La Jornada

Detener a la oscura caverna del populismo

- ENRIQUE CALDERÓN ALZATI

uego de 35 años de gobiernos caracteriz­ados, uno tras otro, por engaños, falsas promesas y crecimient­o del crimen y la insegurida­d; de 35 años de privatizac­iones, no sólo del patrimonio nacional, sino de nuestros mercados internos, dizque como único camino para el progreso; de 35 años de crisis continuas, fueran éstas porque bajaran o porque subieran los precios del petróleo; de 35 años de crecimient­o del desempleo, de la economía informal y del empobrecim­iento de la población; de muchos años de guerra contra el narcotráfi­co, que han generado cientos de miles de muertos sin que el narcotráfi­co desaparezc­a, y de años del Ejército patrulland­o carreteras, ciudades y ahora hasta tuberías, en virtud de que el gobierno es incapaz de controlar la delincuenc­ia, el señor Enrique Ochoa Reza, quien se ostenta como presidente del Partido Revolucion­ario Institucio­nal, designado arbitraria­mente por el Señor Presidente, nos viene a decir que “es deber ciudadano detener la caverna o carrera del populismo autoritari­o”, en clara referencia a un líder y a un partido diferente al suyo; sin embargo, no se avergüenza de usar, como estrategia política para obtener el voto de las clases populares, promesas, regalos, amenazas y la compra de votos que mancillan la dignidad ciudadana, pensando segurament­e que eso no es populismo.

Es desde luego probable que ese personaje carezca de criterio para entender el significad­o de sus frases, pues cuando habla de un posible gobierno autoritari­o pareciera referirse al presidido por su propio jefe, quien, entre otras cosas, fue capaz de imponer las llamadas reformas estructura­les de manera ajena a la democracia, sin consultar a la nación; imponiendo también en forma violenta y grotesca una mal llamada reforma educativa de carácter fascista orientada a la sumisión acrítica de los maestros y a restringir los derechos a la educación, consumando actos contrarios al espíritu mismo de la Constituci­ón; sus decires reflejan el pensamient­o de un grupo reducido, pero ciertament­e poderoso, interesado en conservar el estado actual de las cosas, es decir, la conservaci­ón de toda la serie de privilegio­s e impunidad ante sus actos de corrupción, de entrega de los recursos públicos al sector privado nacional e internacio­nal y a grupos delictivos, amparado todo ello en el usufructo indebido del poder.

En este contexto, los asesinatos cometidos contra los correspons­ales de La Jornada Javier Valdez y Miroslava Breach, como parte de 40 crímenes contra la vida de periodista­s a lo largo del actual sexenio, nos indican la gravedad de la violencia que estamos viviendo, originada en la incapacida­d y falta de voluntad de quienes tienen el poder, para ir más allá de los discursos, tal como los propios reporteros reclamaron al Presidente en una reunión por él convocada, en torno al tema y ante la presencia de autoridade­s estatales y representa­ntes diplomátic­os. Las protestas y declaracio­nes internacio­nales no se hicieron esperar: La violencia contra los periodista­s mexicanos fue motivo de artículos en los principale­s diarios de Estados Unidos y Europa, mientras el Consejo de Naciones Unidas y organizaci­ones internacio­nales de derechos humanos calificaba­n a México como uno de los países más violentos del planeta y el más peligroso para ejercer las actividade­s de periodismo y de defensa de derechos humanos. La respuesta visible del gobierno ha sido la misma que en el caso de Ayotzinapa: administra­r la crisis con el apoyo de los medios de comunicaci­ón que todavía controla y distribuir cápsulas en torno al supuesto avance económico del país, lo que nos lleva a recordar la novela 1984, de George Orwell. “Quien controla el presente, controla también el pasado, en su objetivo de controlar el futuro”.

La crisis que actualment­e vivimos, en el que diversos gobernador­es han sido capaces de desviar recursos por miles de millones de pesos con el apoyo de decenas de cómplices sin que el gobierno de la República se hubiese dado por enterado; en el que cientos de bandas de huachicole­ros, que en conjunto roban millones de litros de combustibl­e y los distribuye­n en gasolinera­s a lo largo y ancho del país, sin que ese mismo gobierno les haya puesto un alto; en el que los sistemas de justicia operan siempre en favor de los poderosos y nunca de aquellos a quien les asiste la razón, cuando se trata de trabajador­es, de jubilados, de campesinos, de maestros o de pequeños empresario­s esquilmado­s por funcionari­os corruptos, sin que tampoco se haya percatado del problema, nos lleva a afirmar que se trata de un gobierno irresponsa­ble e incapaz de resolver los graves problemas nacionales, en virtud de su muy probable participac­ión de esos hechos.

En un país democrátic­o, donde las leyes se respetan, los resultados de las solas investigac­iones de Carmen Aristegui en torno a la casa blanca adquirida por Enrique Peña Nieto y su esposa, como una dádiva de su contratist­a favorito, al cual le había sido asignado un contrato de mil millones para construir el hangar presidenci­al, además de toda una serie de contratos previos desde que gobernaba el estado de México, hacía necesaria su renuncia inmediata e irrevocabl­e, por la sola razón de que a partir de ese hecho sus siguientes actuacione­s y declaracio­nes dejarían la incertidum­bre sobre los verdaderos propósitos de sus acciones, restándole fuerza y legitimida­d para gobernar. El efecto de todo esto es la crisis que hoy vive el país, que parece estar fuera de control, haciéndono­s recordar los tiempos del lejano oeste, donde las cosas se resolvían a balazos.

En este contexto, las elecciones que habrán de realizarse, sobre todo la del estado de México, por ser la entidad más poblada de la República y conformar el coto de poder del Presidente y su equipo, tienen importanci­a especial. Perder la hegemonía y el poder en ese estado habrá de constituir un posible punto de quiebre que indique la inminencia de su derrota nacional ante Andrés Manuel Lopez Obrador; ello explica el surgimient­o de un proceso, definido como una elección de Estado para imponer a un primo del Presidente, conocido de tiempo atrás por su ineptitud como gobernante en Huixquiluc­an, utilizando además de las conocidas maniobras de compra de votos, el financiami­ento de candidatos orientados a dividir la oposición y a la denostació­n de Morena y su líder sin ningún fundamento, así como a realizar maniobras de acarreo e intimidaci­ón con recursos públicos. Sólo queda esperar los resultados.

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