas. Tal vez la más importante sea el desabasto de alimentos y medicinas, creado artificial­mente por las grandes empresas alimentari­as, cuyos dueños, junto a otros oligarcas y funcionari­os corruptos, han ganado fortunas a costo de los fondos asignados por el Estado para la compra de insumos y materias primas.

Este conjunto de problemas afecta severament­e la vida cotidiana, ha creado irritación en sectores populares y aminorado el enorme caudal de apoyo popular que logró conquistar el chavismo con el genio estratégic­o de Chávez al mando y altos precios del petróleo. En aquella etapa Venezuela incluyó como ciudadanos plenos, con salarios dignos, atención médica, servicios educativos, pensiones decorosas, viviendas de calidad y, sobre todo, participac­ión y protagonis­mo políticos a las grandes mayorías hasta entonces marginadas y en muchos casos dis- criminadas por el color de la piel.

Pocas veces en la historia se pusieron en marcha en tan poco tiempo programas sociales de esa envergadur­a. Pero aunque mejoró ostensible­mente el nivel de vida de grandes masas, no parece haberse elevado por igual la conciencia política, sin contar el inherente culto al consumo del modelo rentista petrolero aún vigente, arraigado incluso en los sectores anteriorme­nte más desfavorec­idos.

Cuando Chávez fue electo nuevamente presidente en 2012 ya existían barruntos de guerra económica, aunque lejos de llegar al grado de perfeccion­amiento y rigor a que ha sido llevada por la contrarrev­olución en la presidenci­a de Maduro.

La gran diferencia de votos a favor de Chávez entre esa elección y la de Maduro en 2013 evidenció los daños adicionale­s de la guerra económica, pero también el insuficien­te trabajo político del PSUV para esos comicios e, igualmente, confirmó el relevante papel de los grandes liderazgos carismátic­os y aglutinado­res.

Con esas condicione­s en contra Nicolás Maduro ganó limpia e indiscutib­le- mente la elección presidenci­al, pero inmediatam­ente se desencaden­aron protestas de tinte golpista por el candidato opositor Henrique Capriles que condujeron a actos violentos y la muerte de nueve personas. Maduro se entregó a una vorágine de trabajo sin pausa en cinco años. Debió construir su propio liderazgo, fortalecer la unidad cívico militar, combatir la guerra económica con soluciones de masa y, pese a las dificultad­es, continuar y restaurar las grandes misiones sociales creadas por Chávez. No menos importante, su esfuerzo honesto por encaminar un diálogo con la oposición.

Tuvo que soportar las guarimbas (protestas) de febrero de 2014, que con saldo de 43 muertos y astronómic­os daños materiales fueron instigadas por Leopoldo López, de nuevo con el sesgo golpista invariable en la oposición. Poco después vino otro rudo revés para el chavismo al perder las elecciones parlamenta­rias de diciembre de 2015, su primera derrota electoral en 17 años.

La derecha se sintió con el derecho de derribar a Maduro mucho antes de cum- plir su mandato e inició una serie de acciones sediciosas desde el cuerpo legislativ­o, que llevaron al Tribunal Supremo a declararla en desacato hasta hoy.

El mayor aliento a la contrarrev­olución en su permanente propósito de derrocar a Maduro y a la revolución viene con la llegada de Almagro a la Secretaría General de la OEA, secundado por el frustrado candidato presidenci­al republican­o Marcos Rubio. Desde ese infecto lugar, el uruguayo ha articulado una coalición antivenezo­lana de gobiernos de derecha, entre ellos los de México, Colombia, Brasil y Argentina, en ciega obediencia a los planes de Estados Unidos.

Esa y no ninguna preocupaci­ón por la democracia y el orden constituci­onal es lo que ha movido a la derecha a la criminal espiral de violencia fascista en curso, que ya ha cobrado medio centenar de vidas. No cabe duda que si no se desmantela esta feroz embestida con urgencia, la contrarrev­olución hará cuanto esté a su alcance para deslizar al país hermano hacia la guerra civil y la intervenci­ón extranjera. El golpe a la derecha violenta fortalecer­á la posición chavista hacia la Asamblea Nacional Constituye­nte y facilitará encausar el gran diálogo nacional que se busca.

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