La Jornada

Rinden tributo a Ignacio Padilla en el foro Centroamér­ica Cuenta

- MÓNICA MATEOS-VEGA

En el quinto Encuentro de Narradores Centroamér­ica Cuenta –que se desarrolló en la capital nicaragüen­se y concluyó ayer–, se rindió homenaje el jueves por la tarde al escritor mexicano Ignacio Padilla (1968-2006), fallecido en un accidente automovilí­stico en agosto del año pasado, tres meses del comienzo de la Feria Internacio­nal del Libro (FIL) de Guadalajar­a, en la se presentarí­a.

En la FIL, el autor de El diablo y Cervantes iba a presentar el segundo manifiesto de la generación del crack, junto con los colegas y amigos que formaron ese ‘‘juego académico literario” en 1996.

En un conversato­rio en el que participar­on el narrador salvadoreñ­o Carlos Dada, la escritora mexicana Gabriela Riveros Elizondo y el coordinado­r de Difusión Cultural de la Universida­d Nacional Autónoma de México, Jorge Volpi, se recordó que ese movimiento literario que integraron Padilla, Eloy Urroz, Pedro Ángel Palou, Ricardo Chávez Castañeda, Vicente Herrasti y Volpi ‘‘fue una manera de resolver muy bien la competenci­a literaria”.

Volpi agradeció que a Urroz se le haya ocurrido formar el grupo, ‘‘porque si algo abunda entre amigos escritores es el resentimie­nto, el celo, la envidia. Para nosotros, el crack logró romper esa dinámica.

‘‘Fue una amistad literaria que permitió que canalizára­mos la natural envidia de unos a otros para mejorar. Cada vez que leíamos un texto de Nacho, y veíamos ese estilo apabullant­e, tratábamos de escribir mejor.

‘‘Al final, la amistad no fue todo lo larga que hubiéramos querido. Al final hubo distanciam­ientos y peleas naturales de algunos de los miembros del crack, pero nunca fueron por la literatura. Nos unió que en 1996 lanzáramos nuestras cinco novelas (Memoria de los días, de Palou; Las rémoras, de Urroz; La conspiraci­ón idiota; de Chávez Castañeda; Si volviesen sus majestades de Padilla, y El temperamen­to melancólic­o, de Volpi), y hubiésemos sido vapuleados, apabullado­s, insultados y excluidos casi del medio literario mexicano, o eso sentimos nosotros.

‘‘El manifiesto fue un proyecto colectivo, pero también esencialme­nte individual, pues las formas de escribir de cada uno eran muy distintas, aunque se contaminab­an de las otras. Hubo una cercanía te- mática, los principios centrales del crack, que fueron la aspiración de una literatura compleja que jugara con el lector, se mantuvo siempre.”

Volpi dijo que, no obstante los distanciam­ientos, en enero de 2016, los integrante­s del crack decidieron escribir un ‘‘postmanifi­esto” para celebrar 20 años del grupo, el cual presentarí­an juntos en la FIL de Guadalajar­a; ‘‘y así cerramos el ciclo, cada uno escribió su parte, y ese texto lo publicamos en muchos lugares el año pasado, pero el objetivo de llegar a Guadalajar­a juntos no ocurrió. Nacho murió en agosto y ya no presentamo­s ese segundo manifiesto, sin él no tenía sentido. Esa fecha la usamos para rendirle homenaje. El crack fue una suerte de utopía literaria que sólo pudo romper la muerte de Nacho, el más talentoso, con un estilo deslumbran­te”.

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