La Jornada

Danza boliviana en Feria de las Culturas Amigas

- ÁNGEL VARGAS BOGOTÁ.

Como parte de la Feria de las Culturas Amigas, que se desarrolla en el Zócalo de la capital de la República, la embajada de Bolivia en México ofrecerá hoy un mosaico de danzas folclórica­s de ese país, interpreta­das por un ballet binacional mexico-boliviano.

Por segunda vez esa legación presenta danza en el encuentro cultural, artístico y gastronómi­co, luego de que la semana pasada participar­on danzarines del famoso Carnaval de Oruro, una de las dos festividad­es más importante­s en América Latina.

La embajada boliviana cuenta con dos espacios en la Feria de las Culturas Amigas, uno destinado a la gastronomí­a y el otro a la exposición de artesanías.

Ésta ha sido una semana vasta en actividade­s culturales y académicas promovidas u organizada­s por esa legación en la Ciudad de México y otras capitales del país.

Participa también en el Librofest, la feria del libro de la Universida­d Autónoma Metropolit­ana, unidad Azcapotzal­co, que concluye hoy.

Ahí presenta la Biblioteca del Bicentenar­io, colección que reúne a las 200 obras más importante­s de Bolivia. También tiene programada una visita a la feria de los alumnos de la Escuela República de Bolivia, ubicada en es demarcació­n.

Dentro de la actividad académica, la embajada de Bolivia, por conducto de su embajador, José Crespo, ha impartido variadas charlas en universida­des de la Ciudad de México, Puebla, Monterrey y Oaxaca.

Y en la Cineteca Nacional...

Desde hace más de 20 años se realiza una representa­ción del Carnaval de Oruro, Bolivia, en la delegación Iztacalco. ¿Cómo llegó y se estableció esa tradición tan lejana en uno de los barrios más antiguos de México?

Ese enigma es despejado en el documental El carnaval de Oruro en Iztacalco, del realizador boliviano Sergio Sanjinés Franck, que se proyecta desde el pasado 19 de mayo y hasta el primero de junio en la sala 8 de la Cineteca Nacional.

El filme relata que el origen de esa festividad en Iztacalco se debe a Estela Vázquez, originaria de esa demarcació­n y casada con un médico boliviano, quien desde hace más de dos décadas se hizo devota de la orureña virgen del Socavón a partir de que, según cuenta, se vio favorecida en un momento de apremio.

Así que, como muestra de agradecimi­ento hacia la patrona de los mineros bolivianos, ese matrimonio decidió dedicarle una misa en la misma fecha que la virgen es venerada en Oruro. ‘‘La vida no es como uno la vivió, sino como uno la recuerda y cómo la recuerda para contarla’’, escribió en el epígrafe de sus memorias Gabriel García Márquez, dejando así abiertas ciertas incógnitas que se han tejido alrededor de lo que fue su historia y la forma en que nació Cien años de soledad, su obra cumbre.

Esa novela, de la que se cumplen 50 años desde su publicació­n el 30 de mayo de 1967, ha detonado mútiples investigac­iones.

Mecanograf­ía destruida

En octubre de 1965, casi tres meses después de comenzar a escribir la novela, la editorial Sudamerica­na contactó a García Márquez. El entonces editor literario Francisco Porrúa se interesó por las obras anteriores de Gabo y le propuso publicarla­s allí. El novelista colombiano le dijo que los derechos de Los funerales de la mamá grande, El coronel no tiene quien le escriba y La mala hora estaban comprometi­dos con otras editoriale­s, le pidió hacer las gestiones para obtenerlos y aprovechó la oportunida­d para hablarle a Porrúa de Cien años de soledad.

‘‘Es una novela muy larga y muy compleja en la cual tengo fincadas mis mejores ilusiones’’, le escribió.

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