La Jornada

CIUDAD PERDIDA

El flagelo de la contaminac­ión Intereses sobre intereses

- MIGUEL ÁNGEL VELÁZQUEZ

idiar con la contaminac­ión del aire en la zona metropolit­ana del valle de México no es cuestión, por más que se quiera, sólo de repetir los nombres de las causas, ni de un problema político entre el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, y el secretario de la dependenci­a federal que tiene a su cargo la tarea de evitar el deterioro del medio ambiente en el país, y claro, en esta ciudad, sino de encontrar las políticas públicas que permitan, por ejemplo, que el aire siga siendo un factor de vida y no una amenaza de muerte. Pero desde todas partes los intereses triunfan sobre la salud de los habitantes. El gobierno federal se niega sistemátic­amente a meter en orden a los camiones que circulan con placas que no emiten los gobiernos de la zona metropolit­ana, que segurament­e no son verificado­s y, desde luego, no cumplen con las medidas necesarias para evitar la contaminac­ión. Camiones que además viajan en muchas ocasiones con lo que se ha dado en llamar “doble caja”, que significa un verdadero peligro para la ciudad y sus habitantes. Eso y otras cosas, como el control de la industria en los estados de México e Hidalgo, que debe ser del gobierno federal, simplement­e no se cumplen. Son más grandes los intereses de la empresas que el interés por mantener en buen estado la salud de los habitantes de la ciudad. Pero no sólo ellos, en la capital del país el gobierno central también tiene sus culpas: desde hace más de un año, en este espacio hemos dicho que las medidas de “rescate del espacio urbano” mediante la ampliación de las banquetas y la reducción de las calles, además de la invención, fuera de lugar, de los carriles para bicicletas, ha restado posibilida­d de movilidad a los millones de vehículos de motor a gasolina. Se diga lo que se diga, las medidas mencionada­s han traído como consecuenc­ia que el tránsito en la ciudad sea cada vez más conflictiv­o, más lento, y claro, más contaminan­te. El gobierno de la ciudad debería echar un ojo a la venta de automóvile­s durante los últimos años para darse cuenta de que las medidas que supuestame­nte desalentar­ían el uso del automóvil no han servido para nada. Cada vez hay más autos, cada vez hay menos calles, ese es un problema que cada vez será más grande. Además, si los ordenamien­tos que se establecen para evitar que los contaminan­tes aumenten no se cumplen y, por ejemplo, los constructo­res violan la ley a ojos de todos, como en la delegación Cuauhtémoc, donde las órdenes del delegado o van en contra de lo que se ordena para casos de contingenc­ia o a los constructo­res no les importa la orden del gobierno delegacion­al, el asunto, sin duda, va a empeorar. Cuando menos en esto de la contaminac­ión ya es hora de la ley, y es el mo- ciudadperd­ida_2000@yahoo.com.mx • ciudadange­l@hotmail.com

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